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Crónica de la charla Fuera de lugar: la Nouvelle Vague y las generaciones en el cine (Talent Press)
Este texto fue producido en el marco del taller de crítica y periodismo del 9º Talents Buenos Aires.
Nouvelle Vague: la primera generación kamikaze del cine. No fueron los primeros arrogantes, pero sí los más provocadores y acaso determinantes para su desarrollo. Si hoy podemos emocionarnos con películas radicales, independientes y vivas, mucho se debe a ese peculiar elogio a la ruptura que establecieron, durante la década del cincuenta, aquellos jóvenes turcos embanderados con el distintivo de la Nouvelle Vague. Tal como señaló David Oubiña en su charla del sábado 5/4 sobre el mítico grupo para el Talents Buenos Aires, no hay forma de que ese nuevo cine que empezó a gestarse en los sesenta en todo el mundo hubiese sido posible sin el legado explosivo de los hombres de Cahiers du Cinéma. El Nuevo Cine Alemán, el New American Cinema, el Cinema Novo, la Generación del ‘60 en la Argentina y demás vanguardias fílmicas son descendientes directas de la Nouvelle Vague. Todas, de una manera u otra, están tocadas por su realidad transgresora y deseo de experimentación.
A partir de su fundamentalismo y ánimo de hacer polvo las convenciones estilísticas existentes, estos críticos franceses instituyeron un nuevo canon cinematográfico, pero sobre todo impusieron una manera más consciente de valorar y aproximarse al cine. Ya lo señalaba Godard: “Ir regularmente a los cineclubes y a la Cinématheque ya era pensar el cine y pensar en el cine. Escribir ya era hacer cine puesto que, entre escribir y rodar, existe una diferencia cuantitativa, no cualitativa”. En otras palabras, renovaron el pensamiento crítico en torno a los procedimientos formales de un filme. ¿Cómo está hecha una película?, ¿por qué funciona?, ¿qué sentido moral y estético posee?, eran interrogantes que estos teóricos, con Bazin a la cabeza, formulaban para diseccionar una obra, añadiendo de paso una dimensión analítica monumental a esa forma de escribir y vivir el cine. En efecto, con la instauración de su “politique des auteurs”, Truffaut y compañía encontraron una maquinaria de guerra no sólo para sentar las bases de la Nueva Ola Francesa -cortando con ello el lazo filial que los unía con los realizadores tradicionales-, sino para descubrir la trascendencia del ejercicio crítico para la vitalidad del cine.
Esta valoración es de singular importancia. Hay en esa mirada exhaustiva (y arrogante) una forma de entender la crítica cinematográfica como una vía para deconstruir las películas, desnudarlas, liberarlas del yugo de los artificios y el maquillaje, reflexionar intensamente y buscar la verdad que late en ellas. Para los integrantes de la Nouvelle Vague, este era un modo muy personal de hacer cine; en otras palabras, le dieron un sentido profundo al acto de pensar y escribir sobre este arte, difuminando los límites entre la creación, la contemplación y el análisis. Por eso, más de medio siglo después, el quiebre que impulsaron resulta siendo tan paradigmático como apasionante. Ellos, kamikazes todos, supieron encontrar en la ruptura una forma de resetear el cine.
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