Festivales

La emoción de Spike Lee y Michael Jackson, el horror de la clausura y el balance de un festival que se parece mucho a la felicidad

Por Juan Manuel Domínguez, desde Toronto
-En el tramo final del mega evento canadiense, nuestro cronista disfrutó de Bad 25, documental-homenaje de Spike Lee (foto) al disco cumbre (y a la figura) de Michael Jackson; y padeció del film de cierre, A Song for Marion, con Terence Stamp y Vanessa Redgrave.
-Más allá de los inevitables altibajos de toda muestra que apuesta por la diversidad y la amplitud, la experiencia de Toronto resulta siempre estimulante con su mezcla de glamour y experimentación, industria y arte.
-Silver Linings Playbook, comedia de David O. Russell con Bradley Cooper, Jennifer Lawrence y Robert De Niro, ganó el premio del público. También fue galardonado lo nuevo de Sono Sion, Francois Ozon y Xavier Dolan.

Publicada el 30/11/-0001

Resaca. Resaca post-fiesta de clausura. De las que se hacen pasar por iluminación; es decir, de esas que nos hacen decir “ya fue, no tomo nunca jamás una gota” y son, ay, mentiras nada piadosas. Puedo justificarla, hoy, acá, tempranísimo para cualquier cosa que no sea hidratarse como una doble resaca, también cinéfila. Pero, sinceramente, ayer ya estaba agotado de películas. Tiroides de películas. No implica que no me sentara chito la boca a ver “la de clausura” (ese evento donde los festivales muestran aquello que no quieren poner en ningún otro lado), A Song for Marion (más luego en esta lastimadura de película). Pero el tono fantasmal que hoy, ayer y ya desde el jueves reina el festival, ese tono que hace imposible imaginar el ritmo Gremlin de la semana pasada, cala en los huesos. Pero nada de bajón, eh (aunque ahora ando escondido en los recovecos del TIFF Lightbox, la base de operaciones del festival a ver si, al menos, me adoptan como Gollum y me quedo acá unos meses).

La última película que vi, al menos que vi encendido, fue un capricho melómano. No solo mío, sino también de Spike Lee. Bad 25, un über emocional documental, de esos que me hablan, con precisión, de lo que quiero del cine, la música, de la gente. En este homenaje a los 25 años de Bad, última obra maestra de la dupla Michael Jackson y Quincy Jones, Lee se sienta a pensar en Michael. Primero arranca íntimo, centrando lo básico del documental (cabezas parlantes y archivo, aunque tener archivo nunca visto del Rey del Pop es como tener plutonio en el congelador) en el equipo de grabación, contando detalles del disco en el mismo estudio donde lo grabaron. Pero de a poco, sin nunca soltar ese mástil que lo guía, Lee va abriendo el juego, entendiendo a Michael como un todo orgánico que involucra a cada parcela de su imagen, y, por ende, habla con los directores de los “cortos” (así le decía Michael a sus videos), con los publicistas, con los guardaespaldas. Es un placer, genuino, ver a Martin Scorsese observando su trabajo y el detrás de escena junto a Michael (“No sabía que se agarra tanto la entrepierna” dice Martin “Cejas Locas” Scorsese). O como el coreógrafo de Michael desgrana la forma de bailar del selenita rey mostrando pasos de baile aprendidos por MJ de niñato viendo Soul Train (whaaaaaaaa`? ¿Nunca vieron Soul Train? ¡Ya, youtubeen! ¡Hay un tipo que bailando, bai-lan-do, se choca los cinco a sí mismo y hace que eso quede bien!).

Con un afecto que se nota sentido antes que con intención de ser bronce, todos cuentan cosas de Michael. Hay fotos de cada uno de los disfraces que Michael usaba para camuflarse entre la gente (“A veces”, cuenta su agente que le decía “me gustaría ir a una fiesta, ponerme atrás de una cortina y ver cómo es la gente cuando no estoy alrededor”. Ouch.), hay muestras de la fascinación de Michael por Bob Fosse, de cómo elegía ser ese niñazo (cuenta un colaborador que por teléfono “tenía voz normal, pero odiaba usarla en público”), hay reverencia de pesos pesados (Kanye West, el hijo de Frank Sinatra y Muhammad Ali -Panozzo dixit-). De hecho, la misma leyenda de Michael se pone en escena, obvio que ignorando su faceta Creepy Peter Pan, y uno va entendiendo el acto de amor de Lee. En el momento menos noble, Lee le deja la cámara en la jeta a todos y cada uno de los entrevistados cuando les pregunta dónde estaban cuando se enteraron que Michael había muerto. Y hace zoom cuando se quiebran. Un poco rata, sí. Pero demoledor. Y para finalizar Lee muestra a Michael cantando en la gira de Bad, Man in the Mirror, y, sabiamente, comprueba que con sólo esos cinco minutos alcanzan y sobran para demostrar lo extremadamente único de Jackson.

