Festivales
Entrevista a Clarisa Navas, directora de “Las mil y una” - #Berlinale
La realizadora de Hoy partido a las tres es una nueva voz en el cine argentino a la que corresponde prestarle especial atención. A propósito del estreno mundial en la inauguración de la sección Panorama de su segundo largometraje dialogamos con esta talentosa artista correntina.
-¿Las mil y una es la primera película correntina que forma parte de la Berlinale? ¿Cómo fue la selección y cuáles tus sensaciones y expectativas?
-Es la primera película de Corrientes en llegar al Festival de Berlín, eso es bastante particular porque en nuestra región y en Corrientes en particular hacer cine es muy difícil. Entonces, si bien hay mucha gente trabajando en la invisibilidad y toda una nueva generación que empieza a salir de los lugares de formación que tenemos, aún la federalización de los recursos para hacer es algo lejano. Por lo cual, más allá de que Berlín sea un inicio muy favorable para la película y le permita seguramente una circulación grande, hay algo de la expectativa que para mí tiene que ver con poner el foco en la producción y en la posibilidad de hacer desde las provincias.
Específicamente en mi provincia, donde nunca se consigue ningún tipo de apoyo y a sabiendas que es la provincia más pobre de Argentina. El arte no es una superficialidad, es la condición necesaria para poder imaginar otros posibles.
Es en ese sentido que mi expectativa está puesta en que esto se replique y poder producir más expresiones que permitan imaginar otras horizontes desde la periferia. Sin la posibilidad de imaginar otros posibles, queda solo la corroboración del sentido común y eso ya sabemos hacia dónde conduce.
-Las mil y una se transforma en One in a Thousand en el título internacional. El sentido no parece ser el mismo. ¿Cuál te parece que responde mejor a la película? ¿Por qué?
-Tema álgido de discusión, la traducción que traiciona. Creo que “Las mil y una” es un juego con el nombre del barrio y la perspectiva o subjetividad de la protagonista, del “una” que engloba una perspectiva de género, del estar siendo mujer en el barrio.
Hay vínculo también con Las mil y una noches y un juego con la expresión de pasar “las mil y una” o me hizo “las mil y una”. La película aloja bastante esa sensación de pasar por mucho; los cuerpos y las vidas se atraviesan de muchos acontecimientos.
Quiero pensar que One in a Thousand puede entenderse como una probabilidad, y que en un punto la posibilidad de esos encuentros luminosos que cambian la trayectoria de una vida, son uno en mil. Pero bueno ya es otro el sentido.
-Más allá de los personajes, las locaciones son grandes protagonistas de la historia. ¿Cómo fue la elección de los lugares?
-La elección fue una especie de ejercicio de reconstrucción sensible. Lugares donde habían ocurrido acontecimientos muy significativos para mí. Construir una escena en esos mismos espacios tenía que ver con volver a trazar ciertas acciones pero dejándolas atravesarse de otras fuerzas.
En ese sentido, fue un proceso muy particular y cada espacio emanaba algo fuerte. Suscita muchas preguntas construir imágenes de aquello que se vive a diario y donde hay una carga emocional específica. Para mí la película es también el barrio; en un principio inclusive había muchas más fugas hacia esos tránsitos y recorridos, porque en un punto la trama siempre enmudece al ritmo, y para mí el ritmo de Las Mil está dado por todo ese fluir constante de vida; mil acontecimientos que están pasando a la vez, desde algo trágico a un gesto muy pequeño que tiene que ver con el cuidado. Por ejemplo, que un vecino pensado delincuente esté plantando un arbolito con mucho cuidado.
Para mí eso traza un modo de existencia muy específico, una forma de vida que dialoga y contradice a la arquitectura tan venida a menos. La película es el espacio, es el barrio y sus voces que nunca se callan.
-¿Cuál es tu relación con Las Mil?
-Me crié ahí y mis mayores afectos viven también ahí.
