Festivales
Dos miradas sobre Mauro, de Hernán Rosselli (Talent Press)
Estos dos textos fueron realizados en el marco del taller de crítica y periodismo del 9º Talents Buenos Aires.
Reseña #1
Por Andrés Rodelo
Son varias las ocasiones en las que el cine nos ofrece esa experiencia que pone sobre la mesa de autopsias el tema de la falsificación profesional. La filigrana, el arte de la reproducción serializada, la planificación milimétrica y microscópica de cada componente del objeto a replicar, los elaborados y dilatados métodos de reproducción que dan como resultado una pieza de arte en toda regla, son algunos de los puntos de interés de este tipo de películas.
Las tramas suelen plantear un dilema moral interesante de cara al espectador: obras que ensalzan a sus falsificadores como prodigios de la serigrafía, maestros que dominan los trucos de su oficio para burlar las técnicas antifraude del sistema establecido, artistas notables (admirables) antes que criminales que merezcan el desprecio condenatorio del espectador.
Si Vivir y Morir en Los Ángeles (1985), la película de William Friedkin, plantaba en escena a Rick Masters, un falsificador de dólares cuyo oficio se estilizaba en pantalla como una especie de ritual del crimen, un acto creativo surgido de la sensibilidad pictórica de un genio del mal; el caso de Mauro (2014), la ópera prima del argentino Hernán Rosselli, prosigue este elogio al arte de la fechoría, aunque desde una estética que navega a contracorriente del primer film.
La historia de Mauro, un hombre que fabrica billetes falsos para utilizarlos en compras y que, de esta manera, obtiene dinero auténtico cuando recibe los cambios de sus transacciones, sirve a Rosselli para desarrollar una carta de amor al meticuloso proceso que implica falsificar dinero, aunque sin atascarse en el carácter anecdótico que pueda suponer este planteamiento.
La cinta es mucho más que eso. Una mirada tratada desde una óptica íntima, conducida por el flujo vital que determina el ritmo de la realidad. La crónica de un hombre que trata de sobrellevar emocionalmente los desafortunados desenlaces de sus aspiraciones y que junto a sus carencias de afecto persigue la estabilidad que la vida le ha negado hasta el momento.
Mauro es cine radical y austero en su mejor forma. Una pieza insoslayable del BAFICI.
Reseña #2
Por Yuraima Herrera Medina
Mauro es un “pasador”, que introduce dinero falso al mercado comprando pequeñas cosas a los vendedores de la calle, tiene un problema con las drogas y acaba de conocer a una chica. Junto a su amigo Luis, cuya pareja está embarazada, decide instalar un taller artesanal de serigrafías para falsificar billetes e incrementar sus ganancias, proyecto que se recorre paso a paso.
Hernán Rosselli dirige esta historia en la que resalta el retrato verosímil que logra de sus personajes y del sur de Buenos Aires al describir las cotidianidades de forma que ambas cosas se convierten en puntos focales de atención. La ciudad y su identidad se transforman en otro personaje de esta película que, más allá de tratar sobre falsificación, habla sobre las relaciones humanas, la fútil esperanza, una clase media disminuida a prácticas delictivas y la deslealtad.
A través de inserciones de video antiguo narrados por el protagonista, Rosselli produce un efecto de acercamiento y humanización que sirven de vehículo para que Mauro reflexione sobre su pasado y las características del negocio de la falsificación, que se asoman desde el inicio, representadas en lo blanco y lo negro, que remite al positivo y al negativo presentes en la técnica serigráfica.
Sobre la producción, es destacable el trabajo cuidadoso de la fotografía y el montaje, de esperarse en Rosselli, quien fuera montajista de muchos directores reconocidos, pero sorprende el uso de la música como un elemento que diferencia tiempos, espacios y hasta estados interiores de los personajes, en lugar de presentarla de relleno como en otras películas.
Mauro es un film de reflexión, con una historia bien contada y con coherencia en sus mecanismos de producción, por lo que es una ópera prima que augura una carrera promisoria en este nuevo rol del director.
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