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Antes de la medianoche: La vida en fuga

A partir del estreno de la tercera entrega de la saga, un brillante análisis (emotivo e intelectual a la vez) de este proyecto de Richard Linklater con Ethan Hawke y Julie Delpy que ha marcado a la cinefilia desde 1995 hasta hoy. 

Publicada el 01/06/2013

[Aviso previo: el autor del texto ha intentado no revelar detalles importantes de la trama. En los casos en los que ha sido inevitable hacerlo, se ha optado por advertir con un “Spoiler alert” al comienzo y un Fin de la alerta]

Explicar eso: horas de la mañana, mediodía, luego del anochecer viniendo, luego
horas de la noche”. Ulises (James Joyce)


1. No recuerdo exactamente cuándo vi por primera vez Antes del amanecer (Before Sunrise, 1995). Debió ser a finales de la década de los ‘90. Sí recuerdo que, en un primer momento, la película me pareció poco más que un meloso pasatiempo romántico. Por aquel entonces, no imaginaba el impacto que aquel film acabaría teniendo sobre mi historia cinéfila. Y, de hecho, no fue hasta varios años más tarde, concretamente en la primavera de 2011, mientras repasaba la filmografía completa de Richard Linklater —con la intención de escribir un libro que sigue buscando editorial—, cuando advertí que Antes del amanecer contenía algo más que el germen de un ideario que se expandiría en Antes del atardecer (Before Sunset, 2004) y Antes de la medianoche (Before Midnight, 2013). Aquella primera entrega de lo que terminaría siendo una trilogía ya ponía en juego una estimulante constelación temática: la transitoriedad de la existencia, la tensión entre cinismo e idealismo en el seno de las relaciones de pareja, la delgada frontera entre la realidad y el sueño, la áspera fascinación mutua entre la cultura europea y la norteamericana… Un agitado caudal de conocimiento esbozado por dos jóvenes dispuestos a entregarse al juego de la seducción por la calles de Viena durante 24 idílicas horas.

De aquel primer encuentro entre Jesse (Ethan Hawke) y Celine (Julie Delpy) —punteado por canciones de Kath Bloom, poemas de W.H. Auden y sonatas de Bach—, se me quedó grabada en la memoria de forma particularmente intensa la visita de la pareja al “Cementerio de los sin nombre” (Friedhof der Namen Losen). Allí, tocada por ese poso de turbación y melancolía que se acrecentaría en el futuro, Celine quedaba absorta delante de la lápida de una niña: “Yo tenía 13 años la primera vez que vi esta tumba, ahora soy 10 años mayor y ella sigue teniendo 13 años, supongo”, elucubraba nuestra heroína. Aquella fabulación sobre los espejismos formulados por el paso del tiempo me hizo pensar en los relatos de Paul Auster y, sobre todo, en dos grandes películas embrujadas por la condición efímera de la existencia humana. En primer lugar, Millennium Mambo (2001), de Hou Hsiao-hsien, donde la protagonista, la joven Shu Qi, tomaba consciencia del transcurso del tiempo al observar la huella dejada por su rostro sobre un montículo de nieve: una escultura transitoria en la que se manifestaba su fugacidad. Y luego, por otra parte, Viaggio in Italia (1954), de Roberto Rossellini, un puntal de la modernidad fílmica donde Ingrid Bergman y George Sanders hallaban un estigma de su crisis matrimonial en los cuerpos unidos de una pareja momificada hace siglos por la lava del monte Vesubio.

