Festivales
Guía de recomendaciones: 12 películas imperdibles del #BAFICI2023
Por Diego Batlle, Manu Yáñez, Endika Rey y Ángela Rodríguez
-La 24ª edición (19 de abril al 1 de mayo) presentará en una docena de salas unos 250 títulos entre cortos y largometrajes con entradas a 300 pesos (200 para estudiantes y jubilados), que se pondrán a la venta desde el 11 de abril.
-Como para ir calentando motores, publicamos esta guía con 12 reseñas de valiosos films de cineastas como Christian Petzold, Mariano Llinás, Alessandro Comodin, Lav Díaz, Maite Alberdi, Ira Sachs, Paul Schrader, Pietro Marcello y María Elorza.
Afire / Roter Himmel / Cielo rojo
Alemania, 2023, 102’
Dirección: Christian Petzold
(Sección Trayectorias)
★★★★½
Tras su “etapa Nina Hoss”, que incluyó películas como Yella, Triángulo, Bárbara y Ave Fénix, Petzold comenzó con Transit (2018) su colaboración con Paula Beer. En ese sentido, Afire es la segunda parte de una programada trilogía que se inició con Undine (2020) y el resultado ha sido deslumbrante.
En Afire (Roter Himmel es el título original) no están ni Nina Hoss (actriz-fetiche de Petzold hasta 2014), ni Franz Rogowski (protagonista masculino de Transit y Undine), pero vuelve Paula Beer como centro magnético de un micromundo rodeado de hombres homo y heterosexuales (cuatro para ser más precisos).
Sin más preámbulos, vamos a la película: Leon (Thomas Schubert, extraordinario como un escritor siempre con mala onda) y Felix (Langston Uibel) viajan a una casa en el Báltico para pasar unas vacaciones veraniegas en medio del bosque y cerca de la playa. La cosa empieza complicada porque justo antes de llegar se les rompe el auto y cuando encuentran la casa descubren que está habitada por Nadja (Paula Beer), una conocida de la madre de Felix.
La convivencia en principio es forzada (Nadja suele ser sexualmente muy activa por las noches) y pronto se sumará al grupo Devid (Enno Trebs), un fornido guardavidas; y más tarde lo hará Helmut (Matthias Brandt), supervisor de la editorial en la que publica Leon. Es que Leon es un escritor que está a punto de terminar su segunda novela (la primera fue un éxito, pero esta no convence a nadie) y Helmut llega para ver qué hacer con el texto.
Eso no es todo. Además de las cuestiones profesionales y las tensiones erótico-sexuales del caso (ya adelantamos que hay personajes homo y heterosexuales), el bosque lindante se está prendiendo fuego y las llamas se acercan cada vez más al lugar. Tensión más tensión.
Con su maestría habitual, Petzold se encarga de defraudar siempre las expectativas y es precisamente esa imprevisibilidad la que convierte a Afire en poco menos que una obra maestra. Porque es durante muchos de sus 103 minutos una muy eficaz comedia de enredos, pero cuando empezamos a distendernos a pura risa (carcajada) sobrevienen los giros, se avecina el peligro, se desata la tragedia.
Fascinante, seductora, enigmática, desconcertante y embriagadora, Afire está llena de grandes momentos, de climas, de atmósferas y de conflictos que nos transportan a los más disímiles estados de ánimo. La fotografía de Hans Fromm, el uso de canciones sensuales como In My Mind, de Wallners, y el aporte de cinco intérpretes en estado de gracia convierten a Afire en una experiencia tan cautivante como hipnótica. Petzold, cine en estado puro. DIEGO BATLLE
L’Envol / Scarlet / El despegue
Francia / Italia, 2022, 103’
Dirección: Pietro Marcello
(Sección Trayectorias)
★★★★✩
El director italiano de La bocca del lupo (2009), Bella e perduta (2015), Martin Eden (2019) y Per Lucio (2021) debutó en el cine francés con un sensible drama ambientado poco después de la Primera Guerra Mundial que inauguró la 54ª edición de la prestigiosa sección paralela.
Si había alguna chance de que Pietro Marcello trastabillara al incursionar por primera vez en una historia francesa y en francés la respuesta de L'Envol es contundente: el director italiano no ha perdido un ápice de su universo personal que conjuga orígenes literarios, espíritu de fábula, personajes de clase popular, experimentación visual (aquí trabajando en un 16mm granuloso) y una crítica mirada a la historia.
