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Críticas “Red Post on Escher Street”, de Sion Sono; “Shiva Baby”, de Emma Seligman; y “Sophie Jones”, de Jessie Barr (Competencia Internacional) - #MarFilmFestival

Lo nuevo del prolífico director japonés y dos óperas primas norteamericanas con mirada femenina (una cineasta canadiense y otra estadounidense) marcan los contrastes de esta nueva entrega sobre la principal sección de la 35ª edición de la muestra marplatense, este año en formato 100% online.

Publicada el 16/11/2020


-Red Post on Escher Street / Escher dori no Akai Posuto
, de Sion Sono (Japón, 149') ★★★★✩

Con Red Post on Escher Street vuelve el Sion Sono más desatado y provocador. No porque la propuesta de su más reciente película sea particularmente extrema (de hecho las dosis de violencia, sangre, sexo y perversiones son más bien mínimas para sus estándares habituales), sino porque es una mirada muy crítica y desencantada al estado de las cosas en el cine japonés contemporáneo.

A Sion Sono no le ha costado demasiado llevar adelante sus proyectos (suma casi 60 proyectos en 35 años de carrera, de los cuales unos 40 son largometrajes para cine), pero el director de El club de las suicidas y Vamos a jugar en el infierno nunca dejó de cuestionar las miserias, los egos y las relaciones de poder que se establecen durante los rodajes.

Las dos horas y media de Red Post On Escher Street son precisamente la crónica de una producción cinematográfica: desde su génesis (con patéticos financistas y productores ejecutivos) hasta su largo y caótico proceso de casting y su también accidentada concreción.

Kobayashi (Tatsuhiro Yamaoka) es un prestigioso y popular director (¿algo así como un alter-ego de Sion Sono?) que acepta filmar en condiciones no precisamente holgadas como forma de volver a la mística independiente de sus inicios. Pretende, por lo tanto, armar un elenco dominado por intérpretes no profesionales y para ello lanza una convocatoria abierta. Las audiciones son, en ese sentido, tan masivas como desbordantes, con decenas de entusiastas aspirantes que sueñan con trabajar con él. Claro que no todo será tan cristalino e idílico como parece.

El film es -como no podía ser de otra manera- tan ambicioso como delirante, con decenas de personajes, de situaciones, de conflictos, con mucho griterío, pero también con una potencia y una capacidad de provocación poco habituales en la producción actual. Un ensayo sobre la crisis y el agotamiento creativo en el cine (Kobayashi delega el retoque del guion en una ex novia que vuelve a las andadas), una burla despiadada contra el narcisismo autoral y el divismo de los intérpretes, y una reivindicación de ese entusiasmo vocacional que tienen quienes realizan sus primeras experiencias artísticas (incluso de esos extras a los que solo veremos aparecer en el fondo de los planos). El Sion Sono más rebelde y creativo está de regreso. DIEGO BATLLE



-Shiva Baby, de Emma Seligman (EE.UU., 77') ★★★½

Surgida de la fusión imaginaria de los universos de Muerte en un funeral y Ghost World, la producción norteamericana Shiva Baby, ópera prima de la canadiense Emma Seligman, nos sumerge en la tumultuosa realidad de la posadolescente Danielle, a quien da vida la joven comediante Rachel Sennott, una aprendiz de Lena Dunham que ya es todo un fenómeno en las redes sociales.

Asediada por el desconcierto propio de su edad, Danielle intenta hacer frente a la tormenta perfecta que conforman su affair sexual (y de interés económico) con un hombre mayor (Danny Deferrari), sus poco fructíferos intentos de hacer carrera en el activismo feminista de corte arty, la sutil presión que ejerce su familia para que encauce su vida y la compleja relación de amistad y pasión con su mejor amiga (Molly Gordon). Este entramado de situaciones conflictivas estalla durante la celebración del shiv’ah (el funeral judío) de un amigo de la familia de la protagonista, un escenario claustrofóbico en el que el enredo campará a sus anchas, desplegando un caótico festín de encuentros públicos y privados que situarán a Danielle al borde de un ataque de nervios.