Con este encadenado de imágenes aún fresco en mi memoria —sosteniendo mi convicción de que la saga de Before… es, desde su inicio, un canto a la modernidad cinematográfica—, no me tomó por sorpresa que, en Antes de la medianoche, Celine relate de viva voz la secuencia de los cuerpos calcinados de la película de Rossellini. De hecho, el tercer episodio de las aventuras de Jesse y Celine plantea, todavía más que sus predecesores, una meditación sobre el goce y los sinsabores inherentes al transcurso del tiempo. Una cuestión que Linklater aborda desde múltiples perspectivas, aprovechando la incontinencia verbal de sus personajes —una marca de estilo—, pero también componiendo imágenes con una fuerte carga simbólica. En una comida con varias parejas, Jesse y Celine observarán con una cierta nostalgia el ingenuo romanticismo de unos jóvenes enamorados; la noticia del fallecimiento de su abuela ofuscará el horizonte vital de Jesse; y en uno de sus múltiples juegos de enmascaramiento  —un recurso muy utilizado en Antes del amanecer—, los protagonistas se preguntarán mutuamente qué hubiese sucedido si se hubiesen encontrado “hoy”, con cuarenta años en lugar de veinte (la edad que tenían cuando se conocieron en Viena).

Por su parte, las imágenes, que suelen hablar con más locuacidad que las palabras, no dejan lugar a engaño. Si la brecha de nueve años entre las dos primeras películas había sido particularmente implacable con el rostro de Ethan Hawke —en un momento de Antes del atardecer, Celine tildaba de “cicatriz” la arruga que le había salido a Jesse en el entrecejo—, el paréntesis de nueve años entre la segunda y tercera película ha sido más inclemente con Celine, cuyo rostro ha dejado atrás la fina y revoltosa picardía de gamine para albergar la fatigada tenacidad de toda una mamma.

Luego, a la hora de plantear el lugar que ocupan los personajes en el curso inexorable de los acontecimientos, se advierte en ciertos momentos de Antes de la medianoche el interés de Linklater por explorar las coordenadas del arte trascendental. La idea alcanza su cénit en un maravilloso plano subjetivo en el que Jesse se fija en una taza llena de agua hervida en la que flota, suspendida en el tiempo, una bolsita de té. Invocada en un momento de gran dramatismo, cuando la figura de Jesse se aferra a un cierto estoicismo, la imagen trae a la memoria los pillow-shots del japonés Yasujirō Ozu, gran referente de ese cine que, según Paul Schrader —el estudioso por antonomasia del “cine trascendental”—, aspiraba a “resaltar el misterio de la existencia”, a “desvelar lo inefable, lo invisible”, un cine que revelaba lo sagrado y ahondaba en la metafísica.

En cualquier caso, si hablamos de Linklater, debemos apelar a una versión heterodoxa del cine trascendental, abordado desde un realismo estricto alejado del hieratismo formal y actoral exigido por Schrader. En todo caso, parece difícil no pensar en la trilogía de Jesse y Celine cuando se lee la siguiente cita de Ralph Waldo Emerson, padre del trascendentalismo norteamericano: “So the hours should be instructed by the ages, and the ages by the hours” (Así, las horas deben ser ordenadas por las eras, y las eras por las horas). Finalmente, para rematar la conexión de Linklater con el “cine trascendental”, vale la pena recordar dos detalles: 1) En It's Impossible to Learn to Plow by Reading Books (1988), el primer largometraje de Linklater, el director y protagonista visitaba un cine en el que se proyectaba Gertrud (1964), de Carl Theodor Dreyer. 2) En el Top 10 de películas favoritas de la historia que Linklater mandó a la revista Sight & Sound en 2002, el segundo lugar de la lista estaba ocupado por Pickpocket (1959), de Robert Bresson.



2.
Vi por primera vez Antes del atardecer en octubre de 2004 y la reconocí de inmediato como una obra maestra. Su rigor formal y su fulgor emotivo me cautivaron mucho antes de que la película se convirtiera, a golpe de fantasía romántica, en una profecía de mi felicidad —unos años después, yo también me reencontraría de forma definitiva con mi primer amor—. Antes del atardecer era la obra de un cineasta que había alcanzado una madurez plena: narrada en tiempo real, sin una arista o saliente, la película fundía concepto y forma en una ejecución perfecta. Ethan Hawke y Julie Delpy parecían disolverse en las palabras y los gestos de Jesse y Celine; el suspenso alimentado durante 9 años se liberaba en 80 minutos de pura tensión sentimental nunca del todo resuelta; y el crescendo emocional culminaba en uno de los finales más sobrecogedores de la historia del cine.