En este caso, Marcello abrió la Quincena de Realizadores con un drama ambientado en principio en 1918 y luego en la Francia rural de los años '20 que tiene en principio como protagonista a Raphaël (Raphaël Thiery), un veterano de la Primera Guerra que regresa del campo de batalla con secuelas físicas y anímicas, que se potencian cuando se entera de la muerte de su esposa.
Pero este atribulado ebanista que pronto recibirá la repulsa de casi todos sus vecinos se encuentra con que ha tenido una hija, a la que vemos crecer de beba a adolescente. Será entonces Juliette (consagratorio debut de Juliette Jouan) quien asuma el corazón y la conducción de una película cargada de referencias mágicas, de materiales de archivo (y de falso archivo), de pasajes musicales a-lo-Jacques Demy, de épicas románticas (allí aparece Jean, el intrépido piloto que interpreta Louis Garrel), de toques de comedia (buenos aportes de Noémie Lvovsky como Adeline) y de situaciones extremas (como intentos de violación) que por suerte Marcello maneja con pudor y recato, sin caer en el golpe bajo ni lo morboso.
Con The Scarlet Sails (1923), del ruso Aleksandr Grin, como lejana fuente de inspiración, Marcello logra amalgamar materiales muy disímiles en una mezcla que en otras manos podría haber caído en el ridículo: ya que va del realismo a lo folclórico y de ahí al artificio y a lo fantástico. El resultado es un largometraje de esos que ya no se hacen: vintage y moderno a la vez, desgarrador y al mismo tiempo fascinante. Con el sello de un autor que está construyendo una filmografía muy distintiva y valiosa. DIEGO BATLLE
La memoria infinita
Chile, 2023, 84’,
Dirección: Maite Alberdi
(Sección Trayectorias)
★★★★✩
La directora chilena parece obsesionada por la vejez. Luego de La Once y El agente topo, acaba de estrenar este íntimo, bello y desgarrador retrato que fue adquirido por MTV Documentary Films. La memoria infinita narra la historia de amor entre Augusto Góngora, un combativo periodista que registró como pocos la realidad chilena incluso de forma clandestina durante la dictadura pinochetista, y Paulina Urrutia, una reconocida actriz que llegó a ser ministra de Cultura de Michelle Bachelet.
Góngora -hoy de 70 años- tuvo un primer matrimonio y dos hijos, pero el gran amor de su vida ha sido Urrutia. Luego de convivir con ella durante dos décadas, en 2014 a este periodista, escritor y documentalista le diagnostican Alzheimer y dos años más tarde, cuando todavía las secuelas de la enfermedad no eran tan evidentes, se casaron.
En principio, el documental es muy simpático y entrañable, pero conforme la falta de memoria, las crecientes confusiones y los ataques de ira avanzan el relato se pone más oscuro y desolador. Hay mucho material casero grabado de forma artesanal por la propia Urrutia, imágenes de archivo de la vida de ambos por separado y juntos, y filmaciones recientes a cargo de Alberdi, quien con la editora Carolina Siraqyan trabajó el conjunto con suma austeridad, pudor, elegancia y respeto. Solo el uso algo ampuloso de la música incidental y las canciones conspiran (solo un poco) contra el resultado final de una película conmovedora sobre la pérdida de la memoria individual de alguien que durante toda su vida se dedicó a que jamás se perdiera la memoria colectiva. DIEGO BATLLE
Passages
Francia, 2023, 91’
Dirección: Ira Sachs
(Sección Trayectorias)
★★★★✩
Ultimo día de rodaje en París. Tomas (Franz Rogowski, el genial actor de Happy End, Transit, Una vida oculta, Undine y La gran libertad) se muestra tenso y despótico. La filmación termina y se celebra con una fiesta. El protagonista va con Martin (Ben Whishaw), su marido británico, pero al rato seduce a (y es seducido por) Agathe (Adèle Exarchopoulous), una maestra de primaria francesa. Pasan la noche juntos, la pareja gay entra en crisis, Tomas se va a vivir con Agathe, Agathe queda embarazada, Tomas no sabe si volver con Martin y Martin no sabe si recibir nuevamente al cineasta en el departamento que ambos compartían. Idas y vueltas, marchas y contramarchas, celos y culpas, contradicciones y perdones. Cual (tragi)comedia de enredos, el director de El amor es extraño, Por siempre amigos y Frankie propone en Passages un torbellino de situaciones y sensaciones. Tomas es un tipo tan impulsivo que termina siendo arrasador en el peor de los sentidos porque parece vivir en su propia burbuja de egocentrismo, sumido en sus deseos, sin tener en cuenta a los demás.
