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Los nuevos paradigmas del consumo y la crítica de cine
Mientras se suman las voces a la ya tantas veces anunciada "muerte del cine", tanto los festivales como los críticos tratan de redefinir su sentido (su lugar en el mundo) en medio de la homogeinización de la oferta comercial y los cambios que generan las nuevas tecnologías.
Ese fin anunciado -ironizado por Jean-Luc Godard con aquello de “aguardo el fin del cine con optimismo”- siempre me pareció que nacía de un sentimiento muy próximo a la nostalgia, esa aliada fiel de los conservadores y de todos aquellos que prefieren mirar hacia atrás porque el presente y el futuro no los satisfacen, o porque le temen a lo que desconocen y prefieren aferrarse al pasado que, como sabemos, es inmodificable y, por lo tanto, mucho más seguro.
Pero en estos últimos meses me encontré sumergido en interminables diálogos con críticos, directores, productores y programadores de festivales, dando vueltas alrededor de la muerte del cine y ya no era la conversación en clave de lamento sobre lo que el cine fue y ya no volverá ser. Ya no era la cinefilia melancólica y su evocación de las matinés, las funciones en continuado, los grandes palacios monumentales, el cineclubismo y el cine de autor, porque el punto de discusión estaba centrado en los modos en que se ve cine hoy.
Uno de los argumentos recurrentes es el de la reducción del tipo de películas que se ven en las salas, y en cómo incide esto sobre el gusto de los espectadores. Dudo que se vean menos films, y para eso habría que tomar la cantidad de películas estrenadas comercialmente hace cinco años y hoy, por ejemplo, aunque no creo que la diferencia, si la hay, sea el factor determinante de un supuesto cambio de gusto. En todo caso, hay muchas personas a las que les gusta el cine pero no les gusta la mayoría del cine que se estrena, y optan por verlo por otros medios o en otros circuitos, bajando las películas de la web o viéndolas directamente online, en Mubi o Festival Scope, por tomar apenas dos casos entre muchos. O bien adoptan estas opciones frente a la oferta degradada de la copia en DVD en sala, cuando se trata de un formato cuya propia sigla indica que es hogareño y no público.
Sin embargo, esta transformación de los modos en que se consume el cine hoy carece de un factor decisivo: la validación crítica. El ojo del crítico señala, delimita un campo, marca coordenadas, organiza la visión ¿Cómo sabe el cinéfilo qué películas elegir de ese torrente indiscriminado de películas que le son ofrecidas en los sitios? A excepción de las de gran producción, que se hacen visibles por su volumen y persistencia publicitaria, ¿qué les queda a las otras, que son las que conforman casi todo el cine del mundo?
Allí, por supuesto, los festivales de cine funcionan -en el mejor de los casos- como sistemas de orientación. Y la crítica expande o discute esos criterios, pero fija una posición. Y si bien esta modalidad -la conexión entre festivales y crítica- supone un marco de referencia, esto también empieza a resquebrajarse, en la medida en que muchos de los grandes críticos abandonan el ejercicio de la crítica al ser convocados a programar los festivales más importantes, como ocurrió con el muy joven y excelente Scott Foundas, ahora director asociado a la programación del Film Society of Lincoln Center, incluyendo el Festival de Nueva York, para no mencionar otros casos en Chile, España, Francia, Australia y Corea del Sur.
La ecuación se convierte en un sistema sin salida: los pocos buenos films que se estrenan en salas, o las que pueden dar los festivales no tienen un trabajo de validación o cuestionamiento análogo en la crítica, cuyos exponentes más lúcidos devienen programadores, pero cuyos programas cada vez tienen menos interlocutores interesados en darlos a conocer o dar cuenta de esas tendencias cinematográficas. Es cierto que hay mucho cine que se estrena a cuyos espectadores no les interesa lo que la crítica pueda decir de ellos. En todo caso, ése es el cine que seguramente permanecerá. El interrogante está en el otro, el que precisa de una mirada que lo defina. Como siempre, aquello que es más frágil es lo que corre el peligro de desaparecer.
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"El final es en donde parti"<br /> <br /> Asi como se pueden bajar peliculas, ver online o comprar pirateadas, se pueden leer criticas en internet cual fuera una publicacion, el diario, un programa de radio o tv. La idea es que esa critica promueva ir al cine, que entusiasme tal cual son las criticas tuyas, que nos hagan pensar en lo que vimos y aplicarlo en la vida diaria. <br /> <br /> Entonces, el circulo es que salimos del mundo virtual, entramos en una sala donde se proyectan imagenes y salimos de la sala y nos metemos de lleno en lo que nos dejo y asi, de este modo, llegamos a la critica que nos hara revalorizar la pelicula y el cine.<br /> <br /> No hay fin del cine, se esta creando un "circulo virtual".
No sería más sincero defender tu amor por la crítica de cine que escudarte en una supuesta "necesidad" de tu trabajo, no digo que no sea necesario, sino que está entre comillas.
No me queda del todo claro adonde apunta tu preocupación.<br /> Vos decís:<br /> “En todo caso, hay muchas personas a las que les gusta el cine pero no les gusta la mayoría del cine que se estrena, y optan por verlo por otros medios o en otros circuitos, bajando las películas de la web o viéndolas directamente online”.<br /> Esta creo que es mi situación. Pero para bajar pelis de la web, me apoyo mucho en los sitios de críticas que me merecen respeto. Para mi la práctica es: leer críticas y recomendaciones de los críticos que me interesan y buscar en base a esas recomendaciones, las películas en la web. Por lo tanto, para mi la crítica especializada sigue siendo fundamental como guía a la hora de elegir lo que deseo ver.
Mi impresion es que hay más criticos que programadores, asi que la alacena va a estar siempre llena.
Los dinosaurios van a desaparecer.
¿Y la aparición de los "festivales online" como lo que propone Festival Scope o lo que harán los franceses en enero no amenaza también con matar a los festivales o hay espacio para todo? Una vez que todos puedan disfrutar de las películas con buena calidad (cuando la conexión sea muy accesible para todos) ¿va a tener sentido viajar miles de kilómetros a Cannes o Berlin y gastar fortunas? Yo creo que los festivales -más allá de lo social y lo que pueden generar en una ciudad como el BAFICI en CABA- deben replantearse mucho su futuro, no sé si de aquí a 5 años, pero dentro de 10 o 15 seguro.