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FICER 2024: “Álbum de familia” y “Senda india”, pasado y presente de las luchas sociales
Por Ezequiel Boetti, desde Paraná
Las películas de Laura Casabé y Daniela Seggiaro se proyectan en la Competencia Oficial de la sexta edición del Festival Internacional de Cine de Entre Ríos.
En los festivales suele haber películas que llegan al apartado más importante de la programación por motivos no siempre relacionados con cuestiones cinematográficas. A veces imperan, sabemos, desde amiguismos y órdenes que bajan en cascada desde la cúspide del organigrama gubernamental hasta los intentos de subirse a la ola de una moda o la búsqueda de premieres. No es el caso de la Sección Oficial del sexto Festival Internacional de Cine de Entre Ríos (FICER), cuyo director artístico, el también realizador Eduardo Crespo, y su equipo de programadores conformaron un corpus de ocho películas nacionales con sobrados méritos para estar donde están.
Que algunas se hayan exhibido hace varios meses en otros festivales o tenido estreno comercial en los principales centros urbanos de la Argentina es algo secundario que sólo a nosotros –periodistas, programadores, cinéfilos “la industria”– nos importa. ¿Por qué privar al público paranaense de, por ejemplo, de Las cosas indefinidas, de María Aparicio, y de El Castillo, de Martín Benchimol? ¿Porque participaron de una competencia de Mar del Plata del año pasado? ¿Qué importa si Elda y los monstruos, de Nicolás Herzog, que ofició el miércoles por la noche como película de apertura, estuvo en la cartelera comercial porteña hace varios meses? ¿Alguien se ofenderá por no ver Algo viejo, algo nuevo, algo prestado, de Hernán Rosselli, la que probablemente sea la película argentina del año, en carácter de premiere galáctica, mundial, regional o lo que sea?
Si bien opera también como un (otro) muestreo de la riqueza y la variedad formales y narrativas que hay al interior del ancho campo cinematográfico nacional, algunas sí tienen puntos de contacto evidentes. Ocurre especialmente con Álbum de familia, de Laura Casabé; y Senda india, de Daniela Seggiaro. El puntapié en ambos casos son materiales de archivo, pero las realizadoras rehúyen a casi todos los lugares comunes de los documentales archivísticos, un plato servido hasta el hartazgo en durante el último lustro, y entregan dos películas que utilizan esos fragmentos del pasado para narrar algo más que las vivencias de un personaje o una situación particular.
Laura Casabé es un nombre asociado al cine de género gracias a películas como La valija de Benavidez, Los que vuelven y la inminente La virgen de la tosquera, que se exhibirá por primera vez en el próximo Festival de Sundance. El cambio radical de registro es evidente en este documental que comienza con el embalaje de objetos que en su mayoría pertenecieron a Claudia Pía Baudracco, una de las fundadoras de la Asociación Travestis Transexuales Transgéneros Argentinas (ATTTA) y baluarte indiscutible de la visibilización de la comunidad trans.
Hay, desde ya, muchísimas fotos tanto de ella como de otras compañeras pioneras en la lucha colectiva. A partir de ahí, Álbum de familia se propone recorrer la vida de Baudracco recurriendo a un valioso material audiovisual (las entrevistas televisivas hoy generarían cancelaciones masivas) y a testimonios de quienes trabajaron junto a ella o la conocieron en distintos ámbitos.
Pero la película va más allá de perfilar a un personaje –lo que ya de por sí sería interesante, tratándose de quien se trata–, ya que compone una suerte de relato coral sobre los mil y un obstáculos que debió sortear una generación. El resultado es un film de indudable valía en el que convive una historia privada y otra pública que se prolonga hasta el presente.
Pasado y presente también dialogan en Senda india, de la salteña Daniela Seggiaro. Un poco de contexto sobre el nuevo trabajo de la directora de Nosilatiaj. La belleza y Husek: a comienzos de la década de 1970, los wichís de la comunidad Misión Tolaba impulsaron acciones legales para reclamar su territorio. Todo parecía avanzar con una cesión de tierras en 1974, pero la dictadura militar y la posterior intervención de Salta volvieron el tema a foja cero, un preludio para el intento de desalojarlos con topadoras que lograron evitar gracias a un recurso de amparo. En 1986, plena primavera democrática, la comunidad comenzó un juicio de posesión por veinte años contra la firma que ostentaba el título de propiedad. Ese proceso jurídico hizo que, en 1991, el joven wichí Miguel Ángel Lorenzo llevara una cámara de video para filmar las pruebas necesarias para validar la postura comunal.
Senda india no es otra cosa que una complicación cuidadosamente editada de fragmentos de aquellas grabaciones realizadas por Lorenzo hace más de tres décadas, una suerte de registro íntimo y lúdico de cómo era la vida de esa comunidad. Porque no sólo hay cuestiones jurídicas, sino también pequeñas “ficciones” creadas por vecinos, explicaciones de cómo usar la cámara a los más adultos, actos escolares, charlas casuales y un intento de plasmar los elementos centrales de su cosmogonía ante la lente.
Sin embargo, y tal como ocurre con Álbum de familia, Senda india es mucho más que lo que hay en la superficie. Sobre el último tercio, el documental de Seggiaro adquiere un tono más abiertamente político al mostrar las inspecciones oculares del juez y los involucrados en el juicio. Allí se conjuga el maltrato con el menosprecio, los denodados intentos de torcer la balanza de unos y el estoicismo resistente de aquellos que luchan por lo que consideran suyo. Una lucha que, como la de Baudracco, está lejos de concluir.
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