Críticas
Siete almas, de Gabriele Muccino
Todos los males de este mundo
Esta nueva colaboración entre el director italiano y Will Smith resulta un melodrama torpe, ampuloso, manipulador y explícito que acumula los peores clisés y excesos del cine norteamericano.
Siete almas (Seven Pounds, Estados Unidos/2008). Dirección: Gabriele Muccino. Con Will Smith, Rosario Dawson, Woody Harrelson, Michael Ealy, Barry Pepper, Elpidia Carrillo. Guión: Grant Nieporte. Fotografía: Philippe Le Sourd. Música: Angelo Milli. Edición: Hughes Winborne. Diseño de producción: J. Michael Riva. Distribuidora: Sony Pictures. Duración: 123 minutos. Con películas como Ahora o nunca, El último beso y Ricordati di me, Gabriele Muccino se convirtió no sólo en uno de los directores más taquilleros del cine italiano sino también en el de mayor proyección internacional. Aquellos films demostraban una indudable eficacia para la puesta en escena y la narración de estructura coral, pero ya evidenciaban cierta tendencia a la manipulación, el exceso y a la moraleja aleccionadora.
No extrañó, entonces, que Muccino fuese convocado por Hollywood, pero sí sorprendió que su padrino resultara nada menos que Will Smith, el cómico y héroe de acción más popular del cine norteamericano. El problema es que el astro afroamericano no lo convocó para el tipo de productos que suele encarnar con mucha gracia y naturalidad sino para pomposos melodramas como En busca de la felicidad y este engendro llamado Siete almas.
Voy a ser claro y contundente: Siete almas es algo así como la sumatoria de los peores males del mal cine hollywoodense. Un melodrama obvio, recargado, explícito, grandilocuente, solemne, pretencioso, lleno de golpes de efecto, de confesiones íntimas sobre los grandes temas de la existencia humana, que aborda cuestiones como la culpa y la redención de una manera maniquea, burda y demagógica. Un guión pensado para conmover y hacer llorar, pero que ni siquiera logra esos objetivos con las armas más arteras de la narración cinematográfica.
Will Smith (un actor que suele convencerme en casi cualquier registro pero que aquí está intolerable) interpreta a un exitoso ingeniero aerospacial cuya vida se derrumba tras un accidente automovilístico (causado por chequear su celular mientras manea) en el que mueren siete personas, incluída su esposa. Ben se convierte entonces en un alma en pena, un despojo humano que coquetea con la idea del suicidio. Pero luego decide "paliar" en parte la culpa y el dolor ayudando -de una manera que es mejor no adelantar- a siete personas que sufren crisis casi terminales (una joven que necesita un trasplante de corazón, un músico ciego, un niño negro que necesita una operación de médula, una madre latina golpeada por su marido, un viejo entrenador de hockey...). El amor, por supuesto, cambiará radicalmente las cosas, mientras Muccino apela a flashbacks torpes, a una música ampulosa e invasiva, a diálogos forzados y a imágenes dignas de las tarjetas postales más cursis. Un verdadero despropósito artístico.
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