Críticas
Cine argentino en salas
Crítica de “Adentro mío estoy bailando” y entrevista a los directores Leandro Koch y Paloma Schachmann
-Leandro Koch, formado en la FUC y en el Programa de Cine de la Universidad Di Tella; y Paloma Schachmann, intérprete y difusora de la música klezmer, codirigieron y protagonizaron una película que de alguna manera une esos dos mundos: el de la pasión por el séptimo arte y el de la música y la cultura ídish ligada a la tradición askenazí de Europa del Este. En esta reseña y en la charla con los realizadores se analiza este auténtico “OVNI cinematográfico” que tuvo su estreno mundial en la prestigiosa sección Encounters de la Berlinale, donde ganó el premio a Mejor Opera Prima, y luego obtuvo la máxima distinción en la Competencia Argentina del último Festival de Mar del Plata.
-El film se estrena primero en salas de varias provincias y recién en enero de 2024 será lanzado en CABA.
Adentro mío estoy bailando / The Klezmer Project (Argentina-Austria/2023). Guion y dirección: Leandro Koch y Paloma Schachmann. Elenco: Leandro Koch, Paloma Schachmann, Perla Sneh, Rebeca Yanover, César Lerner, Marcelo Moguilevsky, Bob Cohen, Ivan Popovych, Simkhe Nemet y Vanya Lemen. Fotografía: Leandro Koch y Roman Kasseroller. Edición: Leandro Koch y Javier Favot. Sonido: Nahuel Palenque. Productores: Andrew Sala, Lukas Rinner, Sebastián Muro, Yael Svoboda, Leandro Koch y Paloma Schachmann. Duración: 117 minutos. Estreno del 23 de noviembre en el Cineclub Municipal Hugo del Carril de Córdoba, El Cairo de Rosario, Showcase Haedo, Showcase Norcenter, Cinemacenter de San Luis, Cinemacenter de San Juan y Espacio INCAA Centro Cultural Florencio Constantino de Bragado. Desde enero en CABA: MALBA y Cine Arte Cacodelphia, entre otras.
¿Una ligera comedia romántica? ¿Un falso documental? ¿Una road movie por Europa del Este? ¿Un ejercicio de cine dentro del cine? ¿Una investigación-ensayo sobre una música como la klezmer y una cultura como la ídish que se van extinguiendo? La respuesta es que Adentro mío estoy bailando es todo eso (y podríamos sumarle todavía más alcances y derivaciones). Y, aunque no todas las capas funcionen siempre con la misma intensidad y eficacia, lo cierto es que el resultado final es en varios pasajes fascinante, valioso y estimulante.
Leandro (Leandro Koch) es un frustrado cineasta judío que cumple de manera mecánica y sin el más mínimo entusiasmo con asignaciones laborales como filmar bodas. En una de esas fiestas se fascina por Paloma (Paloma Schachmann), una clarinetista de música klezmer que quiere hacer un documental sobre el tema y la ya casi olvidada cultura ídish. Aunque el tema no le interesa demasiado, él le sigue el juego para pasar más tiempo con ella y así este impostor enamoradizo termina involucrado en la realización.
La pareja viajará desde Buenos Aires hasta una conflictiva zona como Ucrania, pero también a Rumania o Moldavia, para -cual investigadores- indagar en qué queda de esa tradición artística y social en regiones como la de los Cárpatos. Así, irán encontrando con no poca dificultad a los últimos herederos y cultores de una cultura que se va despidiendo en fade.
Hay algo del espíritu de Aquel querido mes de agosto, del portugués Miguel Gomes, en el corazón de Adentro mío estoy bailando, pero también cierta mirada que remite a los documentales musicales y el universo de Emir Kusturica, e incluso cierto espíritu épico y un poco absurdo que recuerda a algunos trabajos de Werner Herzog.
En la tendencia acumulatoria de la película se producen contradicciones y tensiones internas. Por ejemplo, se le dedica demasiado tiempo e importancia a una narración (generalmente en off) a cargo de Perla Sneh o se abordan cuestiones en principio interesantes (como el hecho de que la cultura ídish haya estado desde siempre más ligada al socialismo y la clase obrera y fuese combatida por lo hebreo, el zionismo, lo religioso), pero con un sentido meramente didáctico y bastante superficial.