Shiva Baby se hace fuerte en la construcción de un personaje femenino de considerable complejidad. Para ello, Seligman adopta una distancia ambivalente respecto a su joven heroína. Por momentos, la película parece transformarse en un verdadero viacrucis, en el que la protagonista es fustigada por sus familiares, amigos, ella misma y la cámara, que la somete a un seguimiento exhaustivo e insidioso. Sobre esta matriz de ataques y autolesiones, Shiva Baby saca punta a esa veta de humor judío que trabaja, de un modo salvaje, con la autoflagelación, el patetismo e incluso la incomodidad. Sin embargo, en otra vertiente del film, sobre todo en los momentos en que Danielle saca fuerzas de flaqueza para combatir su circunstancia con un orgullo sexy, la película parece postrarse ante la protagonista de un modo casi reverencial, empatizando con su dolor y su confusión.

En el rostro pálido y el cuerpo menudo de Danielle se amontonan los ecos de chicas en apuros del cine de antaño, de las “chicas raras” de las teen movies de John Hughes a la Bel Powley de The Diary of a Teenage Girl, de Marielle Heller, pasando por el desbarajuste existencial de prominentes figuras femeninas de la modernidad europea como la Anna Karina de Vivir su vida, de Jean-Luc Godard, o la Marine Vacth de Joven y bella, de François Ozon.

El otro foco de interés de Shiva Baby radica en su tránsito formal desde un naturalismo plácido, muy de cine indie neoyorquino, a un formalismo histérico. Desde el principio, pese al look relativamente académico de la película, los choques de Danielle con la realidad circundante aparecen punteados por una banda sonora eminentemente perscusiva, en la que el músico Ariel Marx pinza con garbo las cuerdas de su violín, su viola y su chelo. Un “efecto” sonoro que remite a la sincopada partitura con la que Jon Brion evocaba la angustia de Barry Egan (Adam Sandler) en la magistral Embriagado de amor (Punch-Drunk Love). En la línea frenética y exasperante del film de Paul Thomas Anderson, Shiva Baby va sumergiendo al espectador, a través de una puesta en escena envolvente y opresora, en la psique atolondrada de Danielle, hasta el punto de conquistar un territorio fronterizo entre la realidad y la alucinación, un esfera que exploró a fondo la norteamericana Josephine Decker en la aporreante Madeline’s Madeline.

Un cierto espíritu siniestro ronda los enrarecidos retratos femeninos del joven cine norteamericano: cabe recordar otros trabajos recientes como Heaven Knows What, de los hermanos Safdie; o Her Smell, de Alex Ross Perry. Films caóticos que, desde perspectivas diversas, dan cuenta de una cierta era del desconcierto. Películas raras para tiempos extraños. MANU YÁÑEZ



-Sophie Jones, de Jessie Barr (EE.UU., 85') ★★★½

Estrenado hace pocas semanas en el Festival de Deauville, este primer largometraje como directora de la hasta aquí actriz Jessie Barr es una cruda, intensa y potente mirada a las angustias y contradicciones de la impulsiva adolescente de 16 años que da título al film (Jessica Barr, prima de la realizadora).

Ella ha perdido hace poco tiempo a su madre y (sin haber podido desarrollar un verdadero duelo) vive con su padre (que hace lo que puede, que no es demasiado) y su hermana. En la escuela tiene alguna amiga más o menos cercana, pero en general es vícitima de un bullying no muy violento, sobre todo cuando empieza a conocerse cierta promiscuidad sexual. Esos encuentros íntimos son bastante torpes y caóticos, son como descargas seguidas por inevitables huidas. Ella no quiere comprometerse, no quiere intimar, no quiere compartir, no quiere explicar. Prefiere escapar.

El film adopta siempre el punto de vista de su (anti)heroína, con la que no es fácil empatizar (por momentos genera incluso cierta irritación), pero es parte de una propuesta que con su cámara en mano pegada a la protagonista busca credibilidad y naturalidad antes que demagogia. La adolescencia es un período de mucho desconcierto, de iniciaciones varias, de búsqueda de la identidad y -en este caso- también de incomodidad y dolor. Con todos esos retazos está construida una película que (más allá de algunos tópicos recurrentes del subgénero de colegios secundarios) exuda una honestidad brutal. DIEGO BATLLE



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COMENTARIOS

  • 27/11/2020 2:20

    Después de un tiempo para adaptarse, la película japonesa resulta fascinante

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