-Hay algo que llama la atención en lo que mostrás y es la manera en la que convive un contexto difícil con una dinámica de mucha familiaridad y cercanía. De hecho no se ven (o casi no se ven) rejas, ¿Cómo es eso?
-Creo que ahí entran a jugar muchas cuestiones, yo por eso elijo hacer imágenes que partan de un estar adentro, no hacer imágenes sobre, porque siento que solo desde adentro puedo construir imágenes afines a un modo de existencia; que tiene que ver con una forma única y singular, alejada de toda idea lejana de lo que es la marginalidad o de lo que es la inseguridad. Inseguridad es la precarización de las vidas en ciertos lugares, y las rejas no protegen de eso.
De todos modos, en Las Mil, como en muchas barriadas de las provincias, conviven diferentes clases en un mismo sector, entonces hay quienes pueden y creen que necesitan protegerse y ponen rejas, pero la mayoría no.
De todas maneras esto de la familiaridad, tiene que ver con ese modo de vida singular, por eso la película se centra en estos gestos, porque en un punto son modos de estar que están discutidos o puestos en duda en su derecho a existir. Se convive con la violencia que lleva a inexistir a muchas vidas ahí, y cuando esto pasa a veces hay niños jugando cerca. No deja de ser brutal, pero entender el modo y hacer una imagen justa de esto implica correrse de las ideas que nos circulan, casi como en respuesta a contestar la pregunta de: ¿Qué hacer o que le queda a alguien cuando su modo de existencia es puesto en discusión? entonces las imágenes y el barrio para mí se arman contra esto, contra esas tantas imágenes de la marginalidad.
-La película se siente como un viaje, en la que uno entra en ese territorio hasta ahora desconocido. ¿Cómo fue el trabajo en el lugar? (de permisos municipales a convivencia con el entorno) ¿Qué herramientas formales usaste para conseguir ese resultado?
-La película logra adentrarse en el lugar, quizás porque parte de un vínculo del vivir en el barrio, también hay muchos actores y actrices que son de ahí, entonces esto genera confianza. Luego el jefe de Locaciones, Ariel Aguiar Caparra (correntino) fue consiguiendo las casas, haciendo contratos que eran beneficiosos también para lxs vecinos ahí. Esto estuvo muy cuidado desde la producción, que sean intercambios que beneficien a lxs vecinos. El club de Las Mil donde juega la protagonista nos alojó como base.
Luego hubo un trabajo con todo el equipo y la producción de ser lo menos invasivos posible. Hay algo en un set que puede ser una experiencia muy violenta para una comunidad, por el pensar que la vida se debe suspender cuando se filma. Creo que también puede ser una experiencia de construcción entre, una experiencia de cuidado que disloque cierto orden cotidiano pero nunca usando como set al lugar, sino entendiendo la fragilidad del entorno y que una película no es algo tan importante. La película tuvo un equipo que la abrazó en ese sentido y más que permisos hubo gestos de cuidado que forjaron cierta confianza.
Si hablamos de herramientas formales, hay una gran apertura a no intervenir los tránsitos de las personas, aprovechar ese movimiento, los animales que pasan, los caballos que están por todas partes y también recuperar las sonoridades de ese universo que es único.
El barrio está construido con planos secuencias que van tejiendo una imagen en constante movimiento, que se arma entre las cosas del barrio, entre los gritos y los perros que cruzan. También es una imagen reducida que intenta no ver más allá de lo que se ve cuando se vive ahí. Porque una nunca ve tan en gran angular, por ejemplo, ves de a fragmentos de a partes. En esa mirada una ve con lo que puede, con lo que se le fue configurando. En la película las imágenes tratan de armarse así, desde lo que se puede ver y escuchar, resistiendo a la vocación de objetualizar.
-¿Cómo ha sido la elección de los actorxs? ¿Cómo la relación con los lugareños y actorxs no profesionales?