Más allá de las dificultades financieras y logísticas por la que atraviesa el equipo de rodaje (otra utilización/apropiación de hechos reales en términos ficcionales), la película transmite cierto espíritu lúdico/humorístico, una profunda curiosidad, la perserverancia de los realizadores/protagonistas. Así, Adentro mío estoy bailando nos regala un viaje interno y externo en busca de lass raíces de un paraíso perdido. El cine con sus múltiples capas, dimensiones y alcances.
Entrevista a los directores Leandro Koch y Paloma Schachmann
-¿Cómo surgió la idea del proyecto? ¿Fue mutando mucho con el correr del tiempo?
KOCH: En 2016 Paloma me dijo que quería hacer un documental sobre música klezmer. Yo le dije que sí, aunque en verdad no me interesaba mucho esa música. Sin embargo, la idea de uno que se pone a hacer un documental sobre un tema que no le interesa para poder pasar tiempo con una chica que le gusta, me pareció divertida. Por supuesto, lo que Paloma me enseñó sobre klezmer y cultura ídish fue mucho más interesante que esa simple trama. Así que empezamos a trabajar en la historia de “chico conoce a chica” mientras investigábamos sobre música klezmer y la pregunta que fue surgiendo de esa investigación, sobre cómo puede una cultura desaparecer.
SCHACHMANN: Lo que más fue mutando a lo largo del tiempo fue la forma en la que íbamos a contar esto último que dice Leandro. Teníamos claro desde el principio que queríamos mostrar el mundo documental a través de una historia de ficción, que queríamos que la narrativa nos ayudara a vehiculizar los conceptos. Y esa mutación se dió hasta el último momento de la edición, a medida que íbamos incluyendo más capas en la película.
-¿Por qué el interés en una cultura / lengua / tradición como la ídish?
KOCH: Yo vengo de una familia judía, pero recién conocí de cerca a la comunidad de Buenos Aires cuando entré al colegio secundario. Mi breve paso por el interior de la colectividad fue, por decirlo de algún modo, desalentadora. Eso que conocí no se parecía en nada a todo aquello que mi abuelo me había contado de su infancia en Europa y sus primeros años de migrante en Argentina ¿Qué había cambiado en el seno de una comunidad para que se produzca un cambio tan radical? La primera pista parecía estar cifrada en la decisión de abandonar una parte fundamental de su cultura: el idioma.
SCHACHMANN: Me acerqué al klezmer desde lo musical, desde lo práctico. Sin embargo, como música tradicional que es, me ví en la necesidad de aprender más sobre la cultura de la que surgió, sobre todo para entender cómo pensar la sonoridad de los temas que tocaba. Todos los títulos de los temas klezmer son en ídish y, si bien en su mayoría es música instrumental, cada vez que se incluye una canción dentro del repertorio es ese idioma. Cuanto más aprendí de la cultura ídish, más me apasionó su historia y, si bien me parecía lejana al principio, la encontré mucho más contemporánea de lo que creía antes de empezar a estudiarla.
-¿Siempre estuvo presente la idea de este híbrido entre ficción, documental (o, mejor, documental dentro de un documental), historia romántica, trabajo etnográfico-musical, ensayo histórico?
KOCH: La historia de amor como marco para el documental sobre klezmer apareció poquito tiempo después de empezar a desarrollar la idea. Las demás capas fueron apareciendo conforme surgían más y más aristas que se desprendían de la idea original. El documental de música klezmer era una puertita detrás de la cual había algo mucho más grande. A partir de ahí la película empezó a construirse sobre diferentes capas. Cada una de estas capas nos dio la posibilidad de abordar una arista diferente del tema de la película.
SCHACHMANN: Cuando entendimos también que había un trabajo etnomusicológico que retratar fuimos dándole cada vez más lugar. Nos resultaba fascinante ver a Bob Cohen haciendo su trabajo de campo y a la vez nos resultaba un desafío hermoso pensar en cómo íbamos a mostrar ese mundo. Mezclar la ficción con el documental estuvo presente desde el principio, pero no fue hasta el final de la edición que logramos darle la forma final (si bien por supuesto fuimos al rodaje con muchas de las ideas ya plasmadas en el guion).
