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De la ampulosidad de Martin Scorsese a la simpleza del nuevo cine rumano

Por Javier Alcácer, desde Berlín
Mientras el mítico director presentó fuera de competencia junto a todo su elenco La isla siniestra (Shutter Island), una irregular mezcla entre el terror, el thriller psicológico y el melodrama familiar, en la lucha por el Oso de Oro apareció una candidata: If I Want to Whistle, I Whistle, opera prima de Florin Şerban.
Publicada el 30/11/-0001
Después de habernos traído de recuerdo de la histórica proyección de Metrópolis en la puerta de Brandeburgo un resfrío espantoso, retomamos la competencia oficial bien temprano, con la película  rumana If I Want to Whistle, I Whistle (Eu când vreau să fluier, fluier), de Florin Şerban. La película narra los últimos días de prisión de Silviu, un jóven de 18 años que ha pasado los últimos cuatro en la cárcel por un crimen que nunca se dará a conocer. Uno de los mayores logros de la película radica precisamente en el manejo de la información y la forma en que se sugiere lo ocurrido: en un caso perfecto de puesta en escena, el director opta por supeditar el relato al trabajo de la cámara, casi siempre pegada a los personajes (por momentos con reminiscencias al estilo de los hermanos Dardenne), y la expresividad -y no tanto las palabras- de los actores son los ejes del film.

Provocado constantemente por los otros internos, Silviu debe, además, lidiar con el regreso de su madre para llevarse a Italia a su hermano menor, luego de haberlos abandonado varios años atrás. Şerban se las arregla para evitar golpes bajos y borrar cualquier instancia de patetismo telenovelesco y lo que sucede en los últimos minutos de la película le da cierta grandeza al protagonista. Pese a  a que The Ghost Writer fue muy bien recibida y se robó todos los matutinos de hoy, es una película de género y, pese a su calidad, este tipo de propuestas no suelen ser consideradas a la hora de los premios; en cambio, If I Want to Whistle, I Whistle, con viento de cola por la cotización en alza del cine rumano en los últimos años, se perfila como una de las favoritas a llevarse el Oso o alguno de los galardones importantes.

“¿Por qué no quería que la película compitiese?  Es sólo una película, hice muchas, haré otras, espero que la disfruten y listo”, dijo Martín Scorsese en al conferencia de prensa de La isla siniestra (Shutter Island), en la que presentó el film junto a Leonardo DiCaprio, Mark Ruffalo, Ben Kingsley y Michelle Williams. Howard Hawks decía que una buena película debía tener un par de buenas secuencias y ninguna mala; La isla siniestra tiene varias buenas secuencias y un final con vuelta de tuerca terrible, que vuelve arbitrario e inverosímil todo lo visto hasta entonces. Pero quizás lo peor de este film, que el 11 de marzo se estrenará en la Argentina es, al igual que sus últimas películas, que el estilo del director queda sepultado bajo un diseño de producción abrumador. Antes, una película de Scorsese era sucia, en cambio, de Pandillas de Nueva York a esta parte sus películas intentan parecerlo, y no lo logran, pese a sus presupuestos millonarios.

Por la tarde, para cambiar un poco el tono, optamos por una comedia coreana. La elección se fundamentó en la excelencia con la que se están desempeñando en los géneros últimamente los realizadores de ese país. El prejuicio positivo no duró demasido:  I'm in Trouble!, opera prima de Sang-min So, exhibida en la sección Forum (dedicada a “captar el humor de los tiempos de una manera sensible”), cuenta la vida de un holgazán de casi treinta, que usa la excusa de ser poeta para no trabajar ni estudiar y tiene una compulsión por traicionar a su novia y a su único amigo. La frialdad con la que el director planta la cámara provoca una distancia que hace que no haya interés alguno por el deambular del protagonista, ni por nada de lo que le pasa; ni siquiera es lo suficientemente molesto para odiarlo. El planteo es interesante, pero su tibieza y falta de riesgo hacen que sea el equivalente cinematográfico a un helado de palito sabor a galletita de agua.

Aquí se puede leer el texto de Diego Batlle sobre el film de Scorsese publicado en La Nación.

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