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Especial MUBI: Críticas de películas de Takeshi Kitano, Nanni Moretti y Olivier Assayas

En los últimos días MUBI sumó a su catálogo Hermano (Brother), del japonés Takeshi Kitano; Santiago, Italia, de Nanni Moretti; y Finales de agosto, principios de septiembre (Fin aout, début septembre), del francés Olivier Assayas. Tres películas que constituyen auténticas rarezas dentro de las amplias filmografías de estos autores y que acaban de ser rescatadas por la plataforma de streaming.

Estreno 30/11/-0001
Publicada el 27/08/2021


-Hermano (Brother, Japón, Estados Unidos, Inglaterra/2000). Guión y dirección: Takeshi Kitano. Con Takeshi Kitano, Omar Epps, Kuroudo Maki, Masaya Kato y Susumu Terajima. Fotografía: Katsumi Yanagijima. Edición: Takeshi Kitano y Yoshinori Ota. Música: Joe Hisaishi. Producción de Office Kitano, Jeremy Thomas, FilmFour y BAC Films presentada por Lider. Duración: 113 minutos. Para mayores de 16 años. Se presenta dentro del ciclo Acoger la infamia: Películas de culto de MUBI.

A primera vista y a partir de una lectura superficial, Hermano puede dar varias impresiones equivocadas: que se trata, apenas, de un regreso del realizador japonés Takeshi Kitano al policial más puro y elemental de sus primeros dos trabajos (Violent Cop y Boiling Point), o que estamos ante la concesión de un "autor" que debió banalizar su cine en la primera incursión que hace en territorio norteamericano.

Nada de eso. Bajo su apariencia de thriller seco e hiperviolento, Hermano constituye no sólo un logrado exponente del género sino también un retrato muy valioso del abismo que existe entre Japón y los Estados Unidos: una película inteligente, coherente y muy personal dentro de la filmografía de su director, guionista, protagonista, coeditor y coproductor.

Es cierto que Hermano se aparta bastante de la línea más lírica e intimista de sus largometrajes aclamados en el circuito de festivales (Escena frente al mar, Sonatine, El verano de Kikujiro y especialmente Flores de fuego), pero bajo el ruido ensordecedor de los tiroteos, de los baños de sangre, de las múltiples traiciones y guerras entre pandillas, surge una apuesta con el mismo rigor, la misma carga existencialista y melancólica, y similares dosis de riesgo estético, dramático y narrativo.

Hermano, aun con sus estilizadas escenas de acción y sus toques de humor naïf, se ubica a una enorme distancia de los proyectos que John Woo o Jackie Chan -otras dos grandes estrellas del cine asiático- han encarado en Hollywood. Kitano no intenta mimetizarse con la mirada, las costumbres o el estilo del cine estadounidense. El director de Kids Return -como el personaje de Yamamoto, que él mismo interpreta- es un outsider que llega a Los Angeles para intentar transponer allí las claves de su cine, mientras que el mafioso japonés que encarna trata de enseñar a unos patéticos gángsters afroamericanos los códigos morales, el sentido del honor y la férrea disciplina que trae de la yakuza nipona.

Si bien Kitano concede algunos simpáticos guiños a la cultura norteamericana (como las escenas de basquet con los japoneses quejándose de que no les pasan la pelota o tratando de imitar a Michael Jordan), Hermano es una película que se opone a casi todos los preceptos del esquema narrativo hollywoodense convencional: durante los primeros cinco minutos no hay diálogos, casi no hay golpes de efecto ni picos dramáticos, mientras que las escenas de acción proponen una violencia extrema pero a la vez monótona, en la que no importa cuántos son los muertos (los fanáticos, que abundan en Internet, sumaron 78) sino el porqué de esa inmolación.

Es que este film está lejos de ser la exaltación del heroísmo -como sí ocurre en muchos de los largometrajes sobre yakuzas y en casi todo el cine de Hollywood- sino que propone una desgarradora mirada a esos seres que, al trabajar para la mafia, son prácticamente incapaces de crear vínculos afectivos, hacen del autosacrificio un culto y saben que pueden perder la vida en cualquier instante.

Kitano salta de un sangriento enfrentamiento entre dos familias mafiosas en Tokio, dominado por las milenarias reglas de lealtades y venganzas, a una anárquica guerra de pandillas en Los Angeles, donde Yamamoto y sus secuaces nipones y afroamericanos intentarán dominar los negocios de Little Tokyo y Chinatown asociándose con su rival Shirase (Masaya Kato) y enfrentando a la mafia chicana.

Enfundado como siempre en su traje negro y camisa blanca de seda, con sus anteojos oscursos y su permanente tic en el costado derecho del rostro (producto de un accidente de motocicleta), Kitano vuelve a componer un personaje hierático, imperturbable, implacable: una mezcla entre Clint Eastwood, Charles Bronson, Toshiro Mifune y Gary Cooper, con algunos atisbos de humor físico a lo Buster Keaton.