Y, sin embargo, Rogowski logra que aun con sus dosis de egoísmo y hasta de maldad, Tomas sea un personaje al que no podemos sacarle la mirada ni por un instante: mientras hace el amor con hombres y mujeres, mientras anda en bicicleta de forma frenética por las calles parisinas, mientras llora o insulta. Passages es una muy buena película -de esas que fluyen sin temor al ridículo en la exploración de un triángulo amoroso con distintas variantes y derivaciones- que parece un homenaje al cine de Rainer Werner Fassbinder (un poco como ocurre con buena parte de la filmografía de François Ozon) y que ese intérprete camaleónico e imprevisible que es Rogowski eleva aún más en cada uno de los planos en que aparece. DIEGO BATLLE
Master Gardener / El maestro jardinero
Estados Unidos, 2022, 107’
Dirección: Paul Schrader
(Sección Trayectorias)
Con la magnífica El maestro jardinero (Master Gardener), Paul Schrader completa lo que, por el momento, figura como una trilogía sobre la fuerza redentora del amor en tiempos de oscuridad. Un corpus fílmico que, en todo caso, no funciona a partir de la continuación de un relato, sino mediante la iteración de un mismo relato. Como en El reverendo (First Reformed) y El contador de cartas (The Card Counter) el cineasta estadounidense acomete aquí un nuevo ejercicio de “cine trascendental” sostenido sobre una puesta en escena ordenada y austera, un tratamiento narrativo minimalista y una fe acérrima en el poder de la catarsis fílmica. Todos estos rasgos, que aparecen disgregados por toda la obra de Schrader –desde su guion para Taxi Driver hasta películas como American Gigolo o Mishima: Una vida en cuatro capítulos–, reaparecen en El maestro jardinero depurados hasta el extremo.
Para componer sus más recientes exploraciones del alma humana, Schrader ha enlazado sus historias de culpa y perdón con temáticas de candente actualidad: en El reverendo, el pánico que inspira la crisis climática; y, luego, en El contador de cartas, las heridas que ha provocado en la psique yanqui su amoral lucha contra el terrorismo global. Ahora, en El maestro jardinero, ese marco contemporáneo se diluye para desplegar la universal historia de redención del personaje encarnado, con gran contención, por Joel Edgerton: un jardinero que intenta enterrar su violento pasado bajo una cotidianidad espartana. Para perfilar la odisea moral de su personaje, Schrader echa mano de sus maestros: el Robert Bresson de Diario de un cura rural resuena en el cuaderno en el que el protagonista escribe a diario; el japonés Yasujirō Ozu se manifiesta en la parquedad y ordenamiento escénico del film; y hay incluso un pequeño guiño al danés Carl Dreyer cuándo el éxtasis sexual de una joven afroamericana (Quintessa Swindell) se hermana con el recuerdo de la hierática Maria Falconetti en La pasión de Juana de Arco.
El maestro jardinero es la obra de un cineasta que cabalga, pletórico, a lomos de una segunda juventud; un artista que no tiene miedo a llevar al extremo más abstracto sus preceptos cinematográficos. Rigor y libertad podrían ser las palabras que mejor describen el nuevo trabajo de Schrader, quien construye el momento más catártico del film echando mano de unos efectos digitales nada discretos, y que le pone a un agente de policía una camiseta con el lema “We Should All Be Feminists”. Menos interesado que en otras ocasiones por la idea de la crisis de fe, y más concentrado en el camino de su protagonista hacia el descubrimiento del amor, Schrader compone en El maestro jardinero una de sus películas más luminosas. MANU YÁÑEZ
When the Waves Are Gone / Kapag wala nang mga alon / Cuando no hay más olas
Filipinas / Francia / Portugal / Dinamarca, 2022, 187’
Dirección: Lav Diaz
(Sección Trayectorias)
★★★½
El director filipino de películas como Melancholia, Norte, el fin de la historia y Desde lo que está antes regresó a Venecia -donde en 2016 ganó nada menos que el León de Oro por La mujer que se fue- con un thriller sobre la corrupción y venganza que se ubica entre lo más accesible de su prolífica filmografía.
