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Crítica de “House Arrest” (“Delo”), de Alexey German Jr. (Un Certain Regard) - #Cannes2021
El realizador de The Last Train (2003), Garpastum (2005), Paper Soldier (2008), Under Electric Clouds (2015) y Dovlatov (2018) abandona el barroquismo de sus anteriores trabajos para ofrecer un crudo y cruel ensayo sobre el encierro.
House Arrest (Delo, Rusia/2021). Dirección: Alexey German Jr. Elenco: Svetlana Khodchenkova, Merab Ninidze y Aleksandra Bortich. Guion: Aleksey German Jr., Maria Ogneva. Fotografía: Ivan Burlakov. Duración: 106 minutos.
Por desgracia, la actualidad cinematográfica nos ha dejado numerosos casos recientes comprendiendo la represión directa contra alguno de sus baluartes. Cinematografías tan ricas y estimulantes como la iraní, la tailandesa, la china o la rusa (por citar solo unos pocos ejemplos flagrantes) han sufrido también la intolerancia de sus propias instituciones: palos a las ruedas productivas de determinados proyectos, o directamente represalias draconianas contra los artistas que debieran levantarlos.
En este Festival de Cannes 2021, sin ir más lejos, la Competencia por la Palma de Oro tendrá de nuevo una silla vacía, la de un Kirill Serebrennikov que sigue bajo arresto domciliario, confinado en su Rusia natal. Esta misma tesitura es la que toma prestada Alexey German Jr. para su nueva película, la cual va a rebufo de Dovlatov (2018), su último largometraje hasta la fecha. El artista vuelve a presentarse pues como ese ser distinto a la masa que le rodea; como un incomprendido destinado al tormento de tener que nadar a contracorriente.
En este caso, la condena consiste en convertir el hogar (una tambaleante “torre de marfil”) en la prisión más cruel: aquella en la que la vida se escurre con angustiosa comodidad. Un profesor universitario tiene la mala idea de denunciar la corrupción del alcalde de su pueblo y, claro, tal agravio no puede quedar impune: mientras no comience el juicio, al hombre se le ata una correa localizadora y se le obliga a permanecer en su casa. Cine del encierro para tiempos de confinamiento. El golpe moral que asesta House Arrest se incrementa en la temporada de las mascarillas obligatorias y la amenaza permanente de -más- cuarentenas, pero, por desgracia, sabemos que el mal que sufre el protagonista de esta desesperante función podría frenarse con algo teóricamente tan simple (pero a la práctica tan esquivo) como la buena voluntad.
Tan cerca y a la vez tal lejos: es la permanente frustración con la que trabaja Alexey German Jr., suerte de sustancia viscosa con la que acabar erigiendo un patético monumento a los mártires de las causas absurdas (las que se podrían haber evitado con esa concordia, entendimiento y, en definitiva, decencia que no hay por dónde encontrar). Si en Closed Curtain o This is Not a Film / Esto no es un film Jafar Panahi se apoyó en la base de las home movies para exprimir al límite su propia creatividad (ese último refugio inexpugnable), aquí en House Arrest se opta por el retrato crudo de un día a día desesperante.
El barroquismo y la escala monumental en la puesta en escena de los anteriores trabajos del director quedan como rasgos identitarios que no tienen cabida en estas circunstancias. Las imágenes que pide y provee un digital de calidad casera (claro síntoma de la precariedad que queda cuando se ha cortado el contacto con el mundo) son ahora la elocuente plasmación de una realidad fea y deprimente. La cámara de Alexey German Jr. no detecta ni el más mínimo rastro de belleza y, como viene siendo habitual, su tratamiento del sonido convierte los diálogos del guion en una especie de tentáculos cuyo único propósito es el de apresar. Como cabía esperar viendo los precedentes buena parte de los diálogos de House Arrest son evidencias de la incomunicación.
Donde debería haber intercambio de información solo se oye a varios frentes que hacen cada uno la guerra por su lado. Por su parte, el montaje elíptico se emplea como otra herramienta de privación de la humanidad: algunos de los eventos emocionalmente más relevantes se solventan con un corte, con un fuera de campo que, de nuevo, impide el contacto entre las personas. Ningún factor ayuda; todo despierta tanta antipatía, desesperanza y asco que por supuesto es lícito preguntarse si esta sesión se debe al masoquismo de quien acepta estoicamente el aciago destino que se le ha adjudicado o al preocupante sadismo de quien se ha contagiado de la maldad que expone.
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