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La Madre de las Lágrimas (Italia, EE.UU./2007)

Publicada el 30/11/-0001
El último largometraje de Dario Argento, protagonizado por su hija Asia, completa la trilogía de las Tres Madres con el habitual estilo deshilvanado del realizador. Lejos de las mejores obras del maestro del terror italiano, este Argento cosecha 2007 es un verdadero placer culpable.

El último Argento llega con muy mala prensa. Es bien cierto que, de un tiempo a esta parte y salvo honrosas excepciones –el muy interesante capítulo Jennifer de la serie "Maestros del horror", por caso-, el capo del horror alla italiana viene derrapando en cada nueva incursión cinematográfica.

Y no se trata simplemente de sus ya legendarias falencias narrativas y agujeros de guión tamaño XL: en sus mejores películas (Suspiria, Rojo profundo, Phenomena), estas notables características se vieron siempre equilibradas por un estilo visual que derrochaba imaginación y tenía sus puntos climáticos en varias escenas de antología. Se ha dicho muchas veces y suscribimos con creces: Argento solía filmar los crímenes como nadie y sus mejores secuencias eran virtuosas canteras de suspenso y horror en estado puro.

¿Qué ocurre entonces con La madre de las lágrimas (La Terza madre en el original italiano), esperado cierre de la trilogía de las Tres Madres iniciado con Suspiria en 1977 y que, hasta el momento, tenía su último capítulo en Inferno (1980)? Nada que esté a la altura de la primera entrega -tal vez la obra maestra de Argento- y varios escalones por debajo de la segunda. Dicho lo cual, la película posee algunos detalles de interés que la alejan de los más repetitivos esquemas de gran parte del terror contemporáneo, aunque en la prueba y el error reine suprema esta última.

Para no perder ninguna de las costumbres de la casa, La madre de las lágrimas hace gala de una historia tan deshilvanada como la de los títulos más reconocidos del realizador. Este defecto se transforma en una de las pequeñas virtudes de la película: su despreocupación a la hora de ir hacia delante sin siquiera detenerse un minuto a pensar en lo que acaba de ocurrir.

Al no requerir de una lógica que acerque al espectador ajustadas explicaciones acerca de los hechos sobrenaturales que comienzan a darse lugar en las calles de Roma, Argento se tira a la pileta con un primer y sanguinolento asesinato a manos de un grupo de adoradores de Mater Lacrimarum, la bruja que promete un nuevo reino de las lágrimas en pleno siglo XXI.

Y así seguirá, con mucho y desenfadado gore, avanzando a los tropezones sin darle demasiada importancia a la sensatez cinematográfica. Más allá de un nutrido grupo de personajes secundarios que, sobra decirlo, abandonan más pronto que tarde el mundo de los vivos, el film es un viaje de iniciación a un universo de poderes sobrenaturales del cual la protagonista apenas si tenía noticias.

Es otro de los méritos del film el contar con la fuerte presencia de la hija del director -Asia Argento en su cuarta película bajo las órdenes de papi-, quien se carga la película sobre los hombros y le pone el pecho a algunas escenas que, nobleza obliga, dan un poco de vergüenza ajena (el clímax del film es particularmente embarazoso, con su velocísima resolución y coda final en tono post-apocalíptico).

Rodada sin sonido directo (otra marca registrada) en locaciones romanas y un set subterráneo de reminiscencias lovecraftianas, el film cuenta además con la breve participación de Daria Nicolodi, madre de Asia tanto en la vida real como en la ficción, como una escurridiza bruja fantasmal con amplios conocimientos del ultramundo. Todo queda entonces en familia, como en un álbum familiar que sólo puede disfrutar la parentela y los amigos más cercanos. ¿Alguien dijo placer culpable?

Diego Brodersen

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