Festivales
Terremotos reales, terremotos emocionales
Himizu, de Sion Sono; y El año del tigre, de Sebastián Lelio, toman las catástrofes naturales que azotaron a Japón y Chile como trasfondos de sus desoladores e imponentes retratos humanos.
Prolífico como pocos (en Cannes presentó hace cuatro meses la no menos notable Guilty of Romance), Sion Sono redobla su apuesta por un cine siempre ambicioso y excesivo, lleno de ideas, de búsquedas, de hallazgos y de grandes momentos. Este melodrama basado en un conocido manga se centra en la conflictiva, contradictoria relación entre dos adolescentes de 14 años, compañeros de secundaria (Shôta Sometani y Fumi Nikaido, merecidos ganadores del premio Marcello Mastroianni a los actores revelación en la reciente Mostra de Venecia) que son auténticos marginales (sobre todo en términos emocionales).
El protagonista vive con una madre que pronto lo abandonará y recibe esporádicas visitas de su padre que no hace otra cosa que humillarlo y golpearlo, mientras intenta sostener el decadente negocio de alquiler de botes a orillas de un lago y recibe la solidaridad de unos excéntricos homeless que acampan frente a su casa. Ella tiene una familia tan o más disfuncional que la de él (abusivos y suicidas), pero está obsesionada con ayudarlo, aún cuando él ingresa en un descenso a la locura y la violencia irracional. Tragicómica y desgarradora, esta historia de amor, de locura y de muerte (que incluye gangsters a-lo-Takeshi Kitano) nos devuelve a un director en plena exuberancia creativa, desatado, potente, pletórico de intensidad dramática. Entre tanto realizador correcto, temeroso y previsible, se agradece que Sion Sono (Cold Fish) siga filmando tanto y tan bien.
Otra ratificación es la de Lelio, que venía de dos interesantes trabajos como La sagrada familia y Navidad. En este caso, con guión y producción del amigo y colega (es un reconocido crítico y programador) Gonzalo Maza, filmó apenas dos meses después de la catástrofe natural que sacudió al sur de Chile y en sólo 12 jornadas de rodaje una historia inspirada en hechos reales (la fuga de unos presos durante el terremoto y el destino de los animales que pertenecían a un circo) construida con una sensación de urgencia (en la primera parte la presencia de las casas destruidas es central), pero también con gran rigor y nobleza.
La anécdota es mínima (un preso huye de una cárcel, recorre la costa en busca de sus seres queridos, se topa con el tigre del título y luego se encuentra con un campesino), pero el film tiene múltiples connotaciones que van desde lo social hasta lo religioso (en el Q & A posterior a la primera función para público en el TIFF Bell Lightbox Lelio explicó muy bien en inglés las búsquedas e inspiraciones en este terreno).
De lo que habla El año del tigre (y también Himizu) es de la desesperación, la descontención, la miseria, la incomunicación, la violencia y el dolor humanos. La tierra arrasada por los temblores y las olas sirve como amplificador de una realidad incuestionable: la de una sociedad que bastante tiempo antes ya había sido arrasada por causas ajenas a la naturaleza.
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Cómo me gusta Sono Sion, espero que Mardel o Bafici hagan los esfuerzos para traer estas dos pelis: Love Exposure y Himizu. Pleeeease