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Crítica de “KIMI: Alguien está escuchando”, de Steven Soderbergh, con Zoë Kravitz (HBO Max)
Un thriller sobre el encierro y las nuevas tecnologías que demuestra la jerarquía del guionista David Koepp, de la ascendente Kravitz y sobre todo del director de Sexo, mentiras y video, Traffic, La gran estafa y Contagio.
KIMI: Alguien está escuchando (KIMI, Estados Unidos/2022). Director, fotografía y edición: Steven Soderbergh. Elenco: Zoë Kravitz, Byron Bowers, Rita Wilson, Robin Givens, India de Beaufort, Emily Kuroda, Jaime Camil, Alex Dobrenko, Derek DelGaudio, Charles Halford, Jacob Vargas. Guion: David Koepp. Música: Cliff Martinez. Duración: 89 minutos. Disponible en HBO Max.
Con sus modestos 89 minutos (créditos finales incluidos), un único personaje protagónico (la Angela Childs que interpreta la extraordinaria Zoë Kravitz) y una historia que transcurre durante buena parte dentro de una única locación (el departamento de la heroína en Seattle), cualquier podría pensar que este nuevo film del prolífico Steven Soderbergh tiene todos los elementos para ser considerado un trabajo menor, un mero encargo al servicio de una plataforma de streaming como HBO Max. Pero no, KIMI es un thriller mucho más interesante, virtuoso y sofisticado de lo que aparenta, uno de esos ejemplos de que un muy buen director (y Soderbergh lo es) puede filmar con talento un inteligente guion (y el de David Koepp lo es) con resultados estimulantes.
La primera escena es una síntesis perfecta de los tiempos de pandemia. El ejecutivo de una corporación tecnológica da una entrevista televisiva a través de un sistema de videoconferencia. El fondo es impecable, pero el resto del ambiente (que obviamente no toma la minicámara de la computadora) es un caos. El personaje luce un impecable saco con camisa y corbata, pero pronto descubriremos que debajo sigue teniendo el pantalón del pijama.
Ese humor y esa descripción de los efectos de este período de COVID se mantendrán durante todo este largometraje que logra el milagro de mixturar oscuridad, tensión, suspenso y paranoia típica de estos relatos de gato y ratón con una bienvenida ligereza, fluidez y desenfado. En el éxito del film no solo se combinan la solvencia de un Soderbergh que dirige, maneja la cámara y edita sus trabajos y del guion de Koepp (responsable de éxitos como La muerte le sienta bien, Jurassic Park, Misión: Imposible, Carlito’s Way, El hombre araña y de una película con varias conexiones como esta como La habitación del pánico, de David Fincher) sino también el encanto, el carisma y la convicción de una Kravitz que sigue creciendo en la intensidad e importancia de sus trabajos dentro del universo de las series y el cine.
Kravitz, quedó dicho, es Angela, programadora informática al servicio de KIMI, un servicio tecnológico de esos que están al servicio del usuario para cumplir órdenes como poner una canción, apagar las luces o responder preguntas (piensen en algo similar a Siri o Alexa). Ella se encarga sobre todo de detectar y solucionar problemas de comprensión que hacen que el sistema no cumpla con los deseos del usuario. En general los malos entendidos son bastante tontos, pero en determinado momento ella se topa con un posible caso de violencia extrema contra una mujer y su vida cambiará para siempre.
Más allá de un conflicto que puede resultar bastante básico dentro del género (detrás hay oscuras fuerzas corporativas implicadas en el asunto), lo interesante de KIMI tiene que ver con el personaje central. Angela sufre de agorafobia y -por más que lo intente, por más que se trate a la distancia con una psiquiatra y apele a todo tipo de pastillas- no logra atravesar la puerta de su casa. Salir a la calle -más aún en tiempos de Coronavirus- se ha convertido en una odisea, en una misión imposible ¿Podrá sacar fuerzas de donde parece no las hay para sobrellevar su trauma, enfrentar sus demonios y los que el caso que ha descubierto le plantean? Ahí está el eje de un film de supervivencia que remite a y homenajea con honores al Alfred Hitchcock de La ventana indiscreta, al Francis Ford Coppola de La conversación, y al Michelangelo Antonioni de Blow-Up. Sí, con su séptimo largometraje en los últimos cinco años, Soderbergh lo hizo de nuevo.
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Es increíble que un director con la experiencia de Soderbergh haya filmado una película tan floja, con actuaciones absurdas. El hecho de retratar la pandemia, con barbijos y encierro, no la salva del fracaso. Predecible y aburrida.
Este Soderbergh, me acuerdo, allá por 2013 dijo que no iba a dirigir nunca mas, vaya uno a saber por que. Cuestión que volvió en 2017 y desde entonces nos ha ofrecido ya 7 largometrajes. A mi igual me da la impresión de que, vista su inventiva constante y vistos algunos de sus mejores films, el tipo trabajara por debajo de su verdadera capacidad. Sus películas parecen en general hechas medio a las apuradas y con muchos aspectos sin pulir, facilmente corregibles y mejorables, y lo peor es que da la impresion de que él fuera consciente de esto. En fin, me fui por las ramas, veremos que tal es este nuevo film.
interesantisima pelicula descriptiva de estos tiempos de pandemia e hiperconectividad informatica. Thriller de buen nivel desarrollado en una Seattle sin alma, tecnologica y mecanizada. Excelente como siempre la musica de Cliff Martinez. Dato sutilmente gracioso y cinèfilo: el personaje heroico del final es interpretado por Devin Ratray, el hermano mayor en la ficciòn de Macaulay Culkin en mi Pobre Angelito, y al ser consultado acerca de su nombre responde..... Kevin