Festivales

Ulrich Seidl, un artista de la provocación

El director austríaco -que ya había llamado la atención con films como Dog Days e Import/Export- rodó la trilogía Paradise: Love, Paradise: Faith y Paradise: Hope, que presentó en las secciones oficiales de los festivales de Cannes, Venecia y Berlín, respectivamente. El BAFICI las exhibe para seguir discutiendo sobre un realizador afecto a la controversia.

Publicada el 30/11/-0001


-Paradise: Love (Austria / Alemania / Francia, 120', 2012).

Confieso que no soy muy fan del cine del austríaco Seidl (Dog Days, Import/Export), pero esta película me resultó bastante interesante. El film empieza de la peor manera (con una escena de chicos con Síndrome de Down en los autitos chocadores) y continúa bastante mal (con una descripción grotesca del turismo sexual de unas señoras gordas en un resort playero de Kenia, donde utilizan su dinero para conseguir negros esculturales como juguetes eróticos). Pero, poco a poco, Seidl va mostrando interesantes facetas, expone las contradicciones de esas relaciones (y nos obliga a empatizar alternativamente con unos y otros personajes) y deja en claro que -más allá de la explotación y del racismo- lo que allí aparece es una gran dosis de angustia, aburrimiento y soledad, y una necesidad casi compulsiva de tapar ese agujero existencial con emociones fuertes e inéditas. Pero, se sabe (o creemos saber), el dinero no puede comprar amor. DIEGO BATLLE


-Paradise: Faith (Austria / Alemania / Francia 113', 2012).

Película que habla de fundamentalismos de una manera abierta, y al mismo tiempo directa y contundente, la interesante Paradise: Faith, es la segunda entrega de la trilogía de ficciones que el austriaco Seidl inauguró con la notable Paradise: Love. Mientras allí el director articulaba una conmovedora reflexión en torno a las víctimas de la geo-política mundial (de la mano de un grupo de mujeres austriacas que viajaba a África a practicar turismo sexual), en su nuevo film, el creador de Import/Export se adentra en las turbulentas aguas del fanatismo religioso. Y lo hace con la severidad de sus habituales planos-secuencia: gélidos tableuax vivants en los que la ficción se viste con ropajes de documental; en este caso, un poco a la manera de la Chantal Akerman de Jeanne Dielman, 23 Quai du Commerce y 1080 Bruxelles.

En Paradise: Faith, Seidl vuelve a amargar su mirada, que se había humanizado notablemente para su anterior film. Aunque los personajes tienen un cierto trasfondo psicológico, lo que impera es la colisión de antagonistas: por un lado, un ama de casa dominada por el fervor religioso -una adepta a la