Críticas
Gett: El divorcio de Viviane Amsalem, de Ronit y Shlomi Elkabetz
Hasta que la muerte nos separe
Este film israelí es una implacable e impecable crítica al machismo en el ámbito de los religiosos ortodoxos.
Gett: El divorcio de Viviane Amsalem (Israel-Francia-Alemania/2014). Guión y dirección: Ronit y Shlomi Elkabetz. Elenco: Ronit Elkabetz, Simon Abkarian, Menashe Noy, Gabi Amrani, Dalia Beger, Roberto Pollack, Shmil Ben Ari, Abraham Celektar, Rami Danon, Sasson Gabai, Eli Gornstein, Evelin Hagoel, Albert Iluz, Keren Mor y David Ohayon. Fotografía: Jeanne Lapoirie. Edición: Joel Alexis. Distribuidora: Mirada. Duración: 115 minutos. Apta para mayores de 13 años. Salas 13.
Contundente, poderosa y efectiva, Gett: El divorcio de Viviane Amasalem es una película que interpela directamente al espectador a partir de su problema central. Viviane (interpretada por la codirectora Ronit Elkabetz) quiere divorciarse de su marido, con el que está separada desde hace un tiempo. ¿Los motivos? No se llevan bien, son incompatibles, ella ya no lo ama más. Pero en Israel la situación no es tan sencilla, ya que los casamientos se hacen allí solo de manera religiosa y no civil, por lo que para divorciarse hay que convencer a una suerte de tribunal de rabinos de que el hecho es inevitable.
El problema con Viviane -cuyo matrimonio con Elisha, ambos de origen marroquí, ya fue explorado en dos previos films de los Elkabetz, To Take a Wife y Shiva- es que los motivos en cuestión no logran ser convincentes para el trío de rabinos: Elisha no es violento, ni la maltrata, ni la engaña con otra ni dejó de “proveer” para la familia. Es un hombre religioso, canta en la sinagoga y aparentemente es respetado (o más bien temido) en su comunidad. Sin esas faltas, los rabinos no se la hacen sencilla a Viviane. Y Elisha, su marido, tampoco: pese a que es obvio que no se llevan para nada bien, se niega a otorgarle el divorcio y no se presenta a los llamados de los rabinos a comparecer hasta que es estrictamente necesario, agotando los caminos legales y la paciencia de su esposa.
Es tan irresoluble el asunto que pueden pasar años y años para que la situación avance y hay casos en los que jamás se resuelve. Ronit y Shlomi Elkabetz cuentan esta saga como una suerte de drama kafkiano, con toques de comedia y una imaginativa puesta de cámara que logra evitar que el film -que transcurre casi todo el tiempo en el cuarto donde tiene lugar el “juicio”- se vuelva teatral.
A su manera, hay algo de película iraní en Gett: El divorcio de Viviane Amasalem, tomando en cuenta no solo los ejes temáticos sino hasta la forma en la que es el diálogo casi reiterativo -una suerte de boxeo dialéctico- el motor dramático que da intensidad a la historia. Acaso La separación, de Asghar Farhadi, sea un modelo con el que se puede cruzar a esta película. Pero es más sorprendente en una sociedad supuestamente más occidentalizada como la israelí que sucedan estas cosas, que las mujeres sean maltratadas, “ninguneadas” o prejuzgadas frente a una relación de pareja que se vuelve complicada. Viviane y su abogado van y van, implacablemente, a pedir un divorcio ante un marido que, durante un largo tiempo, simplemente no se presenta y al que, promediando el relato, no le queda otra que dar la cara.
Pero eso es solo el principio: a lo largo de los años que dura el juicio (el tiempo en el film se va marcando con carteles que dejan en claro que pasan meses entre una escena y otra) empezarán a pasar testigos que intentarán dar su punto de vista sobre si Elisha debe concederle o no el divorcio, sobre lo que pasaba en esa casa, sobre si la pareja es o no salvable y, especialmente, sobre si Viviane es reprobable por el sólo hecho de no amar a su seco, circunspecto y orgulloso marido.
Los hermanos Elkabetz logran esquivar la repetitividad que puede tener el formato y la propia trama mediante el uso de planos siempre subjetivos, que hace que cada vez que vemos a alguien sea a partir del punto de vista de otro personaje. Están los tres jueces (uno, igualito a Mandy Patinkin, es la voz cantante), el hombre que toma nota, los divorciantes y sus respectivos abogados. Entre ellos -y, luego, los testigos- se cruzan los cables emocionales que tienden los directores en el film.
Si bien en algún momento la película puede pecar de cierto didactismo temático -o algún testigo puede parecer un tanto exagerado o teatral- el creciente drama de Viviane, una mujer atrapada entre una ley absurda y un marido terco, va volviéndose poderosísimo para el espectador. Ante la frustración, ella empieza a perder los estribos y ese mismo fastidio puede ser contraproducente para su causa. Finalmente, nadie gana en este drama. Es un sistema -retrógrado, absurdo, machista- que torna perdedores a todos los que se ven envueltos en él. Pero, claro, especialmente a las mujeres, atadas de pies y manos ante un mundo en el que hasta soltarse el pelo puede considerarse un acto de rebeldía.
