Críticas
Funny Ha Ha, de Andrew Bujalski
El verdadero cine independiente norteamericano
Rodada en 2002, casi sin presupuesto, en 16 mm. y con actores no profesionales, esta encantadora opera prima se estrenó en su país recién el año pasado y ahora amenaza con repetir aquí su pequeño y merecido éxito
En esta suerte de subgénero podría incluirse también a Funny Ha Ha, una película genuinamente (por su forma de producción, por su propuesta estética) indie. Tan alternativa fue esta opera prima de Bujalski (tenía 24 años cuando la terminó en 2002) que recién se estrenó en un par de salas de Manhattan y de Boston en abril de 2006, gracias a los varios premios conseguidos (como el de revelación en los Independent Spirit Awards), al apoyo de influyentes críticos de medios como The New York Times, y al aporte financiero de algún fanático del film devenido mecenas. Un proceso similar ocurrió poco después con su segunda película (rodada en blanco y negro), la estupenda Mutual Appreciation, que el propio Bujalski distribuyó en cine y DVD y que hace poco presentó en persona en el Festival de Mar del Plata.
Funny Ha Ha narra las desventuras laborales y afectivas de Marnie (Kate Dollenmayer), una atractiva rubia de 24 años que siempre parece estar en el momento justo y en el lugar equivocado. Cuando mínimamente le gusta un trabajo temporario, se termina el contrato o la despiden. Cuando fija su atención en un hombre, éste vuelve con su anterior pareja...
Los antihéroes del cine de Bujalski son jóvenes de veintipico (desde ingenieros hasta programadores informáticos, pasando por investigadores universitarios o simples telefonistas) que no están en plenitud con sus trabajos, su situación económica ni sus parejas.
Inmaduras, inseguras, vulnerables, llenas de contradicciones y pequeños traumas, las criaturas de Funny Ha Ha (y también las de Mutual Appreciation) dejan entrever todo el tiempo sus debilidades y pequeñas miserias.
En este sentido, Bujalski rehuye por completo del glamour, la picardía, la belleza y los regodeos ingeniosos del molde juvenil hollywoodenses para mostrarlos, en cambio, a través de sus diálogos triviales (balbuceos incluidos) y sus experiencias muchas veces banales. Funny Ha Ha, pese a su título, tampoco adscribe al sentido del humor efectivo (y muchas veces efectista) de la sit-com televisiva.
Bujalski encuentra en sus actores no profesionales la imperfección necesaria para hacerlos verdaderamente creíbles y empáticos incluso en su sucesión de torpezas y desencuentros. La puesta en escena, austera, directa (casi documentalista) también sintoniza a la perfección con la espontaneidad, con el clima de desconcierto que se intenta transmitir.
Algunos críticos han comparado al cine de Bujalski con el de John Cassavetes, Jim Jarmusch, Eric Rohmer o el apuntado Linklater. Se podrían agregar varios otros nombres de ambos lados del Atlántico a la lista y empezar la discusión. Lo concreto es que este joven de un talento jamás ostentoso y una consecuencia que esperemos sepa sostener está llamado a ser uno de los adalides del cine verdaderamente independiente de los Estados Unidos.
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