Festivales
Críticas de la competencia Cineasti del Presente
Reseñas de la sección oficial del festival reservada exclusivamente a primeras y segundas películas.
-Kaili Blues (Lu bian ye can, China, 110'), de Bi Gan ★★★★½
Esta ópera prima de un director de apenas 26 años como el chino Bi Gan probablemente haya sido el gran descubrimiento de Locarno 2015. Lírica, virtuosa, sensible, ambiciosa, esta combinación entre melodrama y road-movie se ubica a mitad de camino entre el cine del primer Jia Zhang-ke y Café Lumière, de Hou Hsiao-hsien. Trenes y motos. Viajes en el tiempo (no lineales). Familias escindidas. Amores perdidos. Tradiciones. Poemas. Música. Narración en off… Con todo eso está construido Kaili Blues. Y, también, con algunos de los planos secuencia más imponentes del cine asiático de los últimos años (hay uno de casi 40 minutos). La historia no es tan importante: Chen Sheng es uno de los dos doctores que trabajan en una pequeña clínica de la ciudad de Kaili, en la provincia sureña de Guizhou. Harto de la rutina, el protagonista decide emprender un largo periplo para buscar al hijo abandonado de su hermano. Su compañera en el centro médico, una veterana y solitaria mujer, le da una vieja foto, un cassette y una remera para un viejo amor que ha enfermado. Chen llegará a Dangmai, un pueblo perdido en medio de las montañas, donde experimentará el pasado, el presente y el futuro. Imperfecta, hecha con mínimos recursos, Kaili Blues es un film hipnótico y sensorial, bello y fascinante. De esos que devuelven la fe en que el cine todavía es capaz de sorprender y de generar en el espectador sensaciones profundas y perdurables.
-Thithi (India-Estados Unidos-Canadá, 132’), de Raam Reddy ★★★★
Otra de las notables óperas primas de este Locarno 2015. La muerte de un hombre de 101 años en un remoto pueblo del sur de la India genera una serie cimbronazos en el tranquilo lugar. Sobre todo en uno de los nietos, que quiere hacerse de las tierras y venderlas rápidamente a un próspero comerciante de la zona (la codicia y las diferencias de clase se perciben de forma permanente en el trasfondo del film). El problema es que su padre, el hijo del difunto, es un loco lindo, una suerte de anarquista al que no sólo no le interesa esa ni ninguna otra posesión sino que además se niega a realizar trámite alguno ante una oficina pública. El desesperado hijo lo manda de viaje lejos y hace falsificar un certificado de defunción (la corrupción siempre en un segundo plano). Ese es sólo uno de los ejes de este tragicómico film que tiene una subtrama romántica entre dos jóvenes, aborda las fuertes contradicciones entre cuatro generaciones de una misma familia, se mete con las diferencias entre la vida urbana y la de los pastores de ovejas errantes, y muestra las fiestas y tradiciones ancestrales sin caer en el pintoresquismo for export. Que todo eso funcione razonablemente bien (por momentos muy bien) es casi un milagro para una película de narración clásica que jamás abruma durante sus notables 132 minutos.
-Dead Slow Ahead (España-Francia, 74’), de Mauro Herce ★★★½
Los barcos y los marineros han despertado desde siempre el interés de los cineastas. El catalán Herce, consagrado director de fotografía que debuta en la realización de largometrajes, también se lanza a alta mar para una película que, por un lado, resulta un fascinante, hipnótico viaje a bordo de un buque carguero con tripulación multiétnica; y, por otro, pierde parte de su impacto porque hemos visto ya demasiados trabajos recientes en ambientes similares (Leviatán, Caja cerrada, Fidelio, l’odyssée d’Alice, etc.). Esa sensación de deja-vu, de todas maneras, no debería desmerecer los logros artísticos (las imágenes y el trabajo con la banda sonora son imponentes al punto que por momentos parece una película de ciencia ficción apocalíptica) de un film que ratifica todo lo que Herce ya había insinuado en sus aportes para Ocaso, Day, Costa da morte y Silmane. Tiene un vuelo estético que no abunda.
-Le grand jeu (Francia, 100’), de Nicolas Parisier ★★★½
Pierre Blum (Melvil Poupaud) es un escritor cuarentón que tuvo un fugaz éxito con una novela hace más de una década. Ahora, sobrevive en un altillo de París en precarias condiciones. Nunca ha vuelto a escribir en serio. Para colmo, su ex esposa (de la que se mantiene muy cerca) se casa de nuevo. Precisamente en esa fiesta es abordado por Joseph Paskin (André Dussolier), misterioso abogado que se dedica al lobby político, quien lo convence de escribir un libro de incógnito, como autor fantasma. Esa publicación es usada en el marco de una campaña de desprestigio hacia el gobierno de turno y sumergirá a Pierre en un submundo de intrigas y confabulaciones cada vez más oscuras y riesgosas. El protagonista terminará vinculado con grupos de ultraizquierda y, más precisamente, con una atractiva activista llamada Laura (Clémence Posey). Pero sus problemas recién empiezan… El film tiene múltiples vueltas de tuerca (quizás demasiadas) y ese “nada es lo que parece” permanente termina por irritar un poco al espectador, pero este primer largometraje de Parisier -manejado con tensión, suspenso e intensidad- se ubica en la línea de los buenos exponentes del thriller político francés como El ministro, de Pierre Schöller, y con una veta paranoica sobre el poder que remite a La cuestión humana, de Nicolas Klotz.
