Festivales
Lou Reed, Kôji Wakamatsu, Thomas Arslan y los últimos apuntes sobre el festival y la ciudad
Por Josefina Sartora, desde Viena
En estos dos últimos informes sobre la Viennale, se repasan films como Red Shirley, debut en la dirección del mítico músico Lou Reed; Im Shatten, de Thomas Arslan; Das rote Zimmer, de Rudolf Thome, Carterpillar, de Kôji Wakamatsu; y Periferic, de Bogdan George Apetri. La muestra austríaca cerró con un récord de público (96.300 entradas vendidas contra 94.800 de 2009), una capacidad de ocupación del 79.8 por ciento y 123 de las 351 proyecciones con el cartelito de "sold out".
Im Shatten, de Thomas Arslan, es una película de género con todas las reglas. Un film noir alemán de ladrones y policías tratado con extrema economía y un agudo manejo del suspenso. Trojan es un ex convicto que mientras elude el acoso de algunos mafiosos, planea un golpe al parecer impecable. Cuando el atraco parecía un éxito, las cosas empiezan a salir mal. En la línea del cine negro clásico de Hollywood, el film evoca ciertos momentos de Hawks, de Tourneur e incluso de Melville, en tono menor. El protagonista es un samurai de pocas palabras, un profesional que vive para hacer su trabajo, y no tiene más estimulo que ése. Su contraparte, el policía corrupto, funciona como su espejo. Un largometraje austero, riguroso y desapasionado, filmado con excelente fotografía tan dura y fría como la historia.
La otra película alemana que vi fue Das rote Zimmer, de Rudolf Thome, una comedia loca con un triángulo: el doctor Hintermeier es un investigador del beso y sus efectos fisiológicos. Su vida afectiva es una ruina, su ex mujer no quiere ni verlo y para acompañarse en su cumpleaños contrata una prostituta. Hasta que compra una bandeja antigua que parece ser el objeto mágico que cambia su vida. Conoce una pareja de jóvenes lesbianas muy simpáticas que deciden incorporarlo a sus vidas, él se enamora de ambas, ellas de él, y con desparpajo y toques de fino humor se desarrolla esta comedia que, más que alemana, parece inspirada en los chistes de Rohmer o Rivette.
Era obligada la cita con la última película de Kôji Wakamatsu, Carterpillar. Como siempre, el enfant terrible japonés nos da un cine duro y cruel, sin contemplaciones. Fin de la guerra chino-japonesa, un teniente es devuelto a su casa con todos los honores, tres medallas y en su pueblo rural es declarado Dios de la Guerra, por su defensa del Emperador. El teniente Kurokawa ha quedado sin habla y sin miembros, reducido a un torso y una cabeza desfigurada. Cuando en los momentos más dramáticos se arrastra por el piso, semeja una oruga, traducción de Carterpillar. Y su vida no es muy diferente a la de un animal. Su esposa no tiene otra opción que asumir su deber de cuidarlo, como ejemplo para todas las mujeres de los soldados en combate. El film es un duro alegato antibélico, cuestionador de las acciones de guerra. Habiendo sido un violador y asesino de mujeres durante las batallas, el teniente exige a su esposa tener sexo a diario, tal vez como la única manera de sentir su hombría.
Como dice el director, describir la guerra no significa sólo mostrar los disparos o las batallas. Wakamatsu se interna en la intimidad de una pareja que debe vivir su conflicto a solas, y no ahorra detalle desagradable de lo que se vive en esa intimidad: los juegos de poder, el deber y el derecho, el castigo, la desesperación están mostrados en escenas lacerantes. La actriz Terajima Shinobu debe atravesar prolongados y arduos primeros planos de dolor, haciéndose cargo del drama de la pareja. Su actuación, tan impactante como la del impedido Onishi Shima, le valió un Oso de Plata en Berlín.
Mientras tanto, pasan los años y las distintas guerras se suceden, para las cuales el Imperio sigue reclutando a todos los jóvenes de ese pequeño pueblo de agricultores, que van al frente ciegos en su acendrado nacionalismo. Finalmente, conocemos los números de las victimas de cada ataque atómico, y de cada guerra sostenida por Japón. Un trabajo incontestable.
