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Dos críticas de “Soldado”, de Manuel Abramovich (Competencia Argentina) - #MDQFEST

El realizador del cortometraje La reina y de los largos Solar y Años luz se luce con este acercamiento a la historia de un joven que ingresa a la formación militar.

Publicada el 23/11/2017


Reseña 1, por Josefina Sartora

Rigurosa, impecable y significativa, la última película de Abramovich supera en mucho a su ópera prima, la premiada Solar. En poco más de una hora, este documental con elementos de ficción presenta las condiciones de un hombre joven que hoy ingresa en la escuela militar. Sin concesiones, pasa por los distintos entrenamientos, desde la primera revisión médica:

-¿Por qué quiere ser militar?

-Porque siempre me gustó. Y para hacer feliz a mi mamá.

Cómo hacer el saludo, o la venia, cómo tender las cama según el día de la semana, cómo cuidar las botas, aprender de memoria las partes de un arma, el entrenamiento físico, a todo pasa revista Soldado. Pero lo más llamativo es dónde se coloca la cámara: con primeros planos fijos del soldado, todo lo demás queda fuera de campo: el instructor, el compañero, los ambientes abiertos y cerrados, con algunas panorámicas de las prácticas físicas y de marcha.

La película no hace comentarios, no abre juicios, sobre todo plantea interrogantes tácitos sobre ese grupo humano, los militares, que después de la dictadura parecen tener como uno de sus objetivos más importantes aprender a tocar el tambor.



Reseña 2, por Diego Lerer

El documental del realizador del premiado corto La reina se centra, como su título claramente lo indica, en un soldado, un cadete del Ejército Argentino. A lo largo del film, de carácter observacional, la cámara de Abramovich retratará las rutinas cotidianas de un ejército que no parece tener más misión que llevar adelante sus propios y clásicos rituales: marchas prolijas, cánticos casi infantiles, instrumentos afinados para músicas rudimentarias, rutinas diarias que deben cumplirse a la perfección. “Al pedo pero temprano”, como decía un General.

Sin subrayar de modo alguno lo que se ve, el director muestra esas rutinas como si fuera una suerte de teatro kabuki, de figuras recortadas en el espacio haciendo sus pasos, con su soldado protagónico cumpliéndolas a rajatabla (la explicación de cómo deben doblarse las sábanas según el día es antológica, lo mismo que algunos cánticos) pero dejando sutilmente entrever un cierto fastidio o desgano por la mecanización de su trabajo, trabajo que él eligió hacer, confiesa, un poco para darle el gusto a su madre.

El documental seguirá a su protagonista en un regreso a su hogar y también lo meterá en una situación más compleja y ambigua a partir de lo que sucede cuando otro soldado se suicida. La manera en la que sus superiores reaccionan ante esa muerte y adoctrinan al resto de sus compañeros a continuar es, acaso, el momento en que se puede sentir con más claridad una mirada crítica sobre la institución.

El resto es lo que es y Abramovich jamás ironiza de manera directa. Si las rutinas y rituales son un poco ridículos es porque, bueno, lo son y la puesta en escena plana simplemente las refleja, sin burlarse de los soldados ni de sus superiores, los que quizás pueden quedar un poco absurdos solo por su tenaz y virulenta manera de ocuparse de asuntos nimios como si se estuviera en un frente de batalla. Yo no hice “la colimba” (el servicio militar argentino), pero imagino que muchos de los que la hicieron en tiempos de relativa paz (no cuenta la época de la dictadura y menos la Guerra de Malvinas) se sentirán identificados con el soldado que oficiosa y efectivamente transpira, va, viene y se esfuerza para mantener una mitología que, al menos hoy, parece más una puesta en escena que otra cosa.

Si algo diferencia a Soldado de algunos otros documentales locales que retratan a personas dejándolas al borde del ridículo es que, primero, ese “ridículo” se manifiesta sin necesidad de subrayados y quizás no todos lo vean así (lo que para algunos es absurdo para otros puede ser tradición). Y, especialmente, de haber algún tipo de ironía esta se aplica sobre los poderosos y no sobre los esforzados y sacrificados soldados, los protagonistas de una situación cuyo absurdo ellos sufren y no provocan. Como La reina, es un film que se identifica con las víctimas de tradiciones que, en el fondo, son humillantes, absurdas y hasta agresivas con ellos.


Más críticas de la Competencia Argentina por Diego Lerer en el blog Micropsia


Nuestra entrevista con Manuel Abramovich




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