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Crítica de “Temporada de caza”, de Natalia Garagiola - #Venezia74
Esta ópera prima con el debutante Lautaro Bettoni, Germán Palacios, Boy Olmi y Rita Pauls tuvo su estreno mundial en la sección Semana de la Crítica de la Mostra, antes de su lanzamiento comercial en Argentina (14 de septiembre) y de su paso por la competencia Horizontes Latinos del Festival de San Sebastián.
La relación padre-hijo, la crisis de la adolescencia y los paisajes patagónicos en invierno parecen ser tres constantes del cine argentino que Natalia Garagiola combina con rigor, inteligencia y sensibilidad en su primer largometraje.
Nahuel (Lautaro Bettoni) acaba de sufrir la muerte de su madre y no encuentra la manera de canalizar la angustia, el vacío y el dolor. Tiene respuestas hirientes, algunos arranques violentos, pero en general la procesión va por dentro y termina aislándose del mundo, mascullando la bronca y la impotencia. Apenas se comunica con el segundo marido de su mamá (Boy Olmi) y la situación es tan tensa e inestable que se verá obligado a viajar a San Martín de los Andes, donde vive su padre (Germán Palacios), a quien no ve desde hace una década. Ernesto es un guía de caza, ha formado una nueva familia (numerosa) y no tiene demasiada paciencia para soportar los desplantes y arrebatos de un hijo (muchas veces agresivo, desubicado y provocador) al que prácticamente no conoce.
La rebeldía adolescente y la búsqueda de romper los límites (aquí exacerbadas por una tragedia) son descriptas por la guionista y directora con una bienvenida economía y austeridad. Los diálogos son mínimos porque bastan ciertos gestos, actitudes o simplemente pequeños detalles para exponer en toda su dimensión las contradicciones tanto del padre como del hijo, así como sus incapacidades y frustraciones.
Para la construcción de ese universo de violencia contenida (las armas de caza y la crudeza de la vida rural están siempre rondando el lugar), de creciente incomodidad y tensión, es fundamental el contexto geográfico, el trabajo visual (el director de fotografía fue Fernando Lockett), sonoro (a cargo Santiago Fumagalli) y el tempo narrativo (la edición fue de Gonzalo Tobal).
Snowboard, skate, graffitis, celulares, hip hop, alcohol y porros, despertar sexual... Los elementos juveniles son los habituales en estos relatos de iniciación, reconciliación y redención, pero Garagiola los maneja (al igual que herramientas narrativas como el plano secuencia) con una madurez poco frecuente para una cineasta debutante. El resultado es una fascinante y al mismo tiempo desgarradora incursión en ese universo tan desconcertante e inasible como el de la dinámica adolescente.
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