Por todo lo anterior, Antes de la medianoche es seguramente una película menos conmovedora que Antes del atardecer, aunque a su vez es una obra más audaz, sobre todo por su compleja modulación dramática, marcada por agresivos cambios de tono que, milagrosamente, no cortocircuitan su sinuoso flujo narrativo ¿Cómo referirse sino a una película que arranca evocando el cine veraniego de Eric Rohmer y que luego se sumerge en los pantanales sentimentales del cine matrimonial de Ingmar Bergman, saliendo airosa de la jugada? Superada hace tiempo la que podríamos considerar como su “era dorada” —representada por Despertando a la vida / Waking Life (2002), Escuela de rock / School of Rock (2004) y Antes del atardecer—, Linklater camina en la actualidad por un singular territorio de experimentación. Abandonado por Hollywood, que parece desconfiar de su cine libre y libertario, el realizador de Austin atraviesa un periodo marcado por las inmersiones en la cara oscura de la naturaleza humana. Lejos de esa pura joie de vivre que caracterizó el (extenso) periodo juvenil de su trayectoria, pero sin alejarse de su sempiterno espíritu insumiso, la obra de Linklater se ha ido opacando al tiempo que su cine político y filosófico ambicionaba nuevos horizontes: estudiar las estrategias de opresión más violentas del sistema (en Una mirada a la oscuridad / A Scanner Darkly, 2006) o tantear los desajustes que se producen entre la moral, el orden social y la ley civil (en la magistral Bernie, 2011).

En este contexto, Antes de la medianoche llega dispuesta a convertirse en una de las películas más laberínticas de su director. Liberada de la narración en tiempo real que tensaba Antes del atardecer, la tercera parte de las aventuras de Jesse y Celine se entrega con placer (o más bien con pesadumbre) al arte de la digresión, un poco en la línea de Antes del amanecer. Sin renunciar en ningún momento el sentido del humor —ni Jesse ni Celine han perdido el gusto por la ironía, inclinada aquí hacia el sarcasmo—, Antes de la medianoche arranca bajo el sol abrasante de las islas griegas, como si se tratara de una versión de Mamma Mia! (2008) filmada por Abbas Kiarostami.

[Spoiler alert] Y sí, descubrimos que Jesse y Celine han vivido juntos los últimos nueve años y han criado a un par de dulces hijas gemelas. [Fin de la alerta].

Así, en un paraíso vacacional y rodeados de amigos, los protagonistas se entregarán al más dulce pasatiempo del universo de Linklater: conversar por conversar, sin mayor pretensión que la de activar la cinética neuronal, intercambiando experiencias e ideas en un bucle inagotable de curiosidad y generosidad (a la hora de compartir agudas reflexiones carentes de toda pedantería o afectación elitista). No hay duda de que Linklater firmaría con gusto la máxima propuesta por Oscar Wilde en el texto El crítico como artista – Con algunas observaciones sobre el arte de no hacer nada: “Cuando el hombre actúa es una marioneta. Cuando describe es un poeta”.

En su primera mitad, Antes de la medianoche juguetea con el relato coral, una apuesta narrativa inédita en una saga marcada por los tête à tête. La acción se despliega sobre un escenario intergeneracional que sintetiza, en presente, todo el recorrido vital/sentimental de Jesse y Celine, además de abrir una ventana al futuro de la mano de dos personajes mayores que ofrecen, como no, dos miradas disímiles sobre el amor otoñal —Linklater sigue mostrándose alérgico a los discursos con significados unívocos—. Sin embargo, más adelante, y para regocijo del espectador, la película se concentra por completo en las figuras de Jesse y Celine.

