Críticas

Fuerza-G, de Hoyt Yeatman

Tu país te necesita

Esta producción animada de Jerry Bruckheimer sobre unos conejillos de Indias devenidos en agentes secretos tiene un gran despliegue visual, pero una mirada ideológica bastante cuestionable.
Estreno 30/07/2009
Publicada el 30/11/-0001
Calificación: ** (Máximo: *****)

Fuerza-G (G-Force, Estados Unidos/2009). Dirección: Hoyt Yeatman. Con Bill Nighy, Will Arnett, Zach Galifianakis, Kelli Garner y las voces de Favio Posca, Eduardo España, Jorge Arvizu y Gloria Estefan. Guión: Cormac Wibberley, Marianne Wibberley, Ted Elliott, Terry Rossio y Tim Firth. Fotografía: Bojan Bazelli. Música: Trevor Rabin. Edición: Mark Goldblatt, Jason Hellmann, Bud S. Smith y M. Scott Smith. Diseño de producción: Deborah Evans. Distribuidora: Disney Duración: 89 minutos. Apta para todo público. Se presenta exclusivamente en versión doblada al castellano. En salas 3D y salas 2D. Es fácil opinar. Es fácil decir cualquier cosa sin hacerse cargo. Es fácil, también, a veces, al reseñar una película mala hacer un sinnúmero de garabatos y “sacársela de encima”. Es fácil comentar -¿o no?-, lo que no es fácil es salir del lugar común y la rutina de la pereza del pensamiento. Fuerza-G es uno de esos ejemplos que tientan a hacer reseñas “rápidas y listas”, lo más parecido a una minuta gastronómica en el mundo de la industria cultural del que forma parte la crítica.

También es fácil achacar errores elementales, sobre todo cuando los responsables de una película mala se toman muy en serio la peregrina idea de “es una película para chicos, no se dan cuenta”. En Fuerza-G hay de estos errores por doquier (una agente especial roedora que es presentada como canadiense y ¡caribeña! alternativamente, un malo que por un giro de última hora se vuelve bueno sin explicaciones, problemas de continuidad serios no resueltos en montaje, etc), pero es lo de menos cuando una película como ésta plantea inconvenientes más graves.

El lugar común ineludible en esta producción de Jerry Bruckheimer es el ya clásico factor ideológico, a la retaguardia de casi cualquier valor progresista (algo que, planteado inteligentemente, podría hacer interesantes a ciertas películas de esa factoría meramente por su incorrección política). La cuestión aquí no es hacer una caza de brujas (el cine de Tim Robbins o Sean Penn no es mejor que el de Lars Von Trier o Michael Haneke por ser más “progre”), sino ver de qué manera la misma película trabaja con su costado más reaccionario. Mal que pese el referencialismo, una película reciente como Gran Torino ponía en escena, con toda la incorrección política del mundo a cuestas, el cómo lidiar con el aparente conservadurismo ideológico y mirar a la bestia de frente.

El problema de Fuerza-G es que no hay conciencia de sus materiales. Ni siquiera materialidad pura y disfrutable como tal (y eso que hablamos de una película atravesada por la hiperrealidad del sistema 3D). No vamos a pedir un film autoconsciente o reflexivo. Pero, al menos, ubicuo en lo que hace al juego que juega, es decir, implicado en el cuento que cuenta. De ahí que lo insostenible de la película no sea la celebración de las “fuerzas de seguridad” en código de película infantil (clasificación vaga y descalificadora si las hay), ya que desatender al film por desacuerdo ideológico sería erróneo. El problema es que la película no logra ir más allá de sus narices porque no termina de apostar ni dialoga de forma alguna con dos materiales básicos: la plasticidad de su imaginario visual hiperreal y abstracto al mismo tiempo (sólo disfrutable en 3D) y la densidad  ideológica de la ya clásica -en Disney- metáfora referencial del mundo “humano” (reaccionario por sobre todo) en donde las figuras no humanas no son personajes de un mundo autónomo (pensemos en Pequeños Guerreros, por ejemplo), sino excusas para hablar…¡del mundo humano!. El resultado es que el mundo de los efectos está para dar unidad visual a un armazón narrativo endeble, sostenido por un espíritu que Los Simpson hubieran definido con un “Join the navy”. Militarismo sin dirección con cebita en vez de pólvora, digamos.

¿Y de qué trata? Brevemente: un grupo de seguridad -conformado por hamsters- desdeñado por el FBI, termina siendo aceptado por el mismo FBI luego de salvar al mundo. Eso. Pero mientras muchas películas se hacen con pocos elementos como ésos (John Woo lo hizo cuando dirigió Misión: Imposible 2, pero llevando un mundo de lugares comunes a la pura abstracción) en la película de Disney tenemos el factor de referencia de la metáfora del mundo humano como algo inapelable. 

Un universo de personajes de los cuales se descree. Un universo visual muy cuidado y elaborado, pero finalmente olvidable. Un universo bonito que nos asegura que no hay nada más lindo que portar una placa dorada en el pecho. Sí, infantil.

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