Críticas
Cine argentino en salas y streaming
Críticas de “Punto rojo”, de Nicanor Loreti; y “No va más”, de Rafael Filippelli
Reseñas de dos de las novedades nacionales de la semana.
-Punto rojo (Argentina/2021). Dirección, guión y edición: Nicanor 'Nic' Loreti. Elenco: Demián Salomón, Moro Anghileri y Edgardo Castro. Fotografía: Mariano Suárez. Dirección de arte: Catalina Oliva. Sonido y música: Pablo Sala. Duración: 80 minutos. En el Cine Gaumont (Rivadavia 1635), del jueves 17 al miércoles 23, a las 12:30, 15, 17:30 y 20; en Cine Ar TV el viernes 18, a las 22; y en streaming en Cine Ar Play por una semana sin cargo. ★★★½
El octavo largometraje de Nic Loreti resulta un atractivo exponente de género(s).
El director de Diablo y Kryptonita vuelve a mezclar el policial del conurbano y la comedia (muy) negra en esta historia centrada en un personaje del que, al principio, descocemos todo. El muchacho, apodado “Ladilla” (Demián Salomón), está en un auto en medio del desierto, con polvo hasta en el alma, escuchando un programa de preguntas y respuestas sobre Racing, del que parece saber todo. El tipo llama, responde y se encamina a ganar, hasta que le cae del cielo un cuerpo sobre el capot y llega una mujer con traje de cuero (Moro Anghileri) dispuesta a matarlo.
La secuencia inicial –cuyo tempo narrativo y mezcla de gánsteres y absurdo recuerda a Quintin Tarantino– preludia un flashback sobre las circunstancias que llevaron a Ladilla hasta allí y los roles que ocupan en todo este asunto Nesquik (sí, como la cholatada) y la Chancha, una voz que controla todo desde su teléfono.
No conviene adelantar qué ocurre con la interacción de esta galería de personajes –algunos torpes, otros desquiciados, otros con todas esas características juntas–, ni las motivaciones de cada uno, durante los poco más de 70 minutos de esta película orgullosamente pequeña y concentradísima en una anécdota que genera situaciones hilarantes y disparatadas, algunas de notable inventiva y otras con una bienvenida impronta estilizada que entiende lo excesivo como elemento lúdico. Hay, es cierto, una acumulación algo excesiva de vueltas de tuerca demasiado engañosas en el desenlace, pero podría pensarse como otra pasada de rosca de una película... pasada de rosca. EZEQUIEL BOETTI
-No va más (Argentina/2021). Dirección: Rafael Filippelli, Marina Califano y Hernán Hevia. Con Rafael Filippelli. Guion: Beatriz Sarlo, David Oubiña y Hernán Hevia. Fotografía y cámara: Agustín Mendilaharzu. Edición: Marina Califano. Sonido: Federico Esquerro. Producción Mariano Llinás, Rodrigo Moreno y Juan Villegas. Duración: 63 minutos. En la Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín (Corrientes 1530) en 7 funciones: Jueves 17, viernes 18, sábado 19 y domingo 20, a las 21; martes 22, miércoles 23 y jueves 24, a las 18. ★★★✩✩
El director de Hay unos tipos abajo, Música nocturna y Secuestro y muerte cerró el BAFICI 2021 con un diario visceral y confesional rodado en pandemia que ahora se estrena en la Sala Lugones.
Un hombre hablando solo, recordando su infancia, viendo fotos de sus viajes, leyendo en voz alta, cumpliendo cual ceremonia con cada uno de sus hábitos cotidianos en su departamento y con la única compañía de un gato. No va más podría ser una típica película realizada en pandemia, pero la realidad es que fue rodada antes de que el Coronavirus dominara al mundo.
Filippelli construye a un álter ego con mucho de sí mismo. Y no solo porque la filmación se realizó dentro de su deparamento en Caballito sino porque en esta película están resumidas su visión del cine, la literatura y la vida en general, su placer por el tango y el jazz, o por disfrutar de un buen trago.
La película va de lo intelectual (ecos del cine de su admirado Jean-Luc Godard, citas de Jean-Paul Sartre, Samuel Beckett o Norbero Bobbio) a ciertos atisbos de humor que remiten a esos diarios audiovisuales de un Nanni Moretti o un Elia Suleiman. Su mirada sobre la vejez no es precisamente estimulante (su ensayo en ese sentido resulta casi opuesto a los últimos trabajos de Agnès Varda) porque exponen la degradación de la memoria y la progresiva ralentización de los movimientos.
El primer plano secuencia de unos 6 minutos es el más bello del film: Filippelli habla del olvido, de sentirse perdido y va caminando por toda su casa prendiendo las distintas luces, mirando por la mirilla de la puerta, mientras de fondo pasa el tren (el sobrio trabajo de cámara y fotografía a cargo de Agustín Mendilaharzu es muy sólido en todo el relato).
Durante la poco más de una hora que dura No va más, Filippelli da vida a un hombre gruñón (sus únicos contactos con el mundo exterior pasan por los llamados telefónicos o del timbre con promociones, consultas para encuestas o visitantes equivocados) que se mantiene fiel a sus costumbres, obsesiones, un estilo vida que podríamos definir como demodé y un poco conservador: cómo hacerse el nudo de las múltiples corbatas inglesas que posee, la lectura de noticias ridículas en el diario (en papel, por supuesto), el uso de lapiceras fuente. Un hombre que parece odiar la tecnología y mira con desdén todo lo nuevo: “Prefiero releer, volver a lo conocido”, asegura, mientras en el fondo se ve una foto de Jean-Paul Belmondo y Jean Seberg en Sin aliento.
Filippelli se expone como nunca (hasta llora a cámara) en una película que resulta una suerte de testamento. Si ese legado resulta interesante o no tendrá que ver con cuánto de su visión del mundo comparta el espectador. Los alcances (y las limitaciones) de los diarios personales. DIEGO BATLLE
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