-Keeper (Bélgica-Suiza-Francia, 91’), de Guillaume Senez ★★★
Primer largo de este realizador belga, Keeper se mete con un tema bastante transitado (el embarazo adolescente), pero lo hace con una dignidad, una honestidad, una amplitud de criterios y una sensibilidad que le permite trascender la mirada paternalista, culpógena y horrorizada de tantos otros films. Maxime y Mélanie son dos quinceañeros que se aman con sinceridad e inocencia, pero cuando ella descubre que ha quedado embarazada todo ingresa en un terreno bastante más angustiante, oscuro e incierto. Ella tiene dudas, oculta el tema a los mayores, concurre a una clínica para hacer averiguaciones. El, bastante más impulsivo (y sin llevar la carga en el cuerpo, claro), está convencido de que quiere ser padre. Cuando los mayores descubren la verdad reaccionan de las maneras más diversas e inesperadas. Lo bueno del film es que trata de entender con generosidad los diferentes puntos de vista de cada uno de los personajes. Es una película pequeña, sin demasiadas sorpresas ni riesgos narrativos, pero la sobriedad con que aborda una cuestión compleja la hacen finalmente valiosa.
-The Waiting Room (Canadá, 93’), de Igor Drljaca ★★★
Drljaca nació en Bosnia, pero está radicado desde hace tiempo en Toronto. Algo similar a lo que le ocurrió a Jasmin Geljo, protagonista del film y en cuya historia de vida está basada la película. El director -en su segundo largometraje tras Krivina- sigue las desventuras de Geljo (una suerte de Louis C.K. de los Balcanes) con su nueva familia, su nueva nacionalidad y su nueva carrera artística (sesiones de casting, rodajes, etc). Pero los recuerdos de su vida en la ex Yugoslavia, donde llegó a ser un reconocido actor de televisión con un personaje travesti, las dificultades para integrarse a la sociedad canadiense y los traumas del pasado permanecen inalterables. Incómoda y exigente, se trata de un valioso ensayo sobre la complejidad del tema del exilio y, especialmente, sobre la representación en el cine.
-Siembra (Colombia-Alemania, 80’), de Santiago Lozano Alvarez y Angela Osorio Rojas ★★½
El cine colombiano viene teniendo un año extraordinario en los grandes festivales internacionales y, por eso, el debut de estos dos jóvenes directores caleños en un ámbito como el de Locarno permitía ilusionarse. Sin ser un film del todo decepcionante, está lejos de lo esperado. Rodada en blanco y negro, Siembra narra la historia de Turco, un pescador que ha sido desplazado hace tres años de su pueblo en el Pacífico hacia un barrio popular (casi una villa miseria) de Cali debido al conflicto armado. Mientras él sueña con volver a su lugar de origen, su hijo adolescente, Yosner, que se dedica al baile y la música hip hop, trata de integrarse en la gran ciudad. La tragedia (no conviene adelantar nada) está construida con buenas intenciones, pero cede a las tentaciones de volverse moralista y manipulatoria. La bajada de línea cada vez más subrayada sobre los efectos de los desplazamientos y las penurias de los negros pobres en Colombia, sumada a un preciosismo visual que incluye danzas coreografiadas, le quitan autenticidad y le confieren al film ese look que tanto gusta en Europa, pero que a esta altura ya suena demasiado calculador y hasta perimido.
-Dom Juan (Francia, 108’), de Vincent Macaigne ★★½
Debut en el largometraje de este reconocido actor (La Fille du 14 Juillet, La batalla de Solferino), Dom Juan es una versión radical, cruda, extrema de la obra de Molière a cargo de una troupe de la Comédie-Française. A partir de una convocatoria de la venerable (y venerada) institución en asociación con el canal ARTE, se concretaron en tiempo récord y con presupuestos limitados varias transposiciones de clásicos con la idea de acercar las historias de su repertorio clásico a un público más amplio y joven respetando los textos originales y trabajando siempre con intérpretes de la compañía. Hay, por lo tanto, un lenguaje visual mucho más moderno, mucha noche, escenas de sexo bastante zafadas, bajada de línea anticlerical y antimilitarista, pero por momentos el resultado es demasiado anárquico, caótico, meramente acumulatorio, sin demasiado rigor, solidez ni vuelo artístico.
-Moj brate - mio fratello (Italia-Canadá-Bosnia y Herzegovina, 78’), de Nazareno Manuel Nicoletti ★★½
Alberto Musacchio era un joven y carismático artista callejero, viajero, arqueólogo, escritor, poeta, actor y docente que se suicidó en 2001 dejando perplejos a familiares, amigos y compañeros de rutas. Casi una década y media más tarde, Nicoletti intenta reconstruir la historia de vida de ese personaje mediante un patchwork visual y narrativo (testimonios de quienes lo conocieron en Roma, Móstar o Canadá, imágenes de archivo en todo tipo de formatos sobre el personaje en cuestión) para una propuesta que pendula entre el documental, el diario de viaje, la home-movie, la carta de amor, el ensayo sobre el exilio y la guerra civil de los Balcanes y, claro, un intento de explicar lo inexplicable: por qué alguien decide quitarse la vida. El problema es que el film se pone demasiado solemne, elegíaco y subrayado por lo que el resultado, supuestamente tendiente a emocionar, es bastante irritante.
Además:
Aquí la crítica de El movimiento, de Benjamín Naishtat ★★★★
Aquí la crítica de Olmo & the Seagull, de Petra Costa y Lea Glob ★★★★
Crítica de Der Nachtmahr, de AKIZ ★★★½
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-Además, se proyectarán los 39 largos de las tres secciones paralelas e independientes: Quincena de Cineastas, Semana de la Crítica y ACID.
-La oferta se completa con las distintas competencias y programas de cortos que hay en todos los apartados.
Críticas breves de tres valiosos films distinguidos por los jurados de sus respectivas secciones.
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