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Crítica de “The Lighthouse”, de Robert Eggers, con Willem Dafoe y Robert Pattinson (Quincena de Realizadores) - #Cannes2019
El segundo largometraje del director de La Bruja es una propuesta radical y fascinante a la vez. De lo mejor visto en esta 72ª edición del festival.
Que una película extraordinaria como The Lighthouse no haya estado en alguna de las secciones oficiales es un despropósito en sí y mucho más luego de ver algunos films (incluso estadounidenses) que fueron elegidos. Pero dejemos de lado las polémicas y vayamos a lo que propone este audaz, casi experimental y cautivante segundo trabajo de Eggers.
Pantalla casi cuadrada, un blanco y negro digno de los expresionistas alemanes y solo dos personajes durante casi dos horas (en verdad hay también una sirena interpretada por Valeriia Karaman, pero forma parte de las fantasías). ¿Demasiado gótica para ser artie? ¿Demasiado pretenciosa para ser cine de género? Nada de eso (o todo de eso, pero no importa). Porque uno no puede dejar de subyugarse con cada plano de la película, con cada línea de diálogo en un inglés antiguo que parece un dialecto indescifrable (por suerte la proyectaron aquí con subtítulos... ¡en inglés!), con cada gesto, ademán o frase de dos actores en estado de gracia como Willem Dafoe (actuación que ratifica su estatus mítico) y Robert Pattinson (ahora sí en una performance consagratoria).
Estamos en 1890, en un faro del fin del mundo al que llegan el jefe Thomas Wake (Dafoe), que se encarga de custodiar la luz y parece la reinvención del Capitán Ahab de Moby Dick; y el novato Ephraim Winslow (Pattinson), al que le tocan todos los trabajos menores e ingratos. La tensión crece, la soledad también, se impone la locura, abunda el alcohol, llegan las tormentas, el frío y el mar avanza con una potencia irrefrenable.
The Lightouse es un drama de época con ínfulas shakespeareanas, un exquisito duelo actoral, una virtuosa narración (la fotografía del Jarin Blaschke es, otra vez, prodigiosa) que expone la progresiva degradación climática, física y mental; y, sobre el final, un desmadre fantástico con explosiones gore. Con esta excelente continuación queda una cosa muy en claro: La Bruja no fue un golpe de suerte sino apenas la carta de presentación de un director llamado a concretar grandes cosas en el cine contemporáneo.
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Los apartados técnicos son muy precisos. La construcción de la atmósfera sonora, el arte minucioso, y un trabajo de encuadres y dirección de actores estupendo. Con La Bruja y este film noto una autoreferencia en común para abordar distintos temas, y a su vez el uso de lo sobrenatural para reforzar los conflictos psicológicos. Pintura, literatura y mucho cine clásico para crear esta gran obra. Saludos desde San Juan, Argentina.
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