La habitación del pánico

Un Stephen King puro, concretado por sólidos artesanos europeos a partir del trabajo de tres guionistas norteamericanos y el aporte de un gran actor: John Cusack. No es una obra maestra, pero ante tanto cine de terror sádico y descartable, se trata no sólo de una buena película sino de un verdader bálsamo.

1408 (Estados Unidos/2007). Dirección: Mikael Hafström. Con John Cusack, Samuel L. Jackson, Tony Shalhoub y Mary McCormack. Guión: Matt Greenberg, Scott Alexander y Larry Karaszewski, basado en un cuento de Stephen King. Fotografía: Benoît Delhomme. Música: Gabriel Yared. Edición: Peter Boyle. Diseño de producción: Andrew Laws. Distribuidora: UIP. Duración: 104 minutos. Apta para mayores de 13 años. Un realizador sueco, un director de fotografía y un músico franceses, un diseñador de producción y un editor ingleses, tres cotizados guionistas norteamericanos contratados para adaptar un cuento escrito en 2002 por Stephen King y un elenco típicamente hollywoodense (aunque estamos, casi, ante un unipersonal del gran John Cusack) hacen de este exponente del cine de terror un buen producto con un toque de sabor europeo.

Mike Enslin (Cusack) es un escritor de best-sellers del tipo Diez casas embrujadas o Diez cementerios embrujados. Como cierre de su investigación para su nuevo libro, Diez hoteles embrujados, decide ir al tradicional y casi centenario hotel Dolphin de la calle Lexington, en Manhattan, y más precisamente, a la habitación 1408, que el gerente (Samuel L. Jackson) insiste en mantener clausurada tras su triste récord: 56 muertes. Pero Enslin, el cínico perfecto, descree de leyendas y supersticiones, de fantasmas y experiencias paranormales.

"Nadie duró más de una hora en esa habitación", le advierte el manager del Dolphin, pero allí se sumerge el escéptico escritor para vivir una experiencia extrema, "diabólica", en la que sufrirá todo tipo de alucinaciones, visiones, apariciones, encuentros cercanos de todo tipo hasta enfrentarse con las peores miserias y traumas íntimos y coquetear con la paranoia y la locura.

El film, por momentos, se torna demasiado explícito y abusa de la parafernalia de efectos visuales en detrimento de la sugestión, el suspenso y el trabajo sobre la psicología del protagonista, pero estamos -de todas formas- ante una historia narrada con dignidad e inteligencia y sostenida por uno de los mejores actores del Hollywood actual, capaz de hacer creíble cualquier situación, cualquier diálogo, cualquier detalle. Entre tanto cine de terror sádico y descartable, 1408 es -por lo tanto- un verdadero bálsamo.