Críticas
Mar negro, de Federico Bondi
Reconciliables diferencias
Esta elogiada opera prima de Bondi narra la relación entre una veterana italiana y una joven inmigrante rumana. Ganadora del premio a la mejor actriz (Ilaria Occhini) en el Festival de Locarno 2008.
Gemma está dolorida, enojada, resentida y, por supuesto, su víctima no puede ser otra que la dócil y bienintencionada Angela, que apenas balbucea algunas palabras en italiano y tarda en encajar con la idiosincracia de su nuevo país. Entre la tiránica patrona y la joven que no puede permitirse perder el trabajo (poco a poco, iremos conociendo su precaria situación en Rumania) la situación resulta siempre tensa, cruel, casi de sometimiento.
La película -que tiene algunos elementos que remiten a Como la sombra, de Marina Spada- adquiere un rumbo bastante previsible (surgirán ciertos rasgos de humanidad en la señora italiana, algunas confesiones de la joven inmigrante y, así, se irá abriendo un hueco para el entendimiento mutuo), pero al menos el debutante Bondi sortea buena parte de las convenciones de la corrección política que suelen imperar en este tipo de historias.
Las actuaciones de las dos protagonistas, ciertas pinceladas socioculturales (como la cobardía y los prejuicios de los vecinos respecto de los inmigrantes) y el tono cuidado, nunca altisonante, por el que opta Bondi hacen de Mar negro un film valioso.
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Me gustó mucho el tono intenso pero sin emocionalidades baratas de esta película. Lo único que objeto es que no se entiende bien cuál es la historia que lleva la acción a Rumania, qué exactamente pasa con Adrián. Esto, si bien está bueno no darle más lugar del imprescindible, al no entenderse distrae demasiado la atención. A varios espectadores les pasaba no entender, y preguntarse por estos detalles es perderse parte de la película. El lenguaje narrativo cinematográfico en general es excelente: hay pocas películas en que la retórica puede ser evitada como aquí.