Festivales

Sorpresas y rarezas recomendadas por el equipo de programadores - #BAFICI

Un recorrido “pop” (así lo definen ellos) por 20 títulos (y algún bonus) de esta 20ª edición.

Publicada el 06/04/2018


-Violence Voyager, de Ujicha (Competencia Internacional)

¿Qué pasa si South Park, La hora chanante y David Cronenberg hacen una orgía, se cansan y deciden hacer una versión pirata de una película de Steven Spielberg? Violence Voyager es la respuesta, y es una inesperada, viscosa, animada respuesta, que desde una técnica visualmente encantadora (la “gekimation”) crea un infierno que sonríe como pocos.



-Bruk Out! A Dancehall Queen Documentary, de Cori McKenna (Sección Pasiones)

Carne sobre carne. Carne sobre el asfalto. Carnes que bailan bruk out. En otra palabras, Brujería pélvica en la calle, en el escenario, en donde sea. Documental con 1000 watts de seducción, de cálidez (si, exacto) y de intéres por desacticular visiones moralistas sobre un baile que mezcla movimientos de estrella porno con el Cirque Du Soleil. Siguiendo seis vidas, seis reinas, que aman el baile, sus cuerpos, el poder que les brinda, y demuelen preconceptos, aquí hay un documental que sabe ser político, callejero, dedicado y lascivo, todo bien apretado, sacudido y sin vergüenza alguna. 



-Luz, de Tilman Singer (Competencia Vanguardia y Género)

Texturada al estilo del terror de los años '70 y con tics preciosos de los '80, Luz es un acercamiento distinto, casi hereje y surreal, a “una posesión” en el cine. Sonidos que corroen la imagen, que la recorren como un demonio se pasea por una habitación encantada, actuaciones que oscilan entre la exageración y el “bodysnatcherismo”: todo eso define a una película distinta como esta, una ópera prima que confía más en los sentidos que en la cinéfilia. 




-World of Tomorrow Episode Two: The Burden of Other People’s Thoughts, de Don Hertzfeldt (Competencia Vanguardia y Género)

El mejor animador del mundo, Don Hertzfeldt, vuelve a su mundo del mañana. Y cualquiera que crea que Rick & Morty, BoJack Horseman o varios más milagros de la animación actual lastiman con la misma intensidad que hacen del medio una perfecta relectura de la vida hipermoderna tendrá aquí su película del festival. Simple, lascerante, feliz, lastimada: duele lo mucho que Hertzfeld dice sobre ser humano tan solo animando los audios de su sobrinita. 



-Gutland, de Govinda Van Maele (Competencia Vanguardia y Género)

Y entonces Un oso rojo decide ponerse más Diménsión desconocida de lo que uno podría imaginar, y así la fábula del forajido herido pero noble y que encuentra algo que cuidar en ese pueblito remoto se convierte en el capullo de una de esas películas que cuesta saber dónde colocar en la acomodadita, apretada y demasiado básica biblioteca de categorías que tenemos para el cine.  



-Averno, de Marcos Loayza (Competencia Latinoamericana)

¿Se acuerdan cuando Terry Gilliam sorprendía por barroco, por diseño, pero también por volcánico, por meterse con ganas de quemar en lugares donde el cine decidía meterse con pinzas? Averno tiene algo de eso. Es fastuosa, y decide calzarse leyendas andinas varias en un recorrido más cercano a una película de Ghibli que a la idea que se tiene de “el cine latinaméricano” en muchos festivales. Así, entonces, acá hay canchereada, hay fisicidad de lo fántastico a lo Del Toro, hay colores magnéticos, hay diseño de catch, y hay un héroe. Una película que se ánima a ser gran guiñol y que sale bien vestida de esa aventura.  



-Next Door Spy, de Karla Von Bengtson (Sección BAFICITO)

¿Agatha Christie resolviendo crimenes a los 10 años? Disculpen, pero cualquier fascinado con reciclajes de la cultura pop (aquí, claro, el misterio) debería sentarse frente a esta animación danesa, de esas que lograr salir de la sombra godzillesca de Pixar, Disney y compañía y terminan siendo entrañables, arriesgadas, sentidas y, claro, resueltas. 





-La directiva, de Lorena Giachino (Competencia Latinoamericana) + ContraPelota, de Diego Crespo (Sección Pasiones)

Futboleros, bienvenidos al BAFICI. Dos documentales, los dos inteligentes, y no solo por sus ideas (que entienden la política de clases como principal campo de juego antes que las técnicas en la cancha) sino por su capacidad de mezclar comedia, personajes entrañables, detrás de escena y (por sobre todo) pasión. Y eso lo hacen para terminar siendo no tanto dos documentales sobre el fútbol sino dos versiones sobre la aventura de nunca soltar aquello que define, para bien o para mal, nuestro lugar, así sea en una cancha o en el mundo. 



-Muppets Guys Talking, de Frank Oz (Sección Personas y Personajes)

Creadores

De

Los Muppets

Hablando. 

¿De verdad hay que escribir algo más?



-Southern Belle, de Nicolás Peduzzi (Sección Operas Primas) 

Uno de esos documentales que saben fascinar con su protagonista. Acá hay con que. Taelor Ranzau es una heredera, una texana, una que se ha definido más por los excesos (que ella hoy los considera así) que por otra cosa y aquí, en estas noches, la cámara decide acompañarla. En esas literales cacerías nocturnas, en esos bares, la película mira a los ojos de la América de Trump pero también se enamora de una persona que es capaz de hacer de una canción de Julio Iglesias cantada en un estacionamiento un regalo enorme de cine.