2- Postales de Viena
Nuevamente, tuve el privilegio
de disfrutar de esta maravillosa ciudad, que me recibió en su esplendor otoñal,
con dorados y rojos impactantes. Y no sólo hay abundante cine: en el museo
Albertina pude ver una extraordinaria exposición de dibujos de Miguel Ángel. En
su mayoría estudios para obras importantes, se puede apreciar en ellos su
maestría menos conocida y divulgada, el dominio de la línea, las luces y las
sombras. Estudios de anatomía de brazos, piernas, hombros y codos, trabajos
sobre paños, bocetos de obras perdidas, muchos otros dibujos preparatorios de
los frescos de la Capilla Sixtina, y para los grupos escultóricos de las tumbas
de los Medici, todo un conjunto pocas veces reunido para mayor gloria del
maestro. Con la música no me ha ido tan bien: la temporada altísima empieza días
después de la Viennale, y ya no había entradas para L'elisir
d'amore.
Pero siempre hay tiempo para tomar un café en alguno de
los tradicionales vieneses, que siguen siempre iguales, con sus sillones
confortables, los diarios, sus habitués silenciosos, señoras comiendo tortas
exquisitas. Les escapo al Mozart y al Sacher, frente a la Opera y al Albertina,
siempre llenos de turistas, y prefiero el Grienstedl, el Central, el Landtmann,
el Sperl o el más bohemio Hawelka, o incluso el popular Prückerl, casi frente a
las oficinas de la Viennale. Y en todos ellos el café no cuesta más que en
algunos lugares pretenciosos de Buenos Aires.
Como no había podido
escuchar música clásica, pensé que iba a resarcirme con la presentación de Lou
Reed en la Viennale. Reed estuvo en la proyección de su primera película, el
documental Red Shirley, una entrevista de media hora a su
prima, previa a su centésimo cumpleaños. Con tomas en blanco y negro y color,
música del Metal Machine Trio, la actual agrupación de Lou Reed, y antiguas
fotografías, reconstruye el itinerario de esa mujer muy inteligente, que al
salir de la adolescencia vino a América desde Polonia. Con una vida activa y
combativa, perdió su familia en la Shoah, trabajó 45 años tras una máquina de
coser y participó en las luchas sindicales en Nueva York, de allí su apodo. Film
destinado a recorrer festivales, sobre todo por la atrayente presencia del
director. Después de la proyección del film, Hans Hurch dirigió una entrevista a
un Reed displicente, casi monosilábico y con un agudo sentido del humor, pero al
final de la misma me quedé con un sabor a poco: prefiero que Reed sigan dándonos
música y no cine.
3- Los premios
La Viennale premia nuevos films
austríacos, y este año les tocó a Rammbock, de Marvin Kren y al
documental Kick Off, de Hüseyin Tabak, películas que no pude
ver porque se proyectaban sin subtítulos en inglés.
El premio de la crítica
internacional FIPRESCI, también para nuevos realizadores, fue para
el largometraje rumano Periferic, de Bogdan George Apetri.
Personalmente, me pareció un ejercicio de guión, un trabajo correctamente
filmado, pero en el que todo podía preverse: el conjunto desde el principio, y
cada situación en particular.
La protagonista obtiene un permiso para
salir de la cárcel por un día, para asistir al entierro de su madre. Pero no
piensa volver para cumplir los tres años de condena que le restan: cobrará un
dinero que le deben por callarse la boca y huirá del país. Estructurada en
varios episodios, en cada uno de los cuales encuentra a uno de sus hombres, sin
posibilidad de ayuda –hermano, ex pareja, hijo- se irá desarrollando ese día de
libertad y proyectos. La actriz Ana Ularu es lo mejor del film, pues sostiene
con expresiva austeridad su lucha tenaz por salir de una situación desesperante.
Pero incluso el final, sumamente angustiante, era previsible.
+ info: http://www.viennale.at/english/index.shtml
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Qué bueno que haya estado Lou Reed, lo adoro como poeta, cantante (Velvet Underground, ese discazo que es Berlín, etc). Ojalá podamos ver este documental, si no no importa, con las fotos que publicaron y la crónica de Josefina me coformo.<br /> <br /> Envidia total de tus tortas y cafecitos en el otoño vienés. En fin, me contentaré con unas pelis en Mar del plata y unos Havannas con capuccino. No es lo mismo, pero es lo que me da mi escuálido presupuesto, je je. besos