Críticas
La mujer de mis pesadillas, de Bobby y Peter Farrelly
Loco por Miranda
Sin ser una comedia brillante, esta remake de un film de 1971 que tuvo guión de Neil Simon mantiene el espíritu provocativo y despiadado de los creadores de Loco por Mary y Amor ciego. Se luce el gran Ben Stiller como un cuarentón ávido por casarse y que, al lograr su objetivo, sufrirá los rigores del matrimonio.
Hace no tanto tiempo (Loco por Mary no tiene todavía 10 años) su mixtura de humor sexual, bromas escatológicas, gags físicos y despiadadas observaciones sobre las relaciones humanas en la sociedad norteamericana era reivindicada por críticos exigentes y disfrutada por decenas de millones de espectadores en los Estados Unidos.
Hoy, La mujer de mis pesadillas es vapuleada por prácticamente toda la prensa especializada (el único medio que la defendió fue... ¡Variety!) y el resultado comercial (unos 40 millones de dólares tras su paso por la cartelera norteamericana) dista mucho del poder de convocatoria que tenían en los años 90.
¿Es tan mala La mujer de mis pesadillas como para semejante decadencia? Error. Sin ser una gran película (tiene una muy buena primera hora y en la segunda se pierde un poco entre las decenas de entuertos que tiene que resolver), es mucho mejor que la inmensa mayoría de las comedias que Hollywood produce cada año.
Puede que La mujer de mis pesadillas -remake de un film de 1972 con guión de Neil Simon- no sea tan redonda y efectiva como Loco por Mary o Amor ciego, pero tiene varios gags geniales, diálogos punzantes, un gran protagonista (Ben Stiller), un gran secundario (su padre Jerry Stiller que interpreta a... el padre del antihéroe), mientras mantiene el espíritu provocativo, la incorrección política y la mirada querible y empática hacia sus personajes que conforman el sello Farrelly.
Es cierto que Malin Akerman (la insufrible esposa de Stiller al que está dedicado el título local del film) es una sub-Cameron Diaz con la mitad de su talento y un cuarto de su carisma, que la morocha Michelle Monahan (la Miranda que constituye el objeto de deseo del atribulado protagonista) no se luce tanto como hubiera podido, que a los 115 minutos le sobran por lo menos 20, que por momentos los hermanos caen en la autocita (y en la autoparodia y en la autocelebración), pero este noveno largometraje de su carrera está muy lejos de ser el despropósito artístico del que muchos los han acusado.
Disfruté mucho de la primera mitad del film, de sus mil y un gags llenos de negrura, del enorme Ben Stiller (te perdomanos por Una noche en el museo), de la utilización "dramática" de las canciones (aquí con David Bowie como insignia), que es otro sello del dúo, y soporté sin gran padecimientos los excesos, desorientaciones, concesiones y desajustes de la segunda mitad. Si les gustan los Farrelly, no le teman a La mujer de mis pesadillas. La van a pasar bien. Ah... y quédense a ver todos los créditos finales: hay dos divertidas sorpresas esperándolos.
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