Festivales
Entrevista a Mónica Lairana, directora de “La cama” (Forum) - #Berlinale
Reconocida actriz en films como El patrón, El cielito y Mujer lobo, Lairana realizó un par de premiados cortometrajes (Rosa y María) y ahora presenta en la sección más audaz del Festival de Berlín su ópera prima sobre la intimidad de un matrimonio (Alejo Mango y Sandra Sandrini) que atraviesa una crisis terminal.
-¿En qué sentido ves La cama como una continuación (y en qué se diferencia más allá de la duración) de tus cortos Rosa y María?
-La cama es una continuidad natural porque profundiza los mismos intereses que como realizadora venía experimentando en los cortos. Casi sin proponérmelo volví a zambullirme en la idea de capturar la intimidad de mis personajes (en este caso de una pareja) convencida de que en esos momentos íntimos es donde se condensa la esencia de las personas, su humanidad. Por eso, al igual que en los cortos, trabajé la puesta en escena pensando casi exclusivamente en retratar ese mundo privado y en acentuar la sensación de intimidad. Trabajé con el propósito de que el espectador se sintiera un voyeur del mundo íntimo de la pareja y del dolor que atraviesan.
También volví a trabajar con los cuerpos y la desnudez. Hay una búsqueda expresionista en los cortos que se repite en el largo. Es algo vinculado a la idea de utilizar a los cuerpos como el elemento narrativo por excelencia, por encima incluso de los dialógos. Son los cuerpos los que en verdad me conmueven y me conducen a contar historias. La brutal y a la vez hermosa potencia que tienen en la pantalla es lo que me atrapa. En La cama, antes del guión, la primera imagen que tuve fue la del cuerpo de un hombre y una mujer desnudos, devastados, tirados en el piso de una habitación, con las cabezas gachas. Esa imagen fue un disparador. Otro punto en común es el interés por abordar la sexualidad, deserotizando a las situaciones sexuales y utilizando el sexo para hablar de otros temas.
No puedo distinguir con claridad en qué se diferencia mi largometraje de los cortos. Trabajé muy convencida de que no debía abandonar el camino que había empezado a transitar. Y a la vez siento que disfruto profundizando ese camino. Me resulta un poco incompresible cuando algunos directores no desarrollan en sus primeros largos las búsquedas que venían haciendo en sus cortos, porque el resultado es algo más impersonal. Por el contrario, yo quería seguir aprendiendo -y equivocándome quizás- pero sin dejar de lado mi manera personal, mi propio pulso.
-La crisis de pareja y las relaciones sexuales en la madurez no suelen ser abordadas en profundidad en el cine (y mucho menos en el argentino). ¿Por qué te interesó particularmente en el caso de La cama?
-La sexualidad es un tema que me interesa abordar siempre. No me lo impongo, simplemente no puedo evitarlo. Las historias surgen y es un proceso natural el que me va llevando a escribir escenas donde los personajes muestren o insinuen su relación con el sexo. El sexo está muy ligado a nuestra esencia como personas. Es la emoción que nos liga directamente con la pulsión de vida. Sin embargo, aún persiste una especie de tabú acerca del sexo, sobre todo en lo que respecta a la sexualidad de las personas mayores. Hay una suerte de implícito cultural que sugiere que una mujer a los 60 años ya no es un ser sexual. Y esa idea me enoja mucho, porque además acarrea otras como por ejemplo que el cuerpo de una mujer que pasó los 40 ya no sirve y es hora de empezar a taparlo. Vivimos una cultura que enaltece a niveles insólitos la belleza de la juventud, y desprecia los cuerpos que envejecen. Para mi todos los cuerpos son bellos. Y un cuerpo desnudo refleja belleza tenga la forma que tenga, porque nos enseña el paso del tiempo, de la vida.
Por otro lado, no siento que la película aborde la crisis de una pareja, sino más bien una separación en su instante final. La crisis ya pasó y ahora la pareja enfrenta junta la decisión que ha tomado. Jorge y Mabel comparten quizás lo último que hagan en compañía del otro, que es desarmar la casa familiar y dividir sus pertenencias. Pero sobre todo despedirse de la relación, del maravilloso universo cotidiano que han compartido tantos años juntos. Me interesaba posar la mirada en esos pequeños gestos y actos de la vida cotidiana. Y retratar la separación de una pareja alejada de la idea de que todas las separaciones son violentas u horribles. Quería narrar la separación de dos personas que tienen un vínculo mucho más amoroso, donde la separación no destruye lo humano. Una relación donde se manifestara que más allá de cualquier diferencia, el amor hacia el otro como persona puede elevarse por encima de todo.