El teniente Hermes Papauran (John Lloyd Cruz) está considerado como el mejor detective e instructor de Manila. Sin embargo, su realidad física y espiritual no condice con ese prestigio. Una psoriasis severa producto del estrés va generando crecientes manchas en su piel y lo convierte en un alma en pena, al punto que ya coquetea con el retiro.
En simultáneo, vemos que Primo Macabantay (Ronnie Lazaro) ha salido de prisión luego de purgar 10 años de condena. Inestable, con permanentes arranque de furia y locura, su principal objetivo es vengarse de Hermes, quien alguna vez fue su discípulo en la policía, pero terminó siendo el culpable de todas sus desventuras cuando lo denunció y lo combatió. Todo servido, entonces, para un thriller psicológico sobre el rencor, el odio acumulado y la búsqueda de revancha.
Estamos ante una de las películas más “accesibles” de la carrera de Lav Diaz, no solo por una duración de “apenas” tres horas (casi un corto para los estándares de su filmografía) sino también porque es un exponente bastante más clásico dentro del cine de género.
Rodada en blanco y negro, When the Waves Are Gone le dedica bastante tiempo a exponer la psicología de ambos protagonistas (y de un fotógrafo que registra con su cámara todo tipo de casos sádicos y sangrientos), pero también a mostrar el contexto sociopolítico en una sociedad marcada por la violencia, con énfasis en un submundo dominado por la corrupción, el tráfico de drogas, la prostitución, el fanatismo religioso, la decadencia moral y la falta de respeto de los derechos humanos más básicos por parte de las propias fuerzas de seguridad.
Es cierto que cada encuadre, cada plano de Lav Diaz contiene más cine que la inmensa mayoría de sus colegas del mundo, pero también lo es que When the Waves Are Gone resulta algo más convencional que sus films previos (igual, de golpe veremos escenas de baile bastante ridículas a cargo de ambos protagonistas). Más allá de lugares comunes o sorpresas, las cartas del guionista y director quedan expuestas con claridad: el deambular, la degradación, la agonía de Hermes simboliza a (y sintoniza con) la de un país (¿y un mundo?) que él percibe en un alarmante estado de descomposición. DIEGO BATLLE
Arturo a los 30
Argentina, 2023, 90’
Dirección: Martín Shanly
(Competencia Argentina)
★★★½
Arturo (Martín Shanly) es un treintañero en permanente estado de indecisión y confusión. Por momentos, lo vemos cuidando a su hermana menor Olivia (Julia Ezcurra), pero en verdad apenas puede hacerse cargo de sí mismo. Nuestro perfecto anithéroe es una acumulación de torpezas (verbales y físicas), alguien que siempre parece estar en el lugar y el momento equivocados, un adolescente tardío, un tipo que no encaja en las responsabilidades y mandatos de la sociedad actual.
Tragicomedia en la que lo trágico (hay muertes y funerales, por ejemplo) se expone sin dimensiones ni connotaciones épicas y lo cómico se presenta de forma casual y asordinada, Arturo a los 30 apuesta por la acumulación con unos cuantos pasajes inspirados y sorprendentes.
La acción transcurre entre 2017 y 2020 (los primeros síntomas de la pandemia se integran sobre el cierre a la trama con, claro, clases por zoom) y en ese ir y venir habrá desde una fiesta de casamiento de su amiga Daphne (Camila Dougall) hasta un absurdo accidente automovilístico, desde teatro dentro del cine (hay una participación especial de Pilar Gamboa) hasta un viaje a Esquel. Y habrá personajes hétero, homo y transexuales. Y viejos amantes en fuga, y reencuentros, y nuevos amantes ocasionales. Y mucho alcohol y no menos drogas. Y enredos múltiples.