-La elección de los actores fue bastante determinada por una relación sensible particular con cada unx. A mí me interesa siempre trabajar no solo para hacer ficción, sino como modo de resistencia de vida. Entonces tiene que haber una afinidad y un modo de existencia de esas personas que haya sido muy afín a ciertos problemas específicos
En este caso, haber vivido el ser disidente en un contexto hostil y resistir una y otra vez. Estas cosas quedan impregnadas en los cuerpos y eso es algo que no se puede improvisar. A mí me interesa la construcción de presencia, poder estar presente es lo más difícil, requiere de un cuerpo y tener un cuerpo hoy en día, un cuerpo singular, es muy difícil con tantas cosas que nos ausentan y discursos que nos tragan y borronean las singularidades.
De esa manera, lxs actores que actúan en Las mil y una son personas que quiero y conozco de cerca sus vidas y sensibilidades. Es así que pudimos construir esta ficción, que tiene mucho de retazos propios de la vida de cada unx.
Todo el trabajo entre los actorxs profesionalxs que tienen estas particularidades de las que hablo y también lxs que nunca habían actuado antes, ha sido un proceso de comunión y de disfrute inexplicable llevado a cabo durante varios meses junto a Lucas Olivares (AD) con el cual hicimos un trabajo de construcción de todo este entramado.
-En la película pesa tanto la circulación del deseo, como la de los chismes. ¿Cuánto de ficción y cuánto de realidad hay en el peso que ocupan esos componentes?
-El deseo es lo que mueve a todo siempre, y en este caso en la resistencia de muchas vidas que habitan la supuesta condena de vivir al margen, el deseo es lo que hace continuar, y esa fuerza es deseo de vida por sobretodo. Se derrama a través de la sexualidad, del tomarse un retroviral y salir a bailar con todo, porque se sabe que quizás mañana no se viva. Ese deseo en estado puro, creo que muchxs de lxs actores también lo portan en sus vidas, por eso aparece y para mí el proceso también de estar filmando es un momento rebosante de eso, de deseo por todas partes, de lívido que circula porque se está haciendo existir algo que era sólo virtual. Crear un mundo en conjunto es deseo puro y eso es real.
Los chismes por otra parte y lo corrosivo en el contexto de estas palabras, tiene que ver en pequeña medida con lo que siempre atenta contra la vida. Los micro-fascismos con los que se convive a diario y están ahí amenazando cualquier forma de vida que se corra de la normativizado. Y esto es desde la policía llevándose una vecina solo por ser trans, hasta las habladurías y palabras que no son menores en su capacidad de corroer y atormentar las vidas. Nada más virósico muchas veces que la palabra, y esto es real también.
-En relación con lo antes dicho, también sorprende (para bien) cierta aceptación natural de la diversidad. Otra vez, ¿eso se debe a tu mirada o a lo que encontrás en lo que retratas?
-Para mi hay mini esferas de resistencia hasta en los contextos más hostiles siempre, en la película los personajes forman una especie de resistencia queer barrial, armándose sus micro-mundos y ahí hay solo naturalidad.
Creo que hay cierta aceptación contenida, pero peligrosa también, porque en el momento menos esperado recrudece con todo. A los personajes le pasa eso, cada vez que salen un poco del pequeño círculo se encuentran con amenazas, temores que configuran por ejemplo una forma de mirar y de estar que tiene que ver con un existir minoritario.
Una ahí por esos pasillos se arma de un modo de caminar diferente, siempre preparada para salir a correr o defenderse.
Esas son las construcciones de cuerpo específico que para mi pasan mucho por la vivencia, son hasta por ahí reflejos difícil de borrarlos.
-Un término horrible es el de los "nichos". Pero eso de los encasillamientos (por odiosos que sean) a veces ayudan. ¿Sentis que Las mil y una se inscribe en el marco de cierta movida LGBTQ en el cine? ¿Cómo te cae eso?
