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Murió Alberto Kipnis, el mítico programador de cine de arte en Buenos Aires
Fue un difusor fundamental de los grandes autores argentinos y extranjeros en salas como el Lorraine, el Loire, el Losuar y el Lorange, entre otras.
Alberto Kipnis se inició en 1955 como boletero suplente en el Lorraine, de Corrientes al 1500, un cine al que él volvió legendario desde que el dueño de la sala le permitió elegir y programar películas de arte. Inicialmente apeló a una producción que provenía del este del mundo, hasta que en 1957 la exhibición de un ciclo de Ingmar Bergman desató la pasión cinéfila por este director (y luego por otros tan notables).
“En 1957 preparé el primer ciclo de Bergman. Fue un éxito descomunal. El Lorraine tenía capacidad para 345 personas en cada función, y metíamos 1.800 espectadores todos los días. Trabajábamos a sala llena desde la matinée hasta la segunda de la noche. Desde la mañana había gente en la calle haciendo cola”, recordó.
Luego de volver mítico e imprescindible al Lorraine, Kipnis amplió la oferta con marcas que deliberadamente también empezaban con Lo (Loire, Losuar, Lorange), sólo con el propósito de que sonaran francesas y para que en la cartelera aparecieran todas juntas. En la avenida Corrientes, entre el 1700 y el 1300, se armó un polo de exhibición que, para miles, resultó fuente de cultura y objeto de culto urbano. Una cosa era ir al cine y otra convertirse en habitué de "esos" cines. “Sus ciclos, que fastidiaban al poder, originaban debates en la sala que se prolongaban en los cafés de las inmediaciones y fundamentalmente en la cabeza de los espectadores”, según escribió Carlos Ulanovsky en el diario La Nación.
Desde 2000, en sociedad con el empresario Marcelo Morales, abrió otros complejos de arte con la marca Arteplex en Caballito, Belgrano y el Centro, con suerte dispar. Su gran aporte a la difusión del cine de calidad ya estaba más que hecho. También se destacó durante muchos años como empresario teatral.
“Antes la gente hacía colas para ver películas de Monicelli, Fellini, Antonioni, Truffaut, Buñuel, Forman, pero también se mataba para estar al día con el nuevo cine nacional, cualquier estreno de David Kohon o de Favio era un acontecimiento", explicaba cuando empezó a trabajar en la cadena Multiplex. "Ahora viene al cine poco público joven, contrariamente a lo que sucedía en la década de 1960. Prefieren otros formatos y otros entretenimientos. En el Lorraine teníamos 80 por ciento de público joven. Ahora tenemos 80 por ciento de adultos o jubilados, que aprecian nuestro estilo de comunicación y de exhibición. ¿Cómo no me va a preocupar? Siempre lo que más me interesó es que la gente vaya al cine. También, por ese motivo, nuestras entradas tienen un poco menos de valor que la de los multicines. El cine es un gran formador cultural", concluyó en ese mismo texto.
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Una pérdida lamentable. Sus salas de cine Lo eran un lujo para cualquier cinéfilo. Nunca terminaremos de agradecer su contribución a la formación del espectador del cine.
Triste noticia... la inexorabilidad del tiempo. Mi primer referente cinéfilo fueron las entradas que le compraba semanalmente al boletero tocayo Kipnis, cuando los viernes de 1957 me hacia la rata a la escuela secundaria nocturna para concurrir al Lorraine. Eran magníficos los programas de mano que preparaba con la programación semanal, con una profusión de datos y antecedentes realmente notables y que no quedaba otra que coleccionarlos. Hace un año o dos coincidimos una tarde comprando entradas en el Village Recoleta, cuando le mencioné cuantas entradas le habia comprado en aquellos tiempos,.. me miró en silencio -siempre era de pocas palabras- y me contestó... "bueno, ahora yo también compro entradas".
Un Grande. Q.E.P.D.