Suerte de continuación de Juana a los 12, Arturo a los 30 es una película que por momentos remite al primer Nanni Moretti, a Martin Rejtman, a Elia Suleiman, al Paul Thomas Anderson de Embriagado de amor, pero que encuentra en su deriva, sus personajes un poco border y excéntricos, y su narración fragmentaria y pendular un estilo y un vuelo muy particulares. DIEGO BATLLE
Clorindo Testa
Argentina, 2022, 100’
Dirección: Mariano Llinás
(Competencia Argentina)
“Uno siempre está buscando cómo hacer películas”, reconoció Mariano Llinás después de la première mundial de Clorindo Testa. Con una duración mucho más asequible que la de los hitos de su filmografía –apenas 100 minutos frente a las 14 horas de La flor–, aquí el director de Historias extraordinarias acomete un proyecto de encargo, aunque la encomienda da unos resultados poco ordinarios. El arquitecto y pintor Clorindo Testa (quien figura como el objeto de estudio del film) era amigo del escritor, crítico de arte y poeta Julio Llinás, quien a su vez fue el padre de Mariano, lo que terminó convirtiendo al autor de Balnearios, a ojos de la Fundación Andreani, en el candidato perfecto para hacer este documental.
Llegados a la película, cabe describir su arranque como la promesa de un delicioso enredo. Llinás dedica uno de sus habituales prólogos a dilucidar qué será su film, o más bien, qué no será. No será un retrato documental de Clorindo Testa, ni tampoco de su padre, sino una película sobre el libro que escribió Llinás Sr. a propósito de Testa.
¿Y quién era Testa, más allá de su labor pictórica y arquitectónica? El film plantea la posibilidad de definirlo como “un humanista”, un calificativo que, lejos de invitar a la solemnidad, en manos de Llinás Jr. da pie a una secuencia hilarante. En ella, el director le hace indicaciones a una actriz sobre cómo debe interpretar un monólogo que lleva hasta el absurdo la banalización del concepto de “humanismo”. Director y actriz trabajan conjuntamente para dar forma al texto y, en un momento clarividente, se ponen a recitar al unísono. La compenetración entre el autor y la intérprete propone una disolución de las fronteras de lo fílmico.
Y es que en Clorindo Testa, como en todo el cine de Llinás, resulta casi imposible establecer, por ejemplo, una frontera precisa entre lo real y lo ficcional. Además, cabe señalar que la escena descrita es filmada, en su mayor parte, mediante un plano en el que divisamos el rostro de la actriz y el cogote del cineasta. Sin embargo, esta estampa se ve interrumpida por unos insertos en los que vemos la propia escena reproduciéndose, en directo, sobre una pantalla de televisión. Así, sobre estos espejismos y solapamientos se va jugando la suerte de esta obra profundamente autorreflexiva.
Clorindo Testa imbrica la levedad del humor de Llinás con la complejidad laberíntica de una escritura por capas, pieles que la película va mudando para ir abriendo posibilidades para el lenguaje cinematográfico. Llinás disfruta enredando la madeja del film, manipulando el estatuto de verdad de las situaciones representadas. El director decide entrevistar a su primo, pero no le deja prácticamente abrir boca. Luego, en una sala de montaje, aparece mostrando material filmado a sus productores; un material que juega con la doble posibilidad de que el cineasta desee hacer una película tremendamente solemne o flagrantemente ridícula. La respuesta de los productores, en todo caso, apunta a la segunda de las opciones.
Por último, en un pasaje particularmente revelador, el argentino, con su voz en off que conduce buena parte de la narración, nos avisa: “ahora la película abandonará el último de sus reparos estéticos”. Ese parece ser el modus operandi de Llinás: ir desprendiéndose de losas, de prejuicios, incluso de máscaras.
En una escena tocada por la lucidez estética, la voz en off de Llinás desaparece y la película queda en manos de unas instantáneas recogidas del libro de Llinás Sr. En paralelo, el cineasta emprende un viaje con su hijo hacia el Centro Cívico Santa Rosa, diseñado por Testa y declarado recientemente monumento histórico nacional. Así, partiendo de la mofa autoparódica, y caminando por la frontera entre la ficción y la realidad, Llinás termina conquistando una cierta verdad emocional que tiene que ver con el encuentro consigo mismo, en su breve trayectoria como padre. ÁNGELA RODRÍGUEZ
Mourir à Ibiza / Dying in Ibiza / Morir en Ibiza
Francia, 2022, 110’
Dirección: Anton Balekdjian, Léo Couture y Mattéo Eustachon
(Competencia Vanguardia y Género)
★★★½
Durante tres veranos consecutivos, el trío de cineastas conformado por Mattéo Eustachon, Léo Couture y Anton Balekdjian rodó primero en Arlès (2019), mítica ciudad sureña de la Provence-Alpes-Côte d'Azur que inspiró muchas de las obras de un tal Vincent Van Gogh; luego -ya en pandemia- en Étretat, Normandía (2020) y finalmente en la Ibiza del título (2021).