-La película transcurre en una casa (mucho en una habitación y en especial en una cama), apuesta al plano fijo, tiene muy pocos diálogos. Es un film muy austero y al mismo tiempo muy intenso y angustiante en lo emocional ¿Cuáles fueron las ideas y búsquedas en lo formal, en la construcción de climas y en el trabajo con los dos únicos actores?
-Todas las ideas tuvieron que ver con la intención de generar la sensación de estar espiando la intimidad cotidiana de una pareja. Por eso ubiqué la cámara distante a los personajes. La coloqué casi siempre afuera de las habitaciones donde transcurre la acción, como si el espectador se encontrara en la situación de poder espiar lo que pasa puertas adentro. La distancia de la cámara a su vez me permitía jugar en el plano sonoro una lejanía que me interesaba. Los diálogos son pocos, y además intencionalmente superfluos, porque lo importante no está en los que ellos dicen, sino en el trabajo plástico sobre sus cuerpos. Y en cómo esos cuerpos se comunican entre sí. Me interesaba observar la cercanía, los roces, la cotidianidad de esos cuerpos que se relacionan con otra lógica diferente a la razón, tienen sus propias contradicciones. Y en ese sentido me pareció interesante plantear la cama como escenografía principal, como el elemento representativo de la pareja, mientras que sus diferentes usos como a los estadíos de la relación.
Pienso que la elección del plano fijo acentúa una sensación de verdad, sobre todo en combinación con la duración de los planos. El tiempo transcurre frente a nosotros en cada escena, y hay una decisión muy meditada de optar por esas largas duraciones, y por un ritmo general calmo. Quise salirme de la velocidad en la que vivimos inmersos en la actualidad, arrastrados por la tecnología y la demanda de productividad. La imposibilidad de detenernos a posar la mirada en el otro nos está conduciendo a un mundo cada vez más deshumanizado e insensible. Estoy convencida de eso. Estamos matando la empatía. Por eso pienso a mi película también como una invitación a abandonar esa exigencia de velocidad, a dejarse llevar por la contemplación a un otro.
En cuanto a lo sonoro, elegí que la película sea silenciosa porque quise experimentar sustrayendo y aminorando un sentido para profundizar el otro, para agudizar la mirada. Y con los actores la premisa era clara: ellos debían estar cómodos con sus cuerpos desnudos, muy despojados, sin ninguna actuación que los vistiera de algún modo. El trabajo era sobre todo interno, de mucha calma y poco histrionismo. Y cuando se necesitaba por guión que alguna emoción explotara entonces el trabajo era plástico, o coreográfico, para expresar a través de sus cuerpos, y de las formas rugosas e imperfectas, lo que a los personajes les pasa.
-¿Qué expectativas tenés con este estreno mundial en el Forum de la Berlinale y cómo sigue la carrera de la película?
-Todavía no tengo trazado un recorrido futuro, la selección en la Berlinale nos agarró apenas terminando la posproducción de la película. Estrenar en Berlín seguramente nos ayudará a tener un buen camino. La expectativa siempre es la misma: que lo que uno filmó llegue a los espectadores y los lleve al lugar de emoción y reflexión que me interesaba y me impulsó a filmarlo. El encuentro con el público, con sus sensaciones es algo que disfruto muchisimo porque siento que es muy enriquecedor. La cama es una película muy simple, pero a la vez siento que es muy compleja. Es una película netamente emocional, donde el hilo conductor es el estado anímico de los personajes. Y en ese sentido la apertura emocional es fundamental para empatizar con ella. Y en eso va lo que el espectador esté dispuesto a dar.
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Sra Directora la felicito!!! Que le den premio, se diga "opera prima" de un bodrio terrible.. es admirable. Sus 1° planos del culo ..etc son devastadores. Una reverenda cagada su peli.