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Crítica de Juste la fin du monde, de Xavier Dolan (Competencia Oficial)
El joven y prolífico director canadiense contó con un auténtico seleccionado de estrellas francesas (Marion Cotillard, Léa Seydoux, Vincent Cassel, Gaspard Ulliel y Nathalie Baye) para un film de origen teatral que no aporta demasiado.
El realizador de Yo maté a mi madre, Los amores imaginarios y Tom à la ferme narra en esta transposición de la pieza teatral semiautobiográfica de Jean-Luc Lagarce -un autor de culto que murió a los 38 años de SIDA en 1995- el regreso al hogar familiar de un dramaturgo treintañero (Gaspard Ulliel) tras doce años de ausencia para -según sabemos desde el primer minuto- anunciarles que va a morir. En esa casona de pueblo rural lo esperan su madre (Nathalie Baye), su hermana (Léa Seydoux), su hermano mayor (Vincent Cassel) y la esposa de éste (Marion Cotillard).
Construida casi exclusivamente con primeros planos, se trata de una exploración bastante impiadosa y por momentos al borde del ejercicio de crueldad de las miserias, reproches, frustraciones y, claro, del amor que inevitablemente asoma incluso en el ámbito de un grupo disfuncional como el que aquí se retrata.
Más allá de algunos flashbacks sobre la infancia del hijo pródigo, de un par de breves viajes en auto y, por supuesto, de toda la estilización, el diseño, el preciosismo visual y el despliegue musical tan propios del universo del realizador de Laurence Anyways y Mommy, Dolan respeta casi frase por frase los diálogos que Lagarce escribió en 1990, en una experiencia que remite a lo que François Ozon hizo con Rainer Werner Fassbinder en Gotas que caen sobre rocas calientes, aunque en el caso del cineasta canadiense casi sin humor y con no poco sadismo hacia los personajes (y el espectador).
Se trata, en definitiva, de una sucesión de duelos actorales (generalmente de a dos personajes por escena, aunque hay un par de momentos en que están todos en pantalla comiendo y discutiendo) que generan más irritación que admiración. Verdadero encantador de serpientes (de programadores a críticos, pasando por productores y estrellas como las aquí reunidas), Dolan sigue haciendo un cine más cool que inteligente y profundo.
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Veo que la crítica está siendo muy uniforme respecto a esta película, no creo que la mayoría se equivoque, me gustan algunas de sus películas y rescato algunos de sus esfuerzos siendo un cineasta relativamente joven, lo que más valoro sin duda es su deseo de hacer cine a pesar de los muchos inconvenientes que puede encontrar un director tan joven en una industria tan exigente. Como he leído en otras páginas, estadounidenses en su mayoría, esta película no logra dejar una buena impresión y parece ser que fue un despropósito llevar esta historia al cine y más aun desaprovechando a actores tan grandes como Cotillard y Cassel. Me gustaría verla pronto para poder dar una opinión pero preveo que si no logró convencer ni a un pequeño porcentaje de la critica, no voy a encontrarme con una gran película y mucho menos con la confirmación de que Dolan es un gran prodigio de la dirección como algunos apresuradamente lo han catalogado. A mi toda esta historia del enfant terrible me parece más una manera errónea de encasillarlo, una etiqueta que claramente aminora e impide que su trabajo evolucione orgánicamente. Si lo viésemos más como un director y menos como el gran transgresor que la prensa y la crítica nos ha vendido creo que podríamos apartarnos y ver sin tantos escrúpulos el trabajo de un cineasta más. En cuanto a lo que mencionas respecto al uso de la música, me parece que ya es una característica muy propia de su trabajo y a mi me parece que le resta mucho a la narrativa y estructura visual y estética de la que imprime sus films.