Festivales
Shakespeare revisitado (entrevista a Matías Piñeiro realizada dentro del Talent Press)
El joven y prolífico director de El hombre robado y Todos mienten habla de Rosalinda, su mediometraje realizado para el festival coreano de Jeonju, adelanta nuevos proyectos también ligados a la obra de Shakespeare y analiza su primera experiencia teatral con Y cuando no te quiera, será de nuevo el caos, mientras se prepara para radicarse desde septiembre próximo y por un año en la univerisdad de Harvard.
-¿Cómo te eligieron para este proyecto?
-Yo había ganado en Corea con El hombre robado. Al año siguiente, les mandé Todos mienten y me escribieron proponiéndome participar en este proyecto. Soy uno de los menos conocidos. Sentí que ellos estaban bancando lo que su festival marcó. Es una decisión política, bancar mi proyecto. Por eso, prescindo de otras instituciones porque el dinero se me fue presentando por golpes de suerte. Y ahora con el nuevo proyecto que tengo me acaba de salir una beca por la cual me voy a ir a Harvard durante un año a desarrollarlo. Al principio no me quería presentar porque sentía que mucho de lo que logré hasta ahora fue porque estaba acá en la FUC (Fundación Universidad del Cine), con el BAFICI, con mis actores. Es algo muy local, no se puede hacer en otro lado. Sin embargo, ciertas situaciones personales y demás hicieron que no estuviera mal irme afuera. También siento que no podía seguir produciendo de la misma manera. Ahora me conecté con el Film Center de Harvard, así que otra academia va a producir mi próxima película. Estos fondos van apareciendo año a año, todavía no puedo pensar en concursar por un fondo que aparezca dentro de tres años.
-Se nota una urgencia por filmar…
-Sí, totalmente.
Cuando terminé de estudiar en la FUC estuve mucho tiempo sin hacer nada. Y
después me decidí y me puse a hacer cosas porque sentí que si no lo hacía lo
iban a hacer otros. Filmar te da práctica, vas mejorando, vas probando y
experimentando. Siento que hay que arriesgarse. Sarmiento decía que
las cosas hay que hacerlas, aunque estén mal. Necesitaba lanzarme.
-El hecho de trabajar con “tus actores”, como los llamaste, ¿te daba
un marco de contención para lanzarte a trabajar?
-Yo no estudié
teatro, pero por cuestiones de la vida empecé a tratar con cierta gente que
trabaja en el teatro. Iba a ver sus obras, había algo que me gustaba de
eso. Empecé a pensar personajes para cada uno de ellos. Entonces ya sabía
a quién les estaba escribiendo la película. Es como que lográs captar las
cosas propias de la persona. Mezclar persona con personaje.
-¿Por qué elegiste trabajar con la obra Como les guste, de
Shakespeare?
-Cuando estaba realizando Todos
mienten, estaba leyendo todas las comedias de Shakespeare. Había algo
en los roles femeninos que me llamaba la atención, una manera de hablar que me
atraía. La construcción barroca del lenguaje. Ya en El hombre
robado hablaban un tanto literariamente, como si estuvieran escribiendo
en vez de hablando. Eso me gustaba, me parecía que había una línea. Que estaba
bueno plantear una palabra bien expresada con mucho sentido, que gozaba de gran
actualidad. Y Como les guste es para mí la que mejor lo expresaba. A la
vez, tiene un personaje, el de Rosalinda, que desde que lo leí dije: “Esto es
para María Villar”. Es un personaje de Shakespeare de hace un par de
siglos pero se adecuaba muy bien a María. Al mismo tiempo, Shakespeare me daba
una solidez estructural o narrativa de la que podía apropiarme y después hacer
implotar. Encontré muchas escenas que eran muy actuales, no necesitaba
ningún tipo de transformación.
-La fuerza del clásico, ¿no?
-Sí, es un clásico,
claro. Hay algo de la manera de pensar el amor, de pensar las relaciones que es
muy actual. Sentía que estaba muy cerca de nosotros lo que leía. Además me
interesó mucho el personaje, por eso la película se
llama Rosalinda. La pienso como un primer episodio de
una saga, Las Shakespeariadas, que estoy proyectando continuar
a mitad de año, en junio. La segunda parte se va a llamar
Viola. Cada parte va a tener el nombre de una de las
protagonistas, todos personajes femeninos. La voy a hacer a mis tiempos, nadie
me corre. Me voy en septiembre así que estaría bueno antes de irme armar el
segundo episodio. Quiero conformar un universo de cinco o seis películas. Pueden
ser mediometrajes.
-¿Cómo pensás el rodaje de esta segunda
parte?
-Rosalinda la hicimos en el Tigre,
durante 15 días de enero del año pasado. En la siguiente, se superponen
personajes y la idea es con actores ensayando a Shakespeare. Y el cruce con
las vidas privadas de los personajes. Pero en cuanto a las locaciones,
tengo ganas de que sea urbana. Sobre todo porque Todos mienten
la filmé en una quinta en Benavídez. Ahora hay que volver a la ciudad y tomarla
por asalto.
-¿Y cuál es el proyecto que vas a desarrollar en
Harvard?
