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Crítica de “Juego limpio” (“Fair Play”), película de Chloe Domont (Netflix)
Tras su explosivo estreno mundial en el último Festival de Sundance, Netflix pagó 20 millones de dólares por los derechos globales de esta inteligente, provocadora e inquietante ópera prima ambientada en el mundillo de las altas finanzas de Nueva York.
Juego limpio (Fair Play, Estados Unidos/2023). Guion y dirección: Chloe Domont. Elenco: Phoebe Dynover, Alden Ehrenreich, Eddie Marsan, Rich Sommer y Sebastian De Souza. Fotografía: Menno Mans. Edición: Franklinm Peterson. Música: Brian Mcomber. Duración: 113 minutos. Disponible en Netflix desde el viernes 6 de octubre.
Aunque tiene una importante experiencia como directora de cortometrajes y de episodios de diversas series (El tirador, Suits, Ballers, Star Trek: Discovery, Billions), Juego limpio no deja de ser el primer largometraje como guionista y realizadora de Chloe Domont. Y, en ese sentido, se trata de uno de los debuts más interesantes de los últimos tiempos: una notable combinación entre el drama erótico y el thriller financiero para la era post Me Too.
Emily (consagratorio trabajo de la inglesa Phoebe Dynevor) y Luke (Alden Ehrenreich, visto en
¡Salve, César! y Han Solo. Una historia de Star Wars) se aman, se desean, se complementan y han decidido comprometerse para luego casarse. El problema es que ambos trabajan en un fondo de inversiones de riesgo donde el reglamento interno impide relaciones entre los empleados por lo que deben mantener su romance en secreto, al menos para sus jefes y compañeros de oficina.
Cuando uno de los cargos jerárquicos queda vacante, él suena como el candidato ideal para ocuparlo, pero en una sorpresiva decisión el jefe Campbell (Eddie Marsan) opta por ella (se lo comunica en un bar a las dos de la madrugada). En principio, Luke parece tomárselo bien y ella trata de consolarlo y ayudarlo, pero poco a poco la decepción, frustración e irritación se hacen ostensibles, sobre todo cuando ella empieza a hacer ostentación de su nuevo poder.
Los juegos de seducción y la lucha por el poder (dominados por la culpa y la envidia) se dividen entonces entre las horas corporativas (Juego limpio es digna heredera de ese subgénero que conforman títulos como Wall Street, El nuevo sueño americano / Boiler Room, El precio de la codicia / Margin Call y El lobo de Wall Street) y los tiempos en los que la pareja se reencuentra en la intimidad del hogar. Tenso, por momentos perverso, pero sobre todo inteligente y audaz, este primer largometraje de Chloe Domont la ubica como una cineasta (escritora y narradora) para seguir muy de cerca en lo que vendrá.
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