Críticas
Estreno en cines
Crítica de “Beau tiene miedo” (“Beau Is Afraid”), de Ari Aster, con Joaquin Phoenix
-Tras El legado del diablo (Hereditary) y Midsommar: El terror no espera la noche, Aster estrenó un film de tres horas que demandó un tour de force físico y mental por parte de un Joaquin Phoenix que parece estar actuando en una continuación de Joker. El resultado es por momentos fascinante en su creatividad y audacia, pero en otros un ejercico de crueldad y sadismo casi intolerable.
-Actualización: Su lanzamiento masivo en los cines de Argentina fue cancelado por la distribuidora Diamond Films, pero finalmente este jueves 24 de agosto se estrenará de forma limitada y con pocas funciones diarias en salas como el Lorca, Patio Bullrich, Paradiso de La Plata y Aldrey de Mar del Plata.
Beau tiene miedo (Beau Is Afraid, Estados Unidos-Reino Unido-Finlandia/2023). Dirección y guion: Ari Aster. Elenco: Joaquin Phoenix, Amy Ryan, Parker Posey y Nathan Lane. Música: The Haxan Cloak. Fotografía: Pawel Pogorzelski. Distribuidora: Diamond Films. Duración: 179 minutos. Apta para mayores de 16 años con reservas.
Beau tiene medio es de esas películas que –como las anteriores de Ari Aster, especialmente Midsommar: El terror no espera la noche– genera lo que casi ninguna en una cartelera contemporánea que se mueve mayormente entre producciones animadas, superhéroes y franquicias: sentimientos y sensaciones encontrados ante situaciones e ideas tan fascinantes como enojosas, momentos de amor y otros tantos de odio ante un ejercicio de un riesgo infrecuente para los parámetros comerciales. Un ejercicio que somete a su protagonista a un brutal tour de forcé físico y mental durante tres horas que difícilmente dejen a alguien sumido en la indiferencia.
Ya la secuencia de apertura muestra que Aster no se va a andar con chiquitas, que lo suyo es ir con los tapones de punta al pecho del espectador. Allí se ve, en plano subjetivo, el complicado nacimiento del muchacho del título, Beau Wassermann, quien apenas asoma al mundo cae al piso y, ante los gritos desesperados de su madre, no llora ni da señales de vida. La importancia sonora de esos gritos es otro elemento que cifra una clave de lectura posible para lo que vendrá: la consumación (o no) de un evidente Edipo por parte de esa criatura que, incluso siendo adulta, nunca terminó de cortar el cordón umbilical. Si no quiso o no pudo es una incógnita que recién sobre el final entregará pistas para su resolución.
Corte a un presente que encuentra a Beau –Joaquin Phoenix haciendo una prolongación de su Joker psicopático– en una de sus habituales consultas psiquiátricas y llevándose varias recetas para pastillas. Cuando llega a su casa queda claro que tiene motivos de sobra para tener miedo: vive en un edificio muy venido a menos en un barrio en un estado de anomia total, con yonquis tirados en la calle, asesinatos a plena luz del día, gritos, peleas, robos y hasta cadáveres pudriéndose sin que a nadie le importe demasiado. Es, pues, una ilustración perfecta del mundo visto a través de los ojos de una mente psiquiátrica, de alguien que percibe cualquier actitud y gesto hacia él como agresión externa.
En esa consulta cuenta que al otro día irá a visitar a su madre por el aniversario de la muerte de su padre, a quien no conoció. Pero tiene una noche caótica –imposible saber si fruto de su imaginación o no– y se queda dormido. Justo cuando está por irse, le roban las llaves, puntapié para un larguísimo derrotero de desgracias de todo tipo que incluirá, en su primera etapa, un atropellamiento y puñaladas, los cuidados de un matrimonio tanto o más desquiciado que Beau y hasta un ex soldado con un estrés postraumático indomable.
Lo que sigue en este nuevo largometraje del realizador de El legado del diablo (Hereditary) es, a la manera de La divina comedia, un viaje a los distintos círculos del infierno, cada cual más violento que el anterior. Una road movie a pie en la que cada parada está permeada por un estado de ensoñación por la que lo proyectado y lo concreto conviven a la par.
Dueña de un estilo visual impactante, una narración que va asfixiando al espectador como una víbora hambrienta y una atmósfera ominosa y pesadillesca propia del punto de vista de alguien desajustado, Beau tiene miedo se cae a pique en su tercio final, cuando los mecanismos adquieran una crueldad que expone a su protagonista a un sufrimiento constante y creciente. Como en sus películas anteriores, en el desenlace Aster clausura toda ambigüedad al reducir la película a una suerte de escarmiento omnipresente hacia Beau, un tipo que ya bastante tiene con su vida como para que le toque padecer tres horas de torturas.
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Brillante.Aster lo hizo de nuevo. Verla dos veces es indispensable para no perderse ningún detalle, que muchos espectadores habrán pasado de largo por estructurar su crítica a pensar en el delirio. La Salud Mental puesta en el tapete. La SALUD MENTAL y lo cotidiano. La Salud mental y sus componentes multifactoriales conjugados con la creatividad, y la brillantez de Director.
Son 180 minutos de una locura, dificil de seguir, una incoherencia constante por momentos asombra, por otros da vergüenza ajena. Un film odioso que pone al espectador en un lugar ridículo, absurdo cuyo fin pareciera ser el de una broma pesada de su director para con su fiel público. Bye bye Aster
Altos niveles de misantropía y de un nivel de sadismo para con su protagonista que ni siquiera tiene sentido.
Solo alguien con el ego en su punto culmine como Ari Aster puede hacer un guion tan desquiciado, caótico y esquizofrénico de 180 páginas y lograr que sea financiado. Un director que en su opera prima mostró sus mejores cualidades y que va perdiendo film tras film su inspiración y comienza a repetirse en sus temáticas recurrentes.
Es injusto, por su originalidad y audacia, por la constante sorpresa que provoca, por lo imprevisible de su argumento, calificar de regular a esta película, como si se tratara de la última de Jennifer Lopez o del pelado Statham o cualquier otra de esas que se hacen siguiendo un manual de las preferencias del público. No, esto es otra cosa. Pero también es cierto que luego de un comienzo prometedor (toda las escenas en la ciudad podrían conformar un excelente mediometraje) quedan aun dos horas de película que mas allá de las cualidades mencionadas, desconciertan al espectador y un poco lo aburren tambien. O sea, se aplaude la voluntad de hacer algo distinto, pero faltó rigor para contener los excesos y hacer una obra mas redonda y con menos divague. Yo igual soy mas generoso y le pongo 6 puntos.