(Esta crítica fue publicada originalmente en nuestro blog Micropsia)
COMENTARIOS
DEJÁ TU COMENTARIO



CRÍTICAS ANTERIORES
Tras su presentación en el Festival de Cannes 2024, llegó al servicio de streaming MUBI este notable y muy personal trabajo del director de culto francés.
La sexta película es fiel al espíritu de la franquicia surgida en los años '80.
Esta remake del largometraje de Mariano Cohn con Peter Lanzani y Dadi Brieva no agrega demasiado, más allá de su prédica anti-woke.
Las dos tuvieron su estreno mundial en la sección oficial de Cannes 2024 y las dos pasaron por el reciente Festival de Cine Francés. Ahora, ambas llegan a la cartelera comercial argentina el mismo jueves 8 de mayo.
GETT: El divorcio de Viviane Ansalem Esplendida película realizada por los hermanos Ronit Elkabetz y Shlomi Elkabetz, producida por Francia, Israel, Alemania. Se trata de las anticuada leyes judias, donde tanto el matrimonio como el divorcio son ceremonias religiosas, realizadas por rabinos, ya que no existen los casamiento ni divorcios civiles. Viviane comienza un juicio ante este tribunal de rabinos. El motivo? Ya no ama al marido, hombre silencioso, seguramente prepotente, ya que el es muy religioso y Vivian no concurre a la Sinagoga y es mas liberal. Cada uno tiene su abogado defensor, ambos muy buenos actores, y luego se produce un desfile de posibles testigos, en donde las mujeres son tratadas no dando importancia a sus declaraciones, y hay numerosas contradicciones que hacen todo mas difícil. El marido dice que la ama. Pero dentro de esa palabra hay muchas cosas que quizas el no cumpla, como simpatíia, alegría, compartir conversaciones, en fin muchas cosas mas que no voy a relatar ahora. El marido permanece inflexible. Transcurren varios meses en diferentes audiencias, siempre filmadas en el mismo lugar con los rabinos sentados en el estrado, creando de esta manera una sensación algo claustrofóbica. Vivian empieza a sentir una gran desesperación y se convierte el caso como si fuera un thriller o persecución por el marido impávido y seguro de lo que está haciendo. No llegamos a saber qué le hace el marido a Vivian para provocar en ella tal rechazo, y esa sensación de estar encarcelada. Las mujeres en Israel son tratadas como seres inferiores y que deben encontrarse bajo el mando de un marido machista. Finalmente, luego de cinco años, el esposo se ve obligado a concederle el divorcio, pero con una condición: no estar jamás con otro hombre, algo muy difícil ya que Vivian es una mujer todavía joven y bella. Ella acepta el trato, y la ultima escena es maravillosa mostrando solo las piernas de ella calzadas con alpargatas, que representan un calzado humilde, de sometimiento, caminando de espalda hacia no sabemos donde. Las actuaciones son excelentes, tanto de Viviane como de los dos abogados. El espectador se queda con este final abierto, ya que nos deja pensando si la promesa será cumplida . Mary Gondra- 15/1/16
Hoy la ví, y recién ahora leo la reseña. Coincido con el crítico que la película logra evitar el "teatro filmado", algo difícil de lograr en un ámbito tan limitado. Y justo la persona que fue conmigo comentaba que le recordaba a Juana de Arco de Dreyer, como resalta Dufo. Hoy más que nunca, y en homenaje al fallecido Berugo Carámbula, Alcoyana-Alcoyana, Capri-Capri, Ultracomb-Ultracomb.
Desde el Sidney Lumet del comienzo que se no se ve a personajes en pugna alrededor de una dialèctica iluminadora, que transcurre en un àmbito cerrado de 6 por 4, y resuelta expresivamente, alli como ahora, con el màs puro sentido del cine Como dice Hernàndez es una pelicula contundente, demoledora, que no deja a nadie afuera inmune, de los lugares comunes en que solemos encasillar a las relaciones entre los gèneros y con el agravante de mandatos ancestrales religiosos que atentan en ocasiones, contra la naturaleza esencial del ser humano. Constituye dos horas de intensa impregnaciòn del espectador con los distintos puntos de vista que se desarrollan quirurgicamente en un guiòn idem. No se como se me vino el recuerdo de la imàgen de la Falconetti en Juana de Arco de Dreyer -corro el riesgo de ser vilipendiado por esto pero hay un parecido en en el rostro de Viviane- . En este caso es una mujer que practicamente se inmola por conseguir su intima libertad, aùn probablemente, al precio de renunciar a su plenitud de hermosura apetecible. Como en el caso de Dos dias y una noche esta pelicula no se la deberian perder quienes acostumbran a culminar una salida al cine con amigos para comentar sus resonancias Pareciera que el cine hecho por hermanos tienen un costado muy virtuoso.
Una película impecable. La intensidad del cuento, el trabajo de los intérpretes, es apasionante. Se deja ver con la tensión de un policial.-