En el extremo fuckin' opuesto, la película de clausura, A Song for Marion (en IMDb figura como Song for Marion pero mi ticket dice otra cosa). Intolerable incluso en el majestuoso Royal Hall, pieza moderna y estirada de alta alcurnia teatral. Atención, distribuidores argentinos: acá está el crowd-pleaser del 2013, esas que duran -como las cucarachas- meses (esta vez fue gratis, la próxima no). Acá esta esa película demagoga hasta cuando no quiere serlo, sensacionalista de las emociones, esa que divide a la gente Michael de los demás. Un viejuno ortiva fuerte -casi dickensiano en su mal humor- sólo ama, y con mucha intensidad, a Marion (Vanessa Redgrave), su mujer, que wait for it tiene cáncer. Y Marion canta en un coro de viejunos, de esos que Telefé saca cuando no tiene ganas de hacer de los policiales una noticia. Recanchero el coro, ya que bajo la tutela de una treintañera canta Crazy de Gnarls Barkley. Y él se lleva mal con el hijo, re. Y odia el mundo Glee sub 90 de su señora, ese que Paul Andrew Williams filma con mucha mano y actitud de esos tipos que hablan “con toda la onda” en los micros de PAMI que van, ponele, a las Termas de Río Hondo. Viejunos payaseando con chistes que hacen que las tías digan “Ay, qué plato” (por ejemplo, cantan Let's Talk About Sex). Suena a que uno simplemente es un gerontofóbico, que ni siquiera el estoicismo elegante de Terrence Stamp (que compartía éter con vuestro cronista), lo convence.

(Nota aparte: amo la idea de ser un viejo cabrón de mierda, ya que es una entidad que respeto mucho, pero seguramente si llego a anciano y aunque me guste soñarme como un Alan Quatermain que va envejeciendo con la belleza y la panza de Jeff Bridges, seré una especie de Doc Brown menos genial a la hora ir adónde no hay rutas).

Pero no es sólo el tema de A Song for Marion, están también las formas: a cada canción, la sigue un contraplano de alguien sonriendo, llorando, pensando. Entiendo se me puede retrucar con Glee, objeto que ame en algún momento, pero el sentido épico no descartable de A Song for Marion es lo que me fosiliza esa idea de cine. La necesidad de que, por que sí, se vayan encastrando, como en un Tetris con piezas redondas, “momentos de película”: el torneo, la pelea filial, la aceptación, el afloje del ortiva. Cada cinéfilo con su efedrina particular, entiendo y respeto (bah, no, pero eso no le importa, ni debería importarle, a nadie; odio los críticos Gandalf, esos que se ponen “Esta película no pasará”, puff, como si no hubiera fundamentalismo de sobra en el mundo). Pero la gimnasia agotadoramente gestual de A Song for Marion (que al terminar, antes de los créditos, pone “A la familia”) fue señal de todo lo que odio del cine y además de uno de los vicios del festival.

Porque uno ya se pone balancero, y no queda otra que intentar ver el TIFF, que yo lo siento como un Tesseract en mis manos, de manera más sensata. J. Hoberman -no me hago el canchero, eh, hablamos 5 minutos nomás- me decía, cuando le preguntaba sobre la sección de medianoche, que era otra parte del festival que estaba “contaminada”. Al parecer algo de eso hay, de que esa alfombra roja que para mí era directamente mágica por debutante, cholulo y fanático, fuera en realidad algo invasivo, que quitaba escena, potencia y hasta lugar a los films más subterráneos. Como núcleo festivalero anual, en Toronto está todo. Pero, al mismo tiempo, uno quiere ver esos films microscópicos, esos que son antivirus de muchas cosas. Y en ese sentido, había demasiado documental-chamuyero (gran tema mal ejecutado) y las óperas primas, la sección Discovery, dejo muchísimo que desear. Hay poco para niños, pero es sabido que el TIFF tiene su propio festival infantil. Aun así, tan solo cinco films y tres de ellos tanques mega gigantes.

Pero también hay secciones muy sólidas: Wavelengths es un increíble lugar, Mavericks también, y puede que haya mucho tanque por compromiso, pero aun así la mayoría de ellos parece encontrar un sentido más allá de la alfombra roja. Aparte, sinceramente, se me hace muy muy difícil, incluso con la resaca, recordar este Toronto con ninguna otra cosa que no sea una felicidad cinéfila. Toronto es una proeza como festival incluso con el presupuesto que tiene (de los otros grandes, fui a Berlín y sinceramente ni una onza de la felicidad que viví acá). Fueron diez días en los que me acorde, cosa que a veces nosotros los que tenemos kilometraje platino de films nos olvidamos, lo mucho mucho mucho que me gusta el cine, lo mucho que me salva la vida, y lo increíble que es tener el privilegio, siquiera, de enojarse con una película. Ni te digo vivir de escribir de ellas. En fin, me acordé de lo importante que es hidratarse de cine. Y de Gatorade.


Todos los premios (son no oficiales porque no es un festival competitivo):

-Premio del público: Silver Linings Playbook, comedia de David O. Russell con Bradley Cooper, Jennifer Lawrence y Robert De Niro. En 2° y 3° lugar quedaron Argo, de Ben Affleck; y Zaytoun, de Eran Riklis.

-Premio del público de la sección Midnight Madness: Seven Psychopats, de Martin McDonagh. En 2° lugar finalizó The Bay, de Barry Levinson.

-Premio del público (documentales): Artifact, de Bartholomew Cubbins.

-Premio NETPAC (cine asiático): The Land of Hope, de Sono Sion (Japón).  

-Premio FIPRESCI (sección Discovery): Call Girl, de Mikail Marcimain (Suecia).

-Premio FIPRESCI (sección Special Presentations): In the House/Dans la maison, de Francois Ozon (Francia).

-Mejor película canadiense: Laurence Anyways, de Xavier Dolan. Mejores óperas primas canadienses: Antiviral y Blackbird.

COMENTARIOS

  • 17/09/2012 15:07

    <p>Estimado JMD: Fue un autentico placer leer tu cobertura del TIFF.</p>

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