Mourir à Ibiza es una ópera prima que se inscribe en una de las tantas tradiciones del cine francés que tienen que ver con las historias veraniegas (Jacques Rozier, Eric Rohmer, Olivier Assayas, François Ozon y siguen las firmas). Lúdica, festiva, leve, ligera, sincera, espontánea, entrañable, cristalina, luminosa, la película prescinde de los grandes conflictos y de personajes trascendentes para concentrarse, en cambio, en pequeños momentos de disfrute y felicidad: la impulsiva veinteañera Léna (Lucile Balézeaux) y los más reprimidos hombres con quienes comparte distintas experiencias bailan, cantan, fuman, beben, pasean y se (re)encuentran con el mar como fondo o compañía (por momentos el film se asemeja a un musical).
Algún escéptico o cínico podrá cuestionar a Mourir à Ibiza al catalogarla como una idealización o incluso una negación de los problemas de este mundo pandémico y en guerra. Otros, en cambio, la apreciamos como una reivindicación de los romances y las amistades. El cine como refugio, antídoto y resistencia. DIEGO BATLLE
Gigi la legge / The Adventures of Gigi the Law / Gigi la ley
Italia / Francia / Bélgica, 2022, 102’
Dirección: Alessandro Comodin
(Competencia Vanguardia y Género)
★★★★✩
El director de L'estate di Giacomo (2011), I tempi felici verranno presto (2016) y de Il giardino di Olga (2020) ganó el Premio Especial del Jurado en el Festival de Locarno 2022 por esta bella docuficción sobre las experiencias cotidianas de un policía rural.
Comodin ganó el Leopardo de Oro de la competencia Cineasti del Presente de Locarno 2011 con su ópera prima L'estate di Giacomo. Más de una década después, el cineasta italiano presentó, ahora en la sección principal del festival, otra docuficción ambientada en un pueblo rural en pleno verano.
Pier Luigi Mecchia, Gigi para la comunidad, es un policía que controla desde su patrulla el (casi inexistente) tráfico en la zona de Malatesta y Villanova, poblados del Friuli cercanos a Venecia que no superan los 12.000 habitantes. Además, para más datos, es el tío del director. Su principal conflicto es con un vecino que se queja de que las ramas de Gigi le invaden su propiedad, pero en principio todo es tranquilo y bucólico en la región.
Sin embargo, Gigi descubre que una joven se ha suicidado tirándose a las vías cuando pasaba uno de esos trenes que jamás se detienen en el pueblo. Y no es el primer caso. ¿Por qué una ola de suicidios en un lugar tan plácido y encantador?
No todos le tienen simpatía a Gigi, pero él siempre se muestra sonriente y hasta seductor. En ese sentido, es capaz incluso de iniciar una relación primero “a distancia” con la operadora responsable de manejar las comunicaciones por radio con los agentes. Hasta que se decide a invitarla a salir.
Entre el realismo del documental observacional y un absurdo pueblerino que remite al protagonista de P'tit Quinquin, de Bruno Dumont, Gigi la legge es una película lúdica, cristalina, empática y por momentos misteriosa, en la que nos podemos divertir como si fuera una comedia de Jacques Tati y emocionar cuando los personajes entonan Sono un pirata, sono un signore, acompañando a un Julio Iglesias que canta italiano; o ese himno pop de los '80 que es Amore disperato, de Nada. Por más seres luminosos como Gigi y directores humanistas como Alessandro Comodin en estos tiempos de cinismo y odio. DIEGO BATLLE
A los libros y a las mujeres canto
España, 2022, 72'
Dirección: Maria Elorza
(Sección Pasiones)
Hace unos años, mi amiga Sonia se despertó una noche de madrugada muy asustada. El culpable fue un libro que golpeó de súbito en su cabeza tras caer desde una estantería que tenía en el cabecero de la cama. El libro, para más inri, era A sangre fría, de Truman Capote, con las consiguientes risas que aquel detalle provocó entre los que escuchábamos la historia. Un relato parecido se encarga de abrir el documental A los libros y a las mujeres canto, de María Elorza.