Otro rasgo de su gran capacidad intuitiva se verifica aquí a la hora de trabajar con actores negros norteamericanos, a pesar de que Kitano prácticamente no habla inglés. La sensibilidad con que construye la relación entre Yamamoto y Denny (el ascendente Omar Epps), que se irá convirtiendo en el "hermano" del título, demuestra que las profundas diferencias idiomáticas y culturales no son un obstáculo insalvable a la hora de la camaradería artística.

La música elegíaca de su talentoso y habitual compositor Joe Hisaishi (en este caso con algunos toques de jazz) y la cuidada iluminación de su fotógrafo Katsumi Yanagijima son otros dos aportes invalorables para una película que, con más de un homenaje al western clásico, se propone un objetivo complejo e inquietante: descubrir la belleza que existe en la estética de la muerte.





-Santiago, Italia (Italia-Francia-Chile/2018). Guión y dirección: Nanni Moretti. Fotografía: Maura Morales Bergmann. Edición: Clelio Benevento. Sonido: Boris Herrera Allende y Alessandro Zanon. Distribuidora: Zeta Films. Duración: 80 minutos. Apta para mayores de 13 años. Se presenta dentro del ciclo Documentales de MUBI.

Santiago, Italia comienza como tantos documentales sobre el breve (1970-1973) pero intenso período de gobierno de la Unidad Popular y el golpe militar que terminó con el bombardeo al Palacio de la Moneda y la muerte de Allende el 11 de septiembre. Más allá del buen uso de materiales de archivo, el sentido didáctico y los atinados testimonios (incluidos los de cineastas como Miguel Littín, Patricio Guzmán y Carmen Castillo), esos primeros minutos no van más allá de un correcto ensayo de corte casi periodístico.

Sin embargo, tras algunas imágenes e historias conmovedoras sobre los detenidos en el Estadio Nacional, la película empieza a dar un giro, un vuelco para encontrar su corazón narrativo y emocional en el activo y decisivo papel que jugó el gobierno italiano para refugiar en su embajada de Santiago a más de 250 perseguidos políticos en momentos en que otros países ya habían dejado de ayudarlos.

Varios activistas que fueron recibidos en la residencia diplomática (en muchos casos saltando una cerca a pesar de la fuerte vigilancia militar montada en las inmediaciones) y luego obtuvieron los salvoconductos para viajar a Italia cuentan sus experiencias en aquel lugar y cómo después fueron recibidos con cariño en su nueva tierra, donde unos cuantos se radicaron, se integraron y aún hoy prosiguen allí sus vidas.

Moretti aparece muy poco en cámara, pero lo hace en momentos decisivos: por ejemplo, cuando enfrenta a un represor al que entrevista en la cárcel y le dice: “Yo no soy imparcial” (ante una bravuconada provocadora del militar). En otros pasajes, se lo escucha haciendo las preguntas justas o tratando de contener a varios de los entrevistados que se quiebran con lágrimas en los ojos al recordar aquellos tiempos de sueños, ideales, represión y exilio.

Con una estructura clásica y sencilla (el eje son los testimonios a una cámara fija), Santiago, Italia va creciendo en su dimensión emocional en la acumulación, diversidad y riqueza de todas esas voces. Una construcción colectiva que permite acceder a una historia no tan conocida (el papel de la Vicaría de la Solidaridad del cardenal Raúl Silva Henríquez tuvo mucho más visibilidad), pero de tintes heroicos en medio de una dictadura que perseguía a sus enemigos a sangre y fuego.




-Finales de agosto, principios de septiembre (Fin aout, début septembre / Late August, Early September, Francia/1998). Dirección: Olivier Assayas. Intérpretes: Francois Cluzet, Mathieu Amalric, Jeanne Balibar. Duración: 107 minutos. Se presenta dentro del ciclo Obras Maestras de los '90 de MUBI.

El realizador de Irma Vep, Los destinos sentimentales, Demonlover, Clean y Las horas del verano entrega un retrato minucioso y sin concesiones sobre un grupo de intelectuales de treinta y pico. Las frustraciones afectivas y las crisis de pareja, los búsquedas profesionales y las ambiciones pequeño-burguesas, la amistad en situaciones límite y los celos reprimidos resultan tópicos que Assayas describe con un tono siempre apropiado: ensuciando la imagen, enloqueciendo la cámara y acelerando el montaje sólo cuando hace falta. Aunque las actuaciones no son uniformes (algunos intérpretes componen, otros ofrecen registros más naturalistas), se trata de un film sustentado en la tarea de los actores. Y, por supuesto, en el talento del director.


 

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