Festivales

Shakespeare revisitado (entrevista a Matías Piñeiro realizada dentro del Talent Press)

El joven y prolífico director de El hombre robado y Todos mienten habla de Rosalinda, su mediometraje realizado para el festival coreano de Jeonju, adelanta nuevos proyectos también ligados a la obra de Shakespeare y analiza su primera experiencia teatral con Y cuando no te quiera, será de nuevo el caos, mientras se prepara para radicarse desde septiembre próximo y por un año en la univerisdad de Harvard.
Publicada el 30/11/-0001
Desde el año 2000, el festival coreano Jeonju alberga a la más ilustre selección de talentos del cine contemporáneo a través del Jeonju Digital Project, antología de mediometrajes que buscan interrogarse sobre las posibilidades del formato digital. En la edición 2010, los convocados fueron tres cineastas del continente americano: el canadiense Denis Côté, el estadounidense James Benning y el argentino Matías Piñeiro, realizador de los largometrajes El hombre robado y Todos mienten. Hablamos con él a propósito del mediometraje Rosalinda que se proyecta (fuera de competencia) en el BAFICI.

-¿Cómo te eligieron para este proyecto?

-Yo había ganado en Corea con El hombre robado. Al año siguiente, les mandé Todos mienten y me escribieron proponiéndome participar en este proyecto. Soy uno de los menos conocidos. Sentí que ellos estaban bancando lo que su festival marcó. Es una decisión política, bancar mi proyecto. Por eso, prescindo de otras instituciones porque el dinero se me fue presentando por golpes de suerte. Y ahora con el nuevo proyecto que tengo me acaba de salir una beca por la cual me voy a ir a Harvard durante un año a desarrollarlo. Al principio no me quería presentar porque sentía que mucho de lo que logré hasta ahora fue porque estaba acá en la FUC (Fundación Universidad del Cine), con el BAFICI, con mis actores.  Es algo muy local, no se puede hacer en otro lado. Sin embargo, ciertas situaciones personales y demás hicieron que no estuviera mal irme afuera. También siento que no podía seguir produciendo de la misma manera.  Ahora me conecté con el Film Center de Harvard, así que otra academia va a producir mi próxima película. Estos fondos van apareciendo año a año, todavía no puedo pensar en concursar por un fondo que aparezca dentro de tres años.

-Se nota una urgencia por filmar…

-Sí, totalmente. Cuando terminé de estudiar en la FUC estuve mucho tiempo sin hacer nada. Y después me decidí y me puse a hacer cosas porque sentí que si no lo hacía lo iban a hacer otros.  Filmar te da práctica, vas mejorando, vas probando y experimentando.  Siento que hay que arriesgarse.  Sarmiento decía que las cosas hay que hacerlas, aunque estén mal. Necesitaba lanzarme.

-El hecho de trabajar con “tus actores”, como los llamaste, ¿te daba un marco de contención para lanzarte a trabajar?

-Yo no estudié teatro, pero por cuestiones de la vida empecé a tratar con cierta gente que trabaja en el teatro. Iba a ver sus obras, había algo que me gustaba de eso.  Empecé a pensar personajes para cada uno de ellos. Entonces ya sabía a quién les estaba escribiendo la película. Es como que lográs captar las cosas propias de la persona. Mezclar persona con personaje. 

-¿Por qué elegiste trabajar con la obra Como les guste, de Shakespeare?

-Cuando estaba realizando Todos mienten, estaba leyendo todas las comedias de Shakespeare. Había algo en los roles femeninos que me llamaba la atención, una manera de hablar que me atraía. La construcción barroca del lenguaje. Ya en El hombre robado hablaban un tanto literariamente, como si estuvieran escribiendo en vez de hablando. Eso me gustaba, me parecía que había una línea. Que estaba bueno plantear una palabra bien expresada con mucho sentido, que gozaba de gran actualidad.  Y Como les guste es para mí la que mejor lo expresaba. A la vez, tiene un personaje, el de Rosalinda, que desde que lo leí dije: “Esto es para María Villar”.  Es un personaje de Shakespeare de hace un par de siglos pero se adecuaba muy bien a María. Al mismo tiempo, Shakespeare me daba una solidez estructural o narrativa de la que podía apropiarme y después hacer implotar.  Encontré muchas escenas que eran muy actuales, no necesitaba ningún tipo de transformación.

-La fuerza del clásico, ¿no?

-Sí, es un clásico, claro. Hay algo de la manera de pensar el amor, de pensar las relaciones que es muy actual. Sentía que estaba muy cerca de nosotros lo que leía. Además me interesó mucho el personaje, por eso la película se llama Rosalinda. La pienso como un primer episodio de una saga, Las Shakespeariadas, que estoy proyectando continuar a mitad de año, en junio. La segunda parte se va a llamar Viola. Cada parte va a tener el nombre de una de las protagonistas, todos personajes femeninos. La voy a hacer a mis tiempos, nadie me corre. Me voy en septiembre así que estaría bueno antes de irme armar el segundo episodio. Quiero conformar un universo de cinco o seis películas. Pueden ser mediometrajes.

-¿Cómo pensás el rodaje de esta segunda parte?

-Rosalinda la hicimos en el Tigre, durante 15 días de enero del año pasado.  En la siguiente, se superponen personajes y la idea es con actores ensayando a Shakespeare. Y el cruce con las vidas privadas de los personajes.  Pero en cuanto a las locaciones, tengo ganas de que sea urbana. Sobre todo porque Todos mienten la filmé en una quinta en Benavídez. Ahora hay que volver a la ciudad y tomarla por asalto. 

