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Crítica de “Mis hermanos sueñan despiertos”, de Claudia Huaiquimilla (Concorso Cineasti del Presente) - #Locarno2021
El segundo largometraje de la directora de la multipremiada ópera prima Mala junta es un canto a la hermandad y la resiliencia.
Mis hermanos sueñan despiertos / My Brothers Dream Awake (Chile/2021). Dirección: Claudia Huaiquimilla. Elenco: Iván Cáceres, César Herrera, Paulina García, Andrew Bargsted, Julia Lübbert, Sebastián Ayala, René Miranda, Luz Jiménez, Ariel Mateluna, Claudio Arredondo y Belén Herrera. Guion: Claudia Huaiquimilla y Pablo Greene. Fotografía: Mauro Veloso. Edición: Andrea Chignoli y María José Salazar. Música: Miranda y Tobar. Duración: 85 minutos.
Ángel y su hermano menor Franco llevan un año en un centro de detención juvenil y ni siquiera tienen fecha para el juicio. La espera y el encierro se hacen eternos y el sueño recurrente de la fuga aparece como única opción para recuperar la libertad. El mayor protege y contiene al más joven, hay una maestra (Paulina García) que los estimula y hasta cierta tensión sexual cuando pueden interactuar con chicas también presas. Sin embargo, el contexto de una familia abandónica (solo los abuelos los visitan) y de unos guardias siempre dispuestos a la represión rápida y violenta no deja de ser angustiante por lo que la llegada de otro muchacho más rebelde e impulsivo aviva los planes para escapar.
Esta segunda película de la directora -de origen mapuche- Claudia Huaiquimilla tras la promisoria Mala junta podría haber caído en los numerosos lugares comunes del subgénero carcelario adolescente, pero -más allá de algunas situaciones que bordean el estereotipo y la bajada de línea- termina siendo un retrato sensible y riguroso a la vez.
Es cierto que el trasfondo es de denuncia respecto de la falta de oportunidades y la desidida institucional, pero la realizadora prefiere concentrarse en la intimidad de sus protagonistas, ofreciendo un retrato psicológico bastante profundo e inteligente, con sus contradicciones, sus momentos de humor y de dolor.
La austeridad, el recato y el pudor que imperan en la mayoría de las escenas se suman a la sensibilidad que afloran en las pequeñas observaciones y la riqueza de los detalles que ofrece Huaiquimilla y a la naturalidad que aporta un elenco de adolescentes capaz de expresar tanto los códigos y lealtades de grupo como las frustraciones individuales. En esos matices reside el principal valor de una película noble y genuina que ratifica el buen camino artístico de su directora.
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