-Valley of Shadows, de Jonas Matzow Gulbrandsen (Sección Operas Primas) 

Más Edward Gorey que Anhilation, Valley of Shadows decide jugar con todas las herramientas, todas las claves, del terror gótico, de ese que Tim Burton hizo juguetería y museo y que Let the Right One In hizo vital nuevamente. Aun así, sus pasos son más medidos, lejanos a la espectacularidad, y más cercanos al terror literario, al uso de la sombra como absoluto más allá y de la infancia como la aventura más peligrosa a la hora de los cuentos.




-Hearts Beat Loud , de Brett Haley + Infinity Baby, de Bob Byington (Ambas en la sección Comedias)

Su majestad Nick Offerman posee dos gemas, dos formas de hacer una comedia sentida, en el BAFICI. La primera es de esas películas cálidas, intencionalmente pequeñas, que uno necesita para tener proteinas cinéfilas (con música, con instantes deportivo-musicales y todo). La segunda es la nueva película de Byington, cuyo absurdo no esconde, nunca, su desolación, su enojo, y aun así logra que una comedia sobre bebés que no envejecen sea una forma luminosa de no entender (porque no se lo merece) el mundo en que vivimos.



-Tiburcio, de Cristian Pauls (Sección Familias)

Cristian Pauls vuelve al documental, y a Fortín Tiburcio, el sitio de las viejas vacaciones familiares. Con modos de detective, que hasta incluyen una foto de la cual se desconoce el rostro de alguien y así aparece el misterio familiar, la película cancela la nostalgia y entiende (o mejor, quiere entender y lo demuestra) qué implica el paso del tiempo y por qué la memoria decide siempre, cuando quiere, llevarnos a esos lugares donde ya estuvimos.



-Shut Up and Play The Piano, de Phillip Jedicke (Música) 

Jarvis Cocker, Peaches, Daft Punk, Feist: más allá del camino de llegada a Chilly Gonzales, esta película, este documental, deja en claro ese magnetismo que solo los documentales de música que saben envolver a su leyendan generan. Irracional, pasional, eufórico, majestuoso, cómico: Gonzales es todos los Gonzales posibles (y eso sí que es una lista) y eso termina siendo una fiesta, un encuentro, uno hipnótico, con un músico más grande que su propia leyenda.



-Metal contra metal, de Juan Schmidt (Sección Pasiones)

¡Batallas medievales en el Gran Buenos Aires! Schmidt se mete en un mundo a las chapas, uno donde la idea de usar una armadura no contradice el plan para el próximo sábado, y donde la épica aparece, precisamente, en el sentido comunal, en la falta de prejuicios sobre quién puede pelear y quién no. Todos chocan, y así conocemos una forma de comunidad que esconde y protege una idea de felicidad, coraje, absurdo y, por sobre todas las cosas, humanidad. 




-Roller Dreams, de Kate Hickey (Sección Pasiones)

Rollers en Santa Mónica: ¿quién pensaba que en esa historia se podría ver casi con minuciosa certeza el estado actual de Estados Unidos? Hickey lo demuestra, con creces, en un documental donde cuenta el ascenso y caída de una Oz destruída, una donde patinar en grupo y de forma coreografíada era dogma, cruz y engrudo de una comunidad. Explica cómo desapareció ese mundo, esa gracia, esa comunidad y así genera uno de los momentos más tristes y poderosos de todo el festival.



-En busca del Óscar, de Octavio Guerra (Sección Películas sobre Películas)

Usted, sí, usted, esa persona que aborrece la mímica moderna de la crítica de cine: aquí está su película. Descubra un mundo mezquino, que mezcla películas, millas de vuelo y la necesidad de calzones importados en una misma tarde y, más importante, en un mismo cerebro. En busca del Óscar es y se hace al mostrar a un crítico, Óscar Peyrou, en festivales, esa comuna pitufa donde la cinéfilia saca a relucir todo la mugre de sus uñas y todas las plumas de su placard. Peyrou es gracioso, absurdo (no podría no serlo: es crítico de cine por profesión), se burla y se confirma habitante de un mundo que parece estar prediseñado para un documental cómico como este. 



-Scotty and The Secret History of Hollywood, de Matt Tyrnauer (Sección Películas sobre Películas)

Hollywood clásico es nuestra entelequia, nuestra Biblia, de donde vienen los milagros, la idea de herejia y, claro, nuestro panteón de deidades en la cinéfilia. Scotty Bowers vivió ese Hollywood. Y lo hizo con hedonismo, siendo, según sus palabras (en literal juicio con algunas familias de las estrellas mencionadas), el proveedor de servicios de escort del Hollywood dorado. Entonces, encantador y fascinante, Bowers cuenta de Cary Grant y su amante, de Eisenhower, de Katherine Hepburn y más. Así de disfrutable, de chismoso, de feliz es Scotty y así lo vive la pantalla.  



-The Green Fog, de Guy Maddin, Evan Johnson y Galen Johnson (Sección Películas sobre Películas)

El siempre festivo, siempre articial y siempre adictivo Guy Maddin vuelve. Y lo hace con una oda al cine que pisó San Francisco. Eso implica nombres que van desde Vértigo a Mel Brooks. Pero, más importante, implica un collage que busca la comedia antes que nada y que crea una sonrisa antes que pleitesia. Un paseo hedonista, cómplice, por un rincón del cine. ¿Qué más pedirle a Maddin? 


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