-¿Y cuál es el proyecto que vas a desarrollar en Harvard?
-Voy a preparar una traducción sarmientina de Como les guste, o sea al español rioplatense del siglo XIX. Ese es el puntapié del proyecto. Tengo ganas de modificar mi sistema de producción. Ya hice películas muy rápido, ahora quiero tomarme un momento de concentración.  También podía hacer una Shakespeariada en Boston. Quiero tener flexibilidad e ir viendo qué cosas se van dando.

-¿Sentís que hay influencias de Jean Renoir en Rosalinda?

-De hecho, una de las ideas para este proyecto del Festival Jeonju era hacer una remake de Un día de campo, una de mis películas favoritas. Hay una escena que se filmó repitiendo unos diálogos de la película, pero no llegó al corte final. Está bueno que uno tenga influencias, pero lo mejor que puede hacer es lavarlas. Para eso hay que confrontarlas, no censurarlas, sino ponerlas, ensayarlas, quizás filmarlas. Y después quizás darte cuenta que tu película ya tiene otra forma y que puede prescindir de ellas. Que fueron un acompañamiento, te acompañaron en un trayecto, porque son muy inspiradoras.

-¿Y cómo fue el trabajo en digital? ¿Se te plantearon muchas diferencias con tu trabajo anterior en fílmico?

-Primero lo encarás con cierto miedo, porque es todo nuevo, la gente me decía que mis películas eran más de fílmico, que me daría una plasticidad que la rigidez del digital me la iba a sacar… Traté de ser lo más clásico posible para Rosalinda, muy simple. Busqué la transparencia, vieron que no hay demasiado manierismo en la cámara. Me parecía que ya los textos eran lo suficientemente barrocos. Siempre había trabajar en 16 mm con finalización en digital. Acá lo que sentí fue la inmediatez de poder ver las tomas recién hechas al instante. De esa manera lo vas trabajando, perfilando y corrigiendo sobre la marcha. Por lo general, hice muchas tomas pero quedaron las últimas porque eran las más trabajadas. Yo llevo siempre una base pero siempre se transforma en el rodaje, no me interesa la rigidez. Me gusta el digital porque me permite otras cosas a nivel sistema de producción.

-¿El proyecto de Estados Unidos lo vas a realizar en digital?

-Supongo que como vienen las cosas, sí. Igualmente, antes de eso quiero filmar otras Shakespeariadas. Tengo pensado hacer videos previos para ir conformando el guión final del proyecto. Como que los bocetos para lograr el guión final sean ejercicios fílmicos. Estos pequeños videos me servirían para poder pensar la escritura y no al revés.

-Eso tiene relación con el método de Stanilavsky, pero aplicado al sistema de producción. Partir de una situación para llegar al texto.

-No lo había pensado. Pero puede ser, creo que está relacionado con salir de la vida para llegar al texto. Para que sea más natural, menos forzado.

-Y también estás haciendo una obra de teatro…

-Sí, estamos en el Centro Cultural Rojas. La obra trabaja con Shakespeare, con las comedias y con las mujeres. Son cuatro actrices que representan 20 personajes en total. Son cinco comedias de Shakespeare reducidas a una obra de media hora. Se llama Y cuando no te quiera, será de nuevo el caos. Fue otro golpe de suerte. El programador Manuel Gutiérrez me convocó para formar parte de este ciclo de Óperas Primas, de gente que viene de otras disciplinas y hace su primera obra teatral. Vine de viaje pensando en lanzarme a una nueva Shakespeariada y a los dos días me llamaron para hacer esta puesta. Empezamos en marzo y seguimos hasta mayo, en principio.

-¿Qué diferencias sentiste con el cine?

El trabajo es el mismo, en un punto es el mismo.  La situación teatral es diferente, es bastante más engalanadora. Hay algo de la falta de perpetuidad, que está muy buena. Es muy vital. Es algo que admiro en el teatro y me seduce. También pienso en cómo cruzarlos, a ver cómo el cine puede tomar algo de eso y el teatro de lo cinematográfico. Estoy pensando en filmar la obra, pero no así nomás. Quiero hacerlo bien. La idea es traer algo del teatro que modifique y perturbe al cine.

-Para terminar, ¿qué es el cine para vos?

-Para mí es una situación de encuentro, disfruto del cine porque me permite encontrarme con gente que admiro y quiero. De ese encuentro se produce un objeto que es una película. Por mi lado, eso se expresa de una manera más sincera en el cine y no en la música, por ejemplo. Lo que me gusta del cine es el trabajo conjunto, la colectividad. Hay una complicidad que me gusta. Aunque sean solo tres, están en una, en la misma. Es la posibilidad de encontrarme, por eso quiero filmar seguido.

-¿Y el BAFICI qué representa para vos?

-Es enorme. Significa todo en términos de lo poco que soy como director, dado que todo lo que yo hice estuvo acá. Se premió, se nutrió, se expulsó de acá para afuera. Es una excepción a mantener con mucho rigor y felicidad. Cada edición tiene sus particularidades. No se repite nunca. Permite que haya un movimiento. Es fundamental, un canal privilegiado para este cine independiente.

Aquí una reseña de Rosalinda a cargo de Sebastián Santillán.

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