Festivales

Terremotos reales, terremotos emocionales

Himizu, de Sion Sono; y El año del tigre, de Sebastián Lelio, toman las catástrofes naturales que azotaron a Japón y Chile como trasfondos de sus desoladores e imponentes retratos humanos.
Publicada el 30/11/-0001
Japón y Chile vivieron en los últimos tiempos sendos terremotos seguidos de tsunamis que devastaron importantes partes de sus territorios. Semejante desolación resultaba tentadora para los cineastas, aunque también un riesgo por la eventual “explotación” de semejante desastre natural con fines artísticos. Por suerte, tanto Sion Sono como Sebastián Lelio salen más que airosos con Himizu y El año del tigre, respectivamente, ya que evitan la metáfora fácil, el miserabilismo o la pornografía de apropiarse del horror y el dolor de manera obvia. Ambos creen en el poder del cine (de la ficción) y ubican a las catástrofes como trasfondo de lo que realmente importa: las historias de sus personajes.

Prolífico como pocos (en Cannes presentó hace cuatro meses la no menos notable Guilty of Romance), Sion Sono redobla su apuesta por un cine siempre ambicioso y excesivo, lleno de ideas, de búsquedas, de hallazgos y de grandes momentos. Este melodrama basado en un conocido manga se centra en la conflictiva, contradictoria relación entre dos adolescentes de 14 años, compañeros de secundaria (Shôta Sometani y Fumi Nikaido, merecidos ganadores del premio Marcello Mastroianni a los actores revelación en la reciente Mostra de Venecia) que son auténticos marginales (sobre todo en términos emocionales).

El protagonista vive con una madre que pronto lo abandonará y recibe esporádicas visitas de su padre que no hace otra cosa que humillarlo y golpearlo, mientras intenta sostener el decadente negocio de alquiler de botes a orillas de un lago y recibe la solidaridad de unos excéntricos homeless que acampan frente a su casa. Ella tiene una familia tan o más disfuncional que la de él (abusivos y suicidas), pero está obsesionada con ayudarlo, aún cuando él ingresa en un descenso a la locura y la violencia irracional. Tragicómica y desgarradora, esta historia de amor, de locura y de muerte (que incluye gangsters a-lo-Takeshi Kitano) nos devuelve a un director en plena exuberancia creativa, desatado, potente, pletórico de intensidad dramática. Entre tanto realizador correcto, temeroso y previsible, se agradece que Sion Sono (Cold Fish) siga filmando tanto y tan bien.

Otra ratificación es la de Lelio, que venía de dos interesantes trabajos como La sagrada familia y Navidad. En este caso, con guión y producción del amigo y colega (es un reconocido crítico y programador) Gonzalo Maza, filmó apenas dos meses después de la catástrofe natural que sacudió al sur de Chile y en sólo 12 jornadas de rodaje una historia inspirada en hechos reales (la fuga de unos presos durante el terremoto y el destino de los animales que pertenecían a un circo) construida con una sensación de urgencia (en la primera parte la presencia de las casas destruidas es central), pero también con gran rigor y nobleza.

La anécdota es mínima (un preso huye de una cárcel, recorre la costa en busca de sus seres queridos, se topa con el tigre del título y luego se encuentra con un campesino), pero el film tiene múltiples connotaciones que van desde lo social hasta lo religioso (en el Q & A posterior a la primera función para público en el TIFF Bell Lightbox Lelio explicó muy bien en inglés las búsquedas e inspiraciones en este terreno).

De lo que habla El año del tigre (y también Himizu) es de la desesperación, la descontención, la miseria, la incomunicación, la violencia y el dolor humanos. La tierra arrasada por los temblores y las olas sirve como amplificador de una realidad incuestionable: la de una sociedad que bastante tiempo antes ya había sido arrasada por causas ajenas a la naturaleza.

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COMENTARIOS

  • 11/09/2011 21:37

    Cómo me gusta Sono Sion, espero que Mardel o Bafici hagan los esfuerzos para traer estas dos pelis: Love Exposure y Himizu. Pleeeease

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