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Crítica de “A Távola de Rocha”, de Samuel Barbosa (sección Histoire(s) du cinéma) - #Locarno2021
Valioso documental dedicado a uno de los máximos referentes de la historia del cine portugués.
A Távola de Rocha (Portugal-Japón/2021). Dirección: Samuel Barbosa. Fotografía: Jorge Quintela. Edición: Tomás Baltazar. Sonido: Pedro Marinho. Duración: 94 minutos.
Paulo Rocha (1935-2012) está considerado por los cinéfilos como un artista insoslayable para entender el denominado nuevo cine portugués que surgió en la década de 1960. Sus dos primeras películas, Os verdes anos (1963) y Mudar de vida (1966), han sido sumamente influyentes en varias generaciones de directores de su país. Gracias a festivales como los de Mar del Plata y BAFICI (que le dedicó un foco en su edición de 2019) hemos podido disfrutar de una filmografía que incluyó también títulos como A ilha dos amores (1982), O desejado (1988), O rio do ouro (1998) y A raiz do coração (2000), entre varios otros.
El director de este documental es Samuel Barbosa, quien fuera asistente del propio Paulo Rocha desde 2001 y hasta su muerte (también colaboró con Werner Schroeter, Fernando Lopes y Rodrigo Areias) por lo que tiene no solo un conocimiento cercano de la figura de Rocha sino también una veneración hacia su maestro y mentor.
Entre múltiples fragmentos de películas de Rocha, imágenes de archivo de las distintas épocas, diversos pasajes de entrevistas al propio director, testimonios actuales de familiares, amigos y colaboradores cercanos, y la voz en off del mismo Barbosa se construye un patchwork visual, un collage narrativo que va de lo didáctico a lo emotivo, de lo histórico-social al ensayo cinéfilo.
Los aportes más interesantes son los de Silvia Ruth, actriz-fetiche en siete de sus películas; Luís Miguel Cintra, actor en cinco films; Regina Guimarâes, quien participó como guionista en cinco largometrajes; su hermano Jorge y su amiga japonesa Etsuko Takano.
Precisamente, la relación con Japón es uno de los ejes centrales de A Távola de Rocha, ya que el director vivió más de siete años (entre 1975 y 1983) como agregado cultural en Tokio (llegó a dominar perfectamente el idioma) e incluso filmó en ese país A ilha dos amores (1982) y A ilha de Moraes (1983), ambos dedicados a la figura de Wenceslau de Moraes, un escritor portugués que también vivió allí. De hecho, el arranque del documental es en la propia casa que Rocha tuvo cuando se radicó en la capital japonesa. También se analiza la austeridad extrema de su obra, su interés por personas comunes como los pescadores y una crítica política que -sin embargo- escapó de la bajada de línea tan presente en otros realizadores contemporáneos a él.
Formado en la prestigiosa IDHEC de París a fines de los '50, asistente de dirección de Jean Renoir primero y de Manoel de Oliveira después, Rocha se convirtió con el tiempo en sinónimo de prestigio (A ilha dos amores y O rio do ouro se estrenaron en el Festival de Cannes), pero siempre tuvo que luchar contra la falta de recursos. Así, su madre Cândida se convertiría en su principal sostenedora para una producción en muchos sentidos artesanal.
Pero, más allá de esa relación con Cannes, fue Locarno el festival que en verdad descubrió a Paulo Rocha. Es que su ópera prima Os verdes anos fue premiada en la edición de 1963. Ahora, casi seis décadas más tarda, es la misma muestra suiza la que estrena este cuidado y merecido homenaje a un director extraordinario.
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