Críticas
Estreno en salas
Crítica de “Un cabo suelto”, película de Daniel Hendler con Sergio Prina y Pilar Gamboa
El intenso año del uruguayo Hendler como actor en películas como Vieja loca y Quase deserto y en series como División Palermo, El fin del amor o Los mufas cerró primero con un film que lo tuvo como director y protagonista (27 noches) y ahora con el estreno comercial en el Gaumont y el MALBA de Un cabo suelto, un entrañable film que lo tiene exclusivamente detrás de cámara.
Un cabo suelto / A Loose End (Uruguay, Argentina, España/2025). Guion y dirección: Daniel Hendler. Elenco: Sergio Prina, Pilar Gamboa, Alberto Wolf, Daniel Elías, Germán De Silva, Néstor Guzzini, César Troncoso y Diego de Paula. Fotografía: Gustavo Biazzi. Edición: Nicolás Goldbart. Música: Matías Singer y Gai Borovich. Producción: Cordón Films (Micaela Solé), Wanka Cine (Ezequiel Borovinsky), Nephilim Producciones (Luis Collar y Jorge Moreno). Duración: 95 minutos. Salas: Gaumont (del jueves 4 al miércoles 10/12, a las 19.45) y MALBA (los sábado de diciembre, a las 20).
La filmografía de Daniel Hendler como actor de películas y series es prolífica y ampliamente conocida; sin embargo, como realizador tiene una carrera bastante curiosa: si bien había dirigido solo dos largometrajes en los últimos 15 años, los más que interesantes Norberto apenas tarde (2010) y El candidato (2016), ahora estrenó otros dos con diferencia de... ¡16 días! En efecto, mientras Un cabo suelto se presentó en la Mostra de Venecia el miércoles 3 de septiembre, 27 noches inauguró el Festival de San Sebastián (y participó de la Competencia Oficial) el viernes 19 del mismo mes.
27 noches es, en esencia, una película nacional (el financiamiento es de Netflix pero la producción corrió por cuenta de La Unión de los Ríos que lideran Agustina Llambi Campbell y Santiago Mitre); y Un cabo suelto también iba a ser una coproducción mayoritariamente argentina, aunque la crítica situación en el INCAA obligó a incrementar la parte uruguaya. Y, si bien esta encantadora comedia de enredos transcurre en locaciones del país vecino, buena parte de los protagonistas (Sergio Prina, Pilar Gamboa, Daniel Elías, Germán De Silva) son argentinos, así como varias cabezas de equipo, desde el director de fotografía Gustavo Biazzi hasta el editor Nicolás Goldbart.
Pero, más allá de los avatares de las coproducciones y de las nacionalidades de los artistas, lo verdaderamente importante es que Un cabo suelto resulta una experiencia tan simpática como disfrutable. El antihéroe del film, que por momento recuerda a los de Aki Kaurismäki, es Santiago Pallares (el tucumano Prina), un policía argentino del que solo sabemos que ha sido testigo de algo que no debía saber. Se salva de forma milagrosa de que lo maten atropellándolo con un auto y huye con lo puesto al Uruguay con dos “pesados” (Elías y De Silva) siguiéndole los talones. En un free shop de la frontera entre Fray Bentos y Puerto Unzué / Gualeguaychú, conoce a Rocío (Pilar Gamboa) y el flechazo (en él) es inmediato.
Así planteadas las cosas, Un cabo suelto tiene todos los elementos y condimentos de: a) un thriller de persecuciones, y b) una comedia romántica, pero -si bien hay algo de esos y otros géneros en el asunto- el tono, el ritmo y el humor por momentos algo absurdo y en otros más asordinado que le imprime Hendler llevan el relato hacia otras zonas, siempre simpáticas y entrañables.
Un cabo suelto (el título es un juego de palabras con más de un sentido dentro de una película llena de juegos de palabras) tiene algo de road movie (Santiago siempre está huyendo de los dos policías que lo buscan) y hasta de western contemporáneo y musical, pero también habla de la ilusión de cambiar de vida en la madurez, de encontrar nuevos rumbos y destinos, de creer en la posibilidad del amor. Y ese doble viaje interno y externo nos lleva a las “épicas pueblerinas” uruguayas, en este caso con la fabricación de quesos como una de las constantes (el personaje de Américo que interpreta Alberto Wolf, un tipo que tiene un puesto de venta a la vera de una ruta, es desopilante).
Un cabo suelto tiene una estructura virtuosa (está narrada con saltos temporales, yendo y viniendo desde y hacia determinadas situaciones clave), pero escapa por completo del vértigo y el cinismo de tanto cine contemporáneo que ostenta en cada plano su (supuesto) ingenio y maestría formal. De hecho, Hendler es un guionista y realizador con indudable talento para manejar la acción, el humor y las relaciones humanas, pero no necesita regodearse en él. Hay algo modesto en la puesta en escena que nada tiene que ver con la carencia de ambiciones. Es una narración justa, a la medida de la historia que busca contar y de los personajes que quiere retratar.
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