En el mismo, Tonina, la madre de la directora, explica con humor cómo una estantería repleta de libros se le cayó encima dejándola con un dedo torcido. En este caso, el libro "homicida" fue La Divina Comedia, de Dante y, en concreto, el tomo dedicado a El infierno, una anécdota que sirve para lanzar dos de las preguntas que atraviesan toda la cinta: ¿Pueden los libros matar? ¿Y pueden también ayudarnos a vivir? Estoy convencido de que a Elorza le gustaría saber que mi amiga también sufrió un ataque bibliográfico similar al de su madre, porque si de algo trata A los libros y a las mujeres canto es de establecer puentes entre diferentes mujeres y generaciones hablando de cuestiones tanto vitales como azarosas del mejor modo posible: dándose la menor importancia, prestando atención a los rostros y voces de sus protagonistas, permitiéndonos escuchar tanto las respuestas en plano como las carcajadas y las reacciones de la entrevistadora fuera de campo. Desvelando todos los recovecos, importantes o no, por los que la literatura se inmiscuye en nuestras vidas.
Si en La Eneida Virgilio aseguraba que “a las armas y al hombre canto”, la directora de Ancora Lucciole transforma aquella cita para componer toda una declaración de intenciones: estamos ante un film-poema dedicado tanto a la literatura como a las mujeres a las que les ha cambiado la vida. Y Elorza lo hace sin la intención de plantear la obra definitiva sobre la mujer lectora, sino que prefiere aproximarse, de forma cercana y familiar, a unas pocas mujeres que han estado presentes a lo largo de su vida, así como a las obras que, para ellas, supusieron un antes y un después. A los libros y a las mujeres canto es, pues, una película-juego donde el discurso no se construye desde la Historia, sino desde las historias. Para hacerlo, la película se divide en tres partes. El primer capítulo está dedicado a los retratos familiares; el segundo, al rojo y a la política; y el tercero lleva por título El pasado somos nosotras. Cada uno de ellos presenta a tres mujeres distintas, tremendamente carismáticas, para las que la lectura ha supuesto una forma de entender la vida. En el primero conoceremos a la ya mencionada Tonina y a Loreto, en el segundo a Wal y en el tercero a Vicky. Cuatro mujeres (cinco, si tenemos en cuenta la participación en la cinta de Anne, la hermana de la directora) que hablan de vidas repletas de imágenes literarias que lo llenan todo.
El documental se pregunta acerca de la función de esas imágenes y de los orígenes de esa necesidad vital. Y, para construirlo, Elorza no sólo se centra en los relatos hablados de sus protagonistas, sino que también confecciona un collage de imágenes donde dibujos, objetos, material de archivo y palabras inundan la pantalla. La directora se pregunta qué significa cantar a las mujeres y a los libros, pero también se interroga acerca del cómo: “Retratar a estas mujeres significa también indagar en la naturaleza de las imágenes. Y preguntarnos qué es una imagen literaria, qué es una imagen cinematográfica y cómo se puede pasar de la una a la otra”, asegura Elorza.
A través de la mezcla de testimonios, formatos (pasamos del Super 8 al digital, de la imagen fija al movimiento) e idiomas (el italiano conforma una parte importante del tono lírico de la cinta, así como el japonés) se conforma la idea de las bibliotecas como un jardín, de los libros como un caballo de Troya gracias al cual acceder a otros mundos (y, sobre todo, a otras ideas), de la poesía como manto que te cae encima y de las formas que todos tenemos de llevar la teatralidad a la vida. También se habla de los “bibliocaustos” fascistas, de la necesidad (o no) de desprendernos del papel para deshacernos del pasado, de los límites de la literatura frente al poder del imperialismo y de cómo, tal vez, la gran literatura se esconde en los cajones de la gente sencilla.
En A los libros y a las mujeres canto, el mimo por el detalle y por la anécdota brillan por encima de las ideas supuestamente trascendentales. En el film se habla de Goethe, Lenin o Baroja como si fuesen nuestros tíos, mientras que lo aparentemente anecdótico –un coche que hace la función de biblioteca, una falda comprada en homenaje a Sade o unas cigarreras que liberaban cada día a una de sus trabajadoras para que les leyera en voz alta– alumbra un cine repleto de ideas. Se habla de los autores de una manera próxima porque las protagonistas les han leído de cerca, de un modo similar a cómo Elorza las escucha a ellas. En este sentido, la labor de montaje del documental, tarea también realizada por la directora, se antoja especialmente relevante, ya que las imágenes literarias invocadas por las protagonistas se disponen cuales puentes cinematográficos entre los testimonios de las mujeres. El resultado final es tanto un poema como un canto, un collage y una representación. Pero, sobre todo, A los libros y a las mujeres canto es un juego fílmico en el que la reflexión no está reñida con la diversión. ENDIKA REY
El caso Padilla / The Padilla Affair
España-Cuba, 2022, 78'
Dirección: Pavel Giroud
(Sección Políticas)
★★★★✩
El director de La edad de la peseta, Omertá y El acompañante recupera un material de archivo que permanecía inédito desde hacía más de 50 años para exponer el caso del poeta Heberto Padilla y la persecución del gobierno cubano a los intelectuales más críticos.
