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Crítica de “Soy Céline Dion” (“I Am: Celine Dion”), documental de Irene Taylor (Amazon Prime Video)
La directora de Beware the Slenderman (2016), Scouts: La historia oculta / Leave No Trace (2022) y Trees, and Other Entanglements (2023) se sumergió en la intimidad de la popular cantante canadiense para retratar su lucha contra el Síndrome de Persona Rígida (SPR), una dolencia neurológica que afecta al sistema nervioso central.
Soy Céline Dion (I Am: Celine Dion, Estados Unidos/2024). Dirección: Irene Taylor. Fotografía: Nick Midwig. Edición: Richard Comeau y J. Christian Jensen. Música: Redi Hasa. Duración: 102 minutos. Disponible en Amazon Prime Video desde el martes 25 de junio.
Nunca me gustaron las canciones de Céline Dion. No es que esta opinión sea particularmente relevante, pero cuando uno se acerca a un documental sobre un/a artista hay en principio una mayor o menor conexión emocional si uno admira o no a esa figura. Lo importante, en verdad, es que aunque odio hasta My Heart Will Go On, el leit motiv de Titanic, me conmovió ver en este documental de Irene Taylor sobre la lucha de la estrella canadiense hoy de 56 años contra una rara enfermedad que le genera rigidez, espasmos y sensibilidad incrementada a los estímulos externos, que inducen a muy dolorosas contracciones musculares y le han dificultado mucho ya no solo actuar en vivo sino incluso grabar en estudio y hasta por momentos caminar.
Sin golpes bajos, sin maquillaje (en sentido literal y figurado), con una honestidad brutal, abriendo de par en par las puertas de su hogar, Dion expone el día a día de su lucha contra el SPR, un síndrome que tardó mucho tiempo en hacer público (lo hizo recién en diciembre de 2022 en su cuenta de Instagram) y luego de que tuviera que interrumpir o cancelar varios conciertos.
La experiencia de acercarnos a las aflicciones y angustias de Dion es desgarradora, pero no hay aquí regodeos ni manipulaciones. Todo es tan puro y director, tan cristalino, sin filtros, que duele y mucho. Mientras Taylor nos muestra cómo Céline toma decenas de pastillas diarias y se somete a todo tipo de tratamientos, va reconstruyendo también (sin talking heads más allá de la propia protagonista y con muchas home movies y material de archivo) la infancia (eran ¡14! hermanos), la adolescencia, la juventud y la adultez ya como estrella a escala global de una artista dueña de esa voz multifacética y portentosa que cantó tanto en francés como en inglés, pero que en la actualidad luce debilitada, desfalleciente. Más allá de lo extremo que es el documental en líneas generales, Dion nunca pierde el sentido del humor, algo que cultivó desde siempre y que se aprecia en clips de entrevistas con Jimmy Fallon o James Corden y en su participación en la película Deadpool.
La película es también la exposición de la contracara del glamour y la fama que marcaron durante décadas las apariciones públicas de la diva. Dion sufrió en 2016 la muerte a causa de un cáncer de René Angélil, un músico que fue su manager, pero sobre todo su marido (“el amor de mi vida”) durante 22 años, y hoy vive casi sin salir de la mansión en Las Vegas que comparte con sus tres hijos, los publicistas y los distintos médicos que la asisten. En ese sentido, más que el típico documental celebratorio de una artista como en tantas hagiografías, estamos frente al retrato de una mujer que hace gala de una fuerza descomunal para resistir, combatir y sobrellevar con la mayor dignidad y entereza posibles el principal desafío que le planteó la vida. Un film visceral, catártico, confesional y -a su manera- tan bello como valioso.
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