-¡Me cae mal! (tras un subrayado silencio ríe y aclara) ¡Es broma!
Pienso que son peligrosas las categorizaciones, tienden a reducir el misterio de las cosas, de lo existente. Como no es del “todo normal” es película LGBTQ.
Me parece que en un momento fue muy necesario darle un lugar y visibilidad de nicho. También creo que en ciertos lugares es necesario y por ejemplo un festival LGBTIQ puede ser un lugar de resistencia en zonas donde todo está mal, no desconfío de eso.
Pero hoy en día el capitalismo va más rápido siempre y así como aparece la disidencia, la moldea, la deglute y la vuelve una categoría más, plausible de encerrar afectos y modos de vida que sean identificables y puedan ir bajo la etiqueta.
Eso para mí es muy peligroso, porque al diferenciar también aparta, “objetualiza” y vuelve identificable. Ojalá los afectos se puedan liberar y desconcertar lo suficiente a las categorías del mercado. Pero bueno para eso hace falta inventar otros afectos quizás y liberarse de tanta palabra y corrección política. Volver más a los gestos.
-Otra cosa que llama la atención es el lugar que ocupa el deporte (ya presente en Hoy partido a las tres) y la mirada sobre el "derecho a la salud" que no ampararía a los habitantes de Las Mil, ¿cómo es eso?
-El deporte para mí siempre ha sido una resistencia y también un marco que permite la invención de algo diferente que existe ahí, solo en ese momento, en el deporte siempre se atraviesa un mundo.
Hay algo del cuerpo, del estar ahí presente, que en ese sentido se emparenta con el actuar, no se puede mentir, hay que disponer de un cuerpo y armar presencia como se pueda. Por eso quizás me detengo en el deporte, porque es una fuga hacia otros posibles que la realidad a veces no permite.
El derecho a la salud, o los temas de la salud que aparecen en la película tienen que ver con una carencia específica como en tantas periferias.
Es un tema complejo porque muchas veces tampoco se acude a los centros de salud por temor, esto hablando de la gente disidente. Son años de estigmatización. Hay algo de las ETS por ejemplo que aún perduran asociadas a la manera de castigo, como si fueran un castigo por correrse de cierta regla. Hay mucho catolicismo también en Corrientes, cientos de chicxs que no reciben educación sexual en los colegios porque los padres no quieren que asistan a las clases. Y esto hablando de lxs chicxs escolarizados, ni que hablar de la cantidad que por la misma exclusión, el sistema los va dejando afuera.
Es un problema grande el de la salud y el de la sexualidad cuando hay tantos tabúes y miedos.
La mayoría de la gente no tiene obra social y eso también siempre es esperar a que aparezca un turno o rogar que el cuerpo aguante hasta que pueda ser atendido, así se vive la mayor parte de las veces y eso es realmente triste porque en el medio van quedando vidas.
Ese “derecho” del que tanto se habla también es cuestionado y se pone en discusión: ¿Qué es la salud después de todo? ¿De verdad que es un estado natural del cuerpo? ¿O eso es lo que os hicieron creer? ¿Quiénes tienen derecho a pensarse en un estado de salud? Esas son las preguntas.
-Tras la Berlinale, ¿cuál es el recorrido que sigue para Las mil y una? ¿Ya estás con nuevos proyectos?
-Después de Berlín, Las mil y una tiene varios festivales ya confirmados, va a ser un recorrido lindo el que se viene. En Argentina seguramente se va a estrenar en la primera mitad año, no sabemos aún.
Estoy trabajando en una película de no ficción que la venimos haciendo hace varios años en la frontera de Paraguay y Argentina, con un niño que es el encuentro más luminoso de la vida. Se llama El príncipe de Nanawa.
Y también estoy trabajando en la escritura de una nueva ficción, muy atravesada de realidad, muy “Lgbtiqa” (risas).
Más información:
Crítica de Las mil y una
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