[Spoiler alert] Momento en el que el film se adentra en un vertiginoso laberinto de estados de ánimo: una montaña rusa de complicidades y reproches que, al aire libre, parece reeditar la Copia certificada (2010), de Kiarostami, mientras que, una vez enclaustrada en una habitación de hotel, emula los Secretos de un matrimonio / Escenas de la vida conyugal(1973), de Bergman. Una deriva hacia la amargura que tendrá un impacto directo en el vocabulario formal de la película: si el encuadre privilegiado de Antes del atardecer era el plano general o plano medio prolongado que reunía a los dos protagonistas en el encuadre, en Antes de la medianoche, sobre todo en su último tercio, el ADN emocional del film impone un juego de planos y contraplanos, con Jesse tendido en la cama y Celine sentada en un sofá en el otra extremo de la habitación… una separación espacial y simbólica que recuerda, por momentos, al utilizado, de forma más radical, por Nobuhiro Suwa en Un couple parfait (2005) [Fin de la alerta].



3.
Llego a Antes de la medianoche en un momento particularmente dulce de mi vida —un mes después del nacimiento de mi primera hija, Gala—. El dato puede parecer superfluo, pero este ataque de ombliguismo responde al vínculo íntimo, casi personal, que la saga de Jesse y Celine establece con sus seguidores. En mi caso, dado que los personajes son unos diez años mayores que yo, las películas de la trilogía (sobre todo la segunda y la tercera) han jugado el papel de intrigantes oráculos vitales/sentimentales. Sendos vistazos al futuro que han encontrado un reflejo opuesto en la mirada del propio Linklater, que, siendo diez años mayor que los personajes, da la impresión de que los observa desde el futuro, desde una perspectiva ligeramente distanciada, y seguramente por eso más lúcida.

Así, mi reencuentro con Jesse y Celine en Antes de la medianoche, nueve años después, ha sido lo más parecido a una reunión con viejos camaradas. Unos compañeros que, en sus paseos por Viena, París y ahora por las islas griegas de Mesenia y Kardamili, han terminado conformando una empresa fílmica —próxima al realismo baziniano— que al irse prolongando en el tiempo ha terminado adquiriendo una dimensión novelesca. Para los cinéfilos de mi generación, Celine y Jesse son el equivalente de lo que Antoine Doinel y el cine de François Truffaut significó para los que vivieron en vivo la eclosión de la modernidad cinematográfica. Para nosotros, la trilogía de Before… se ha convertido en un territorio habitable en el que creer y crecer. Y, de hecho, el nexo que intuyo entre Ante de la medianoche y el cine de Bergman podría extenderse a la relación entre la trilogía de Linklater y el díptico formado por Escenas de la vida conyugal (o Secretos de un matrimonio) y Saraband (2003), otro universo habitable.

Hablo, en el fondo, de un lazo afectivo difícil de describir en palabras, una complicidad alimentada por la nobleza de los personajes, una visión inconformista del mundo y un compromiso con la exuberancia intelectual de un cine de la palabra. Y si el fanatismo puede medirse por la capacidad para tolerar los defectos de aquel o aquello que se adora, entonces podríamos considerar que la prueba definitiva para saberse devoto de la trilogía de Linklater consiste en no cuestionar en ningún momento el improbable triunfo literario de Jesse. El personaje interpretado por Hawke es un gran fabulador, un soñador que disfraza su romanticismo y sus delirios de grandeza bajo una gruesa capa de pragmatismo muy cool: una pose que, observada con un mínimo de objetividad, no permite atisbar el genio literario que la trilogía le supone. Y aun así, resulta imposible no gozar ante la presentación (siempre hablada) de los delirantes proyectos imaginarios de Jesse: en Antes del amanecer, se le ocurría la posibilidad de hacer “un programa de televisión que durase 24 horas al día durante todo un año; se necesitarían 365 personas de ciudades de todo el mundo para documentar su vida durante 24 horas, en tiempo real”.

