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Crítica de “Maria”, película de Pablo Larraín con Angelina Jolie como Maria Callas (Competencia Oficial) - #Venecia2024
Tras Jackie y Spencer, el director chileno rodó una nueva biopic sobre un icónico personaje femenino.
Maria (Italia-Alemania-Estados Unidos/2024): Dirección: Pablo Larraín. Elenco: Angelina Jolie, Pierfrancesco Favino, Alba Rohrwacher, Haluk Bilginer, Kodi Smit-McPhee, Stephen Ashfield y Valeria Golino. Guion: Steven Knight. Fotografía: Ed Lachman Edición: Sofía Subercaseaux. Duración: 123 minutos. En Competencia Oficial.
Si algo no puede negarse al realizador chileno Pablo Larraín es su osadía. Recuerdo su paso por el 11 BAFICI, cuando Tony Manero (su segunda película, tras Fuga, de 2006) despertó tantas loas por su búsqueda y valores formales como rechazo por lo que se interpretaba que era el “mensaje” de la película: “en el fondo, los chilenos se merecían a Pinochet”. Algo más debe reconocérsele: la renuncia militante a cualquier atisbo de demagogia (El conde, estrenada el año pasado aquí en Venecia, deja en claro lo que piensa de la dictadura). Quizás el punto tiene que ver con resistirse a dejar pasar el habitual mecanismo que elige como único culpable a una persona para no hacerse cargo de los diversos factores sociales, de los apoyos particulares y específicos que permitieron o generaron el espanto. Pero esa es otra historia.
Y si de historia se trata, también debe señalarse el interés del director por compartir su punto de vista respecto de eventos o personajes reconocidos y relevantes de la historia, no solo chilena. Ahí están No (2012, sobre el plebiscito chileno de 1988), Neruda (2016), Jackie (Kennedy, claro está, 2019) y Spencer (2021, sobre Lady Di). En estos dos últimos casos y en Maria, se repite el acercamiento a íconos femeninos y el trabajar con las estrellas más fulgurantes contemporáneas (Natalie Portman, Kristen Stewart y Angelina Jolie, respectivamente).
El desafío de acercarse a esas figuras que todos conocemos (o creemos conocer) nos enfrenta a que gran parte del mérito de la película, para muchos, se reduzca a “cómo sacó” al personaje. El cuán fidedigna sea la historia (algo ciertamente muy personal, según los parámetros y posición de cada uno) o lo bien desarrollada que esté la mímesis entre actriz y personaje retratado sería, para esta mirada, lo que define lo bien o mal que está la película. Está claro que desacuerdo con dicha interpretación; pero sí pienso que en este tipo de proyectos los caminos opuestos suelen ser los que mejores resultados generan (o se respeta a rajatablas o se traiciona descaradamente la historia pretendidamente real).
En el caso de Maria, Pablo Larraín decide concentrarse en sus últimos días. En el momento que alejada de los escenarios, su tiempo transcurre entre el intento de un regreso que nunca se produciría y la vida cotidiana en su departamento, compartiendo los días con su mucama y su mayordomo (los enormes Alba Rohrwacher y Pierfrancesco Favino, eficaces pero algo desaprovechados por lo plano de sus personajes). El acento puesto en la dependencia de la más grande cantante lírica de la historia respecto de los sedantes e hipnóticos, así como los flashbacks que desnudan cuestiones oscuras de la historia que involucran también a su hermana (interpretada por Valeria Golino) y la relación con Aristóteles Onassis recuerdan ese costado algo cruel del director que tan presente estaba en El club (2015). Es por eso que, sobre el final, el giro interpretativo que (muy a tono con el signo de los tiempos) pretende transformar a la diva en una aparente vanguardista de la causa feminista resulta tan caprichoso como inesperado.
Ya desde el inicio del film se juega con lo que parecen imágenes de archivo (o que en parte lo son). Luego, al momento del primer plano, descubrimos a Angelina Jolie cantando, abriendo su enorme boca mientras pone toda su atención en la tensión de cada músculo de su cara. Los contraplanos recorren los más reconocidos templos líricos del mundo (en Milán, Nueva York o Venecia). Sobre el final, al tiempo de los títulos, las imágenes de Maria Callas demuestran lo fútil, innecesario e inapropiado de todo ese esfuerzo.
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