Críticas
Cine argentino en festivales y salas
Crítica de “¡Caigan las rosas blancas!”, película de Albertina Carri + Entrevista a la directora
-A principios del 2000, con tan solo 27 años, Albertina Carri presentó su ópera prima No quiero volver a casa en el Festival de Rotterdam. Pasó un cuarto de siglo desde el lanzamiento de aquel modesto film que pudo terminar con la ayuda de colegas como Martín Rejtman y la siempre audaz, radical, combativa y provocadora cineasta volvió a la prestigiosa muestra de los Países Bajos (ahora en la competencia oficial Big Screen) con una película que desde el jueves 6 de marzo se exhibe en el MALBA y varios Espacios INCAA y salas independientes de todo el país.
-Además, fue elegido como largometraje de apertura del FICValdivia.
¡Caigan las rosas blancas! (Argentina, Brasil, España/2025). Dirección: Albertina Carri. Elenco: Elenco: Carolina Alamino, Rocío Zuviría, Maru Marcet, Mijal Katzowickz, Luisa Gasava, Valeria Correa, Laura Paredes y Renata Carvalho. Fotografía: Sol Lopatín y Wilssa Esser. Edición: Lautaro Colace. Sonido: Mercedes Gaviria Jaramillo. Dirección de arte: Marina Raggio y Diogo Hayashi. Producción ejecutiva: Eugenia Campos Guevara. Productoras: Gentil & El Borde (Argentina), Punta Colorada (Brasil) y Doxa Producciones (España). Duración: 122 minutos. Estreno mundial en la Big Screen Competition del Festival de Rotterdam. Distribuidora: Santa Cine. Salas: en el MALBA (todos los viernes de marzo, a las 22); Cine Arte Córdoba, Auditorio Bustriazo Ortiz de Santa Rosa, La Pampa; Cine Universidad Mendoza; Cine Teatro Italiano de Lobos; Cine Auditorium de San Salvador de Jujuy; Centro Cultural Cotesma de San Martín de los Andes; Cine Teatro Oberá de Misiones; Cine Avenida de Bolívar; Cine Teatro Renzi de La Banda; Espacio INCAA Lorenzo Kelly de Cipolletti; Cine York de Olivos; Espacio INCAA Unicen de Tandil; y Cine Teatro Helios de El Palomar.
CRÍTICA
Publicada originalmente el 2/2/2025
¡Caigan las rosas blancas! puede verse como una continuación o secuela no reconocida de su trabajo inmediatamente previo, Las hijas del fuego, porque nos reencontramos con varias actrices interpretando a los mismos personajes y vuelve también parte del equipo técnico, pero es también una película que va “en contra” de la anterior. Si en aquel film de 2018 había un viaje hacia el Sur y la idea de probar con el porno amateur, aquí abandona la gélida Patagonia para dirigirse hacia el caluroso norte mesopotámico como la mira puesta como destino final en la urbe brasileña de San Pablo. Y, en ese sentido, ¡Caigan las rosas blancas! es una road movie femenina (y, por lo tanto, con alguna lejana reminiscencia de Thelma & Louise y Mulholland Drive: El camino de los sueños), siempre lúdica y experimental, que apuesta cada vez más por la deriva y la fantasía.
Este film mutante, fascinante y desconcertante a la vez, cuya duración alcanza los 123 minutos, comienza con una propuesta de cine dentro del cine con Violeta (Carolina Alamino) huyendo en medio de una profunda neurosis y crisis creativa del estudio donde está dirigiendo una película porno más mainstream, industrial y con aires de musical a puro artificio (vemos a las actrices colgadas del techo con arneses en medio de una escenografía recargada) luego del éxito de su trabajo previo (que vendría a ser el de Las hijas del fuego).
A bordo de una destartalada camioneta, Violeta y sus compañeras de aventuras (Rocío Zuviría, Maru Marcet y Mijal Katzowickz) escaparán de la gran ciudad rumbo a rutas desoladas, pueblos fantasmas, selvas llenas de peligros, encuentros fortuitos (las mecánicas interpretadas por Laura Paredes y Valeria Correa tendrán una hilarante aparición especial) y situaciones cada vez más oníricas y surreales. Una fuga hacia adelante en busca de libertad (creativa, política, sexual) que las hará cambiar no solo de destinos sino también de prioridades en sus vidas.
La directora de Los rubios (2003), Géminis (2005), La rabia (2008) y Cuatreros (2016) se permite ir desde el documental en Super 8 hasta el mito vampírico con todas las escalas intermedias que puedan imaginarse. Lo del Super 8 no es un mero capricho estilístico y visual. Las protagonistas van perdiendo sus celulares, sus cámaras digitales, sus baterías, sus GPS (todo un símbolo) y Violeta descubre en una cámara analógica, arcaica, en desuso, “perimida”, una suerte de regreso a lo básico, a lo puro, a lo esencial. Porque ese es el doble viaje que propone ¡Caigan las rosas blancas!: uno exterior, desenfrenado, caótico, delirante; y otro mucho más íntimo, visceral y transformador.
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