-¿Desde el inicio tenían en claro que querían aparecer en pantalla como protagonistas de la historia? ¿Ya tenían experiencia en este tipo de propuestas?
KOCH: No, para nada. De hecho tardamos bastante en aceptarlo. Pensamos en abandonar la trama romántica o en trabajar con actores antes de ponernos en escena. Pero para no romper el juego entre documental y ficción que la película propone era necesario que fuéramos nosotrxs. Al final decidimos interpretar a unos personajes que tienen nuestros nombres con la promesa de reducir nuestras apariciones a su mínima expresión. Lamentablemente, no pudimos cumplirlo.
SCHACHMANN: Personalmente, por más que tengo más de 20 años subiéndome a escenarios a tocar, la exposición de la cámara me resultó dificilísima y todavía hay veces que me cuesta mucho verme en la pantalla. Pero fue necesario, también porque mucho del mundo klezmer que logramos mostrar lo logramos por ser lugares donde yo realmente estaba trabajando. Pensamos muchas maneras alternativas, pero en algún momento nos entregamos a aceptar que era la única forma.
-Por momentos la película me remitió a Aquel querido mes de agosto, de Miguel Gomes, en otros a ciertos aspectos de los documentales musicales de Emir Kusturica, en otros a ciertas ideas trabajadas en el falso documental. ¿Tenían algunos modelos, referencias, inspiraciones que les servían de alguna manera como guía?
KOCH: Aquel querido mes de agosto fue una de las referencias más fuertes para pensar nuestra película. La idea de hacer un documental sobre la música de una región, o sobre el verano en una región; el retrato nostálgico y amoroso que hace sobre esos pueblos, esos personajes y la forma en la que se vale de un relato de ficción como una historia más dentro del mundo que retrata, siempre nos pareció fascinante. Si nuestra película logra tener aunque sea una mínima reminiscencia de todo eso yo estoy más que feliz.
SCHACHMANN. Vimos muchísimas películas pensando en la nuestra, sobre todo concentrándonos en la forma de retratar a las personas y a los oficios: Agnès Varda, Alan Berliner, Manuel Abramovich o Gianfranco Rosi. Los veíamos sobre todo imaginándonos cómo habían logrado encuadrar ciertas situaciones, cuánto tiempo debían haber esperado con la cámara prendida, apostando por un encuadre antes de conseguir eso que unx ve después y le parece que lograron captar por arte de magia.
-¿Cómo fue trabajar con coproducción austríaca, cómo fue el rodaje en tantos países (Ucrania ya era una zona muy riesgosa) y qué expectativas tienen con el estreno mundial en una competencia oficial como Encounters en la Berlinale?
KOCH: La coproducción con Austria fue muy orgánica para la película. Viena es de algún modo la puerta de entrada hacia Europa del Este, de modo que siempre fue la base desde donde arrancamos cada viaje, incluso antes de que Austria entrara en la película. Lukas Rinner (el coproductor) fue compañero mío en la Universidad del Cine y yo trabajé como asistente de dirección en sus dos películas, así que antes de convertirse en productor de la nuestra ya era mi amigo. La aparición de Austria como socio nos dio la posibilidad de completar la financiación de la película y además un lindo plot argumentativo para complicarle las cosas a este tipo que decide engañar a todo el mundo.
SCHACHMANN: Hacer un rodaje en tantos países de culturas tan distintas creo que fue un gran desafío para la producción. Si bien las distancias no eran tan grandes, la diferencia entre los idiomas nos obligaba a tener un fixer y un traductor local en cada país. Por otro lado, estaba también la complejidad de atravesar las fronteras con los equipos, lo cual conllevaba un papeleo enorme que muchas veces implicó para los productores pasarse días enteros esperando en alguna frontera hasta que cada país se cerciorara de que todos los papeles estaban en orden. Las expectativas respecto a Encounters vienen sobre todo acompañadas de las ganas de lograr que muchos espectadores vean la película. Hay algo de la película que se va a completar cuando podamos conocer qué es lo que genera en quienes la ven. Necesitábamos mostrarla para poder terminar de conocer realmente la película que hicimos, y eso es lo que más estamos esperando.
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