Mientras, en Antes de la medianoche, Jesse está embarcado en otro excéntrico reto, esta vez literario: su próxima novela estará construida desde los diferentes puntos de vista de un grupo de personas afectadas por dolencias mentales relacionadas con la memoria. Un juego con el tiempo —siempre el tiempo— que podría verse como la versión linklateriana de El ruido y la furia de William Faulkner. En el fondo, el director de Slacker (1991) nunca ha ocultado que el personaje de Jesse fue concebido como su alter ego. Y, de hecho, la trilogía de Before… podría verse como otro de esos proyectos lunáticos de Jesse: tres películas que, separadas por paréntesis de nueve años, capturan el ensayo truncado (Antes del amanecer), la posibilidad oteada (Antes del atardecer) y la compleja realidad (Antes de la medianoche) de una relación de pareja. Sería una empresa difícil de superar en ambición… de no ser por la existencia de otro proyecto todavía más espectacular ideado por el propio Linklater.

Se trata de Growing Up (anteriormente conocido como Boyhood), film que el director texano lleva rodando desde 2002 en Houston junto a Ethan Hawke, Patricia Arquette y el joven Ellar Salmon. La película, de la que se filman unos pocos minutos cada año y que terminará de rodarse en 2014, contará la historia de una pareja de padres divorciados que debe lidiar con la educación de su hijo, un Ellar Salmon que se embarcó en el proyecto con 6 años y que tendrá 17 o 18 cuando finalice la producción. Lo dicho: Linklater, para gozo de sus fans, es tan romántico e idealista como Jesse… y su cine no deja de invitarnos a soñar despiertos.


Trailer del film (Ojo: contiene spoilers)

 

COMENTARIOS

  • 9/07/2013 11:51

    <p>Excelente cr&iacute;tica, cuantos recuerdos de otros directores se suscitan con emoci&oacute;n, cuanto acierto de elegir Grecia para esta secuencia, pero no la m&aacute;s tur&iacute;stica... muy, muy buena.</p>

  • 29/06/2013 13:25

    <p>Excelente texto, me abri&oacute; la mirada sobre esta trilog&iacute;a que me va y nos va acompa&ntilde;ando en la vida a los que la seguimos.</p>

  • 20/06/2013 7:41

    <p>excelente texto, Manu, qu&eacute; placer leerte... por muchos a&ntilde;os</p>

  • 7/06/2013 12:23

    <p>Gran analisis el de MYM, lleno de sensibilidad - Como bien dice Godardista, es tan buen critico como literato -</p>

  • 3/06/2013 11:02

    <p>Cuando volvi de llevar a los chicos a la escuela consegu&igrave; Antes del Atardecer y acabo de verla nuevamente, en dos dias me consiguen Amanecer.... Es curioso como un Blog como este detemina tu cotidianeidad.</p>

  • 3/06/2013 0:03

    <p>gran trabajo, gran critico y grandes peliculas</p>

  • 2/06/2013 15:59

    <p>Desesperado porque llegue el 27 de junio para ir a verla. Me encanto la columna, yo tambi&eacute;n me identifiqu&eacute;, abrazos</p>

  • 2/06/2013 9:17

    <p>Qu&eacute; lindo es verse reflejada en un texto ajeno, yo no podr&iacute;a haberlo escrito mejor, pero es como si fuera propio. Para muchos de nuestra generaci&oacute;n es una saga que significa mucho y trasciende el cine, gracias Manu</p>

  • 1/06/2013 23:17

    <p>Ya el lunes mismo me comprar&egrave; los dvd para reveer Amanecer ...y Atardecer.... La de Manu es la escritura que subyuga.</p>

  • 1/06/2013 20:01

    <p>No me canso de decirlo cada vez que leo un texto suyo: Manu Y&aacute;&ntilde;ez es un gran cr&iacute;tico, pero tambi&eacute;n un tipo de gran conocimiento, de gran sensibilidad y de gran escritura (lo suyo es literatura, sin dudas). Felicitaciones, Manu, qu&eacute; placer leerte</p>

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