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Crítica de “Limbo”, de Ben Sharrock - #TIFF20
El segundo largometraje del director de Pikadero (2015) es una tragicomedia que se acerca al drama de los refugiados con más corazón que espíritu de denuncia.
-Limbo (Reino Unido/2020). Guion y dirección: Ben Sharrock. Elenco: Amir El-Masry, Vikash Bhai, Ola Orebiyi, Kwabena Ansah, Sidse Babett Knudsen, Kais Nashif. Fotografía: Nick Cooke. Edición: Karel Dolak y Lucia Zuccetti. Música: Hutch Demoulipied. Duración: 103 minutos (Sección Discovery).
Omar (Amir El-Masry) es un joven músico sirio que sueña con conseguir asilo en el Reino Unido. Al igual que los otros refugiados (hay de Afganistán, Irak, Nigeria, Sudán), quiere ir a Londres, pero -hasta que su caso sea analizado por las autoridades- es enviado a Ouist, una de las Islas Hébridas en Escocia. Es decir, esperar y no hacer nada... en el medio de la nada (un poco como en Zama).
El protagonista -que para colmo de males tiene su mano enseyada y hace meses que no puede tocar el laúd- se hace amigo de Farhad (Vikash Bhai), un afgano fan de Freddie Mercury que lleva ¡32! meses aguardando la respuesta oficial; de Wasef (Ola Orebiyi), un nigeriano que está convencido de que va a ser futbolista del Chelsea y otros personajes con los que harán maratones de la serie Friends o discutirán sobre el personaje de Jerry Maguire o las composiciones de Chet Baker.
En esta tragicomedia deadpan con algo del estilo de Aki Kaurismäki y Elia Suleiman hay unos pocos apuntes más ligados a la denuncia (unos jóvenes que insultan a Omar, la policía llevándose a uno de los inmigrantes), pero el foco de Sharrock siempre está puesto en la cotidianeidad y la intimidad de sus queribles personajes (hay algo de Ken Loach en la mirada humanista).
La puesta en escena de este film -seleccionado para el Festival de Cannes 2020 que nunca llegó a concretarse- es elegante e impecable, con un aprovechamiento melancólico pero nunca pintoresco de esa geografía de colinas y mar furioso bajo la lluvia, el viento o la nieve. Los personajes se comunican con sus familiares -Omar recibe consejos y reclamos de sus padres que la están pasando igual o peor en Damasco- a través de una cabina telefónica ubicada a la vera de una ruta en medio de la más absoluta desolación. Es un detalle más de esta comedia absurda que se mete de lleno en las desventuras de seres olvidados en el "limbo" y que aquí encuentran una reivindicación sin demagogia ni paternalismo.
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