En marzo de 1971 Heberto Padilla, uno de los poetas más brillantes de Cuba que tres años antes había ganado el Premio Julián del Casal de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) por su libro Fuera del juego, fue enviado a prisión bajo la acusación de “actividades subversivas contra el Gobierno”. Su encarcelamiento provocó una reacción internacional con una carta firmada por eminencias como Julio Cortázar, Simone de Beauvoir, Marguerite Duras, Carlos Fuentes, Juan y Luis Goytisolo, Alberto Moravia, Jorge Semprún, Octavio Paz, Juan Rulfo, Jean-Paul Sartre, Susan Sontag, Italo Calvino y Mario Vargas Llosa, entre muchas otras.
En la primavera de ese mismo año, ya puesto en libertad, Padilla se presentó ante sus colegas en la sede de UNEAC para hacer una “autocrítica”, en la que pide perdón, se manifiesta avergonzado de lo que ha escrito y dicho, asegura haber entendido lo que le han “explicado” desde la Seguridad del Estado, se manifiesta totalmente de acuerdo con los lineamientos de la Revolución Cubana y cuestiona a figuras como Guillermo Cabrera Infante (a quien en algún momento había defendido) acusándolo de “agente de la CIA” e incluso a algunos escritores presentes, como Norberto Fuentes, y hasta a su propia esposa, la poetisa Belkis Cuza Malé (cabe indicar que entre los asistentes aparecen también desde Reinaldo Arenas hasta Virgilio Piñera, pasando por el brillante cineasta Tomás Gutiérrez Alea).
Alguna vez considerado el enfant terrible de las letras cubanas, un escritor contestatario por el pesimismo y amargura de sus poemas y sus posiciones críticas frente a cómo se había degradado la Revolución Cubana a partir de 1968, Padilla aparece “rectificando errores” con un nivel de sobreactuación que da mucho que pensar. En ese sentido, el propio García Márquez escribió:"El tono de la autocrítica es tan exagerado que parece obtenido por métodos ignominiosos, yo no sé si Padilla le está haciendo daño a la Revolución, pero la autocrítica sí, y muy grave".
Pavel Giroud, director cubano radicado en Madrid, consiguió un material de archivo inédito durante más de 50 años (el mea culpa completo de Padilla en la UNEAC) y, a partir de ese testimonio que remite a las peores prácticas del stalinismo, va mostrando (y reconstruyendo) la siempre tensa relación entre Fidel Castro y los intelectuales, empezando por la censura desde el Instituto de Cine dirigido por Alfredo Guevara a un corto sobre la noche de La Habana en el que participó Cabrera Infante hasta llegar a Jorge Lezama Lima y al caso de Padilla. El final de ese encuentro en la UNEAC, cuando todo se empieza a desmadrar, es impactante, elocuente y desolador.
La película -que por momentos tiene algunos elementos de thriller- es tan reveladora por lo que efectivamente muestra como por lo que insinúa y da a entender (un sistema marcado por la vigilancia, las delaciones, la censura y la caza de brujas contra los “enemigos del gobierno y agentes de la contrarrevolución”). El uso del archivo incluye también fragmentos de interesantes entrevistas de la época a Cortázar, Vargas Llosa, García Márquez, Sartre y Jorge Edwards, mientras traza paralelismos con la situación en Checoslovaquia con la invasión soviética de 1968 para acallar las voces disidentes.
Padilla logró irse de Cuba en 1980, pero nunca se convirtió en un anticastrista. De hecho, fue despreciado y expulsado de Miami por su cercanía a distintos colegas que seguían apoyando la Revolución. Debió mudarse a Alabama, donde murió en 2000 odiado tanto por la derecha como por la izquierda, completamente olvidado por el mundillo intelectual. Triste, solitario y final. DIEGO BATLLE
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