-Voy a preparar una traducción sarmientina de Como
les guste, o sea al español rioplatense del siglo XIX. Ese es el
puntapié del proyecto. Tengo ganas de modificar mi sistema de producción. Ya
hice películas muy rápido, ahora quiero tomarme un momento de
concentración. También podía hacer una Shakespeariada en
Boston. Quiero tener flexibilidad e ir viendo qué cosas se van dando.
-¿Sentís que hay influencias de Jean Renoir en
Rosalinda?
-De hecho, una de las ideas para este proyecto del
Festival Jeonju era hacer una remake de Un día de campo, una de
mis películas favoritas. Hay una escena que se filmó repitiendo unos diálogos de
la película, pero no llegó al corte final. Está bueno que uno tenga influencias,
pero lo mejor que puede hacer es lavarlas. Para eso hay que confrontarlas, no
censurarlas, sino ponerlas, ensayarlas, quizás filmarlas. Y después quizás darte
cuenta que tu película ya tiene otra forma y que puede prescindir de ellas. Que
fueron un acompañamiento, te acompañaron en un trayecto, porque son muy
inspiradoras.
-¿Y cómo fue el trabajo en digital? ¿Se te plantearon muchas
diferencias con tu trabajo anterior en fílmico?
-Primero lo
encarás con cierto miedo, porque es todo nuevo, la gente me decía que mis
películas eran más de fílmico, que me daría una plasticidad que la rigidez del
digital me la iba a sacar… Traté de ser lo más clásico posible para
Rosalinda, muy simple. Busqué la transparencia, vieron que no
hay demasiado manierismo en la cámara. Me parecía que ya los textos eran lo
suficientemente barrocos. Siempre había trabajar en 16 mm con finalización en
digital. Acá lo que sentí fue la inmediatez de poder ver las tomas recién hechas
al instante. De esa manera lo vas trabajando, perfilando y corrigiendo sobre la
marcha. Por lo general, hice muchas tomas pero quedaron las últimas porque eran
las más trabajadas. Yo llevo siempre una base pero siempre se transforma en el
rodaje, no me interesa la rigidez. Me gusta el digital porque me permite otras
cosas a nivel sistema de producción.
-¿El proyecto de Estados Unidos lo vas a realizar en
digital?
-Supongo que como vienen las cosas, sí. Igualmente,
antes de eso quiero filmar otras Shakespeariadas. Tengo pensado
hacer videos previos para ir conformando el guión final del proyecto. Como que
los bocetos para lograr el guión final sean ejercicios fílmicos. Estos pequeños
videos me servirían para poder pensar la escritura y no al revés.
-Eso tiene relación con el método de Stanilavsky, pero aplicado al
sistema de producción. Partir de una situación para llegar al texto.
-No lo había pensado. Pero puede ser, creo que está relacionado con
salir de la vida para llegar al texto. Para que sea más natural, menos forzado.
-Y también estás haciendo una obra de teatro…
-Sí,
estamos en el Centro Cultural Rojas. La obra trabaja con Shakespeare, con las
comedias y con las mujeres. Son cuatro actrices que representan 20 personajes en
total. Son cinco comedias de Shakespeare reducidas a una obra de media hora. Se
llama Y cuando no te quiera, será de nuevo el caos. Fue otro
golpe de suerte. El programador Manuel Gutiérrez me convocó para formar parte de
este ciclo de Óperas Primas, de gente que viene de otras
disciplinas y hace su primera obra teatral. Vine de viaje pensando en lanzarme a
una nueva Shakespeariada y a los dos días me llamaron para
hacer esta puesta. Empezamos en marzo y seguimos hasta mayo, en principio.
-¿Qué diferencias sentiste con el cine?
El trabajo es
el mismo, en un punto es el mismo. La situación teatral es diferente, es
bastante más engalanadora. Hay algo de la falta de perpetuidad, que está muy
buena. Es muy vital. Es algo que admiro en el teatro y me seduce. También pienso
en cómo cruzarlos, a ver cómo el cine puede tomar algo de eso y el teatro de lo
cinematográfico. Estoy pensando en filmar la obra, pero no así nomás. Quiero
hacerlo bien. La idea es traer algo del teatro que modifique y perturbe al cine.
-Para terminar, ¿qué es el cine para vos?
-Para mí es
una situación de encuentro, disfruto del cine porque me permite encontrarme con
gente que admiro y quiero. De ese encuentro se produce un objeto que es una
película. Por mi lado, eso se expresa de una manera más sincera en el cine y no
en la música, por ejemplo. Lo que me gusta del cine es el trabajo conjunto, la
colectividad. Hay una complicidad que me gusta. Aunque sean solo tres, están en
una, en la misma. Es la posibilidad de encontrarme, por eso quiero filmar
seguido.
-¿Y el BAFICI qué representa para vos?
-Es enorme.
Significa todo en términos de lo poco que soy como director, dado que todo lo
que yo hice estuvo acá. Se premió, se nutrió, se expulsó de acá para afuera. Es
una excepción a mantener con mucho rigor y felicidad. Cada edición tiene sus
particularidades. No se repite nunca. Permite que haya un movimiento. Es
fundamental, un canal privilegiado para este cine independiente.
Aquí una reseña de Rosalinda
a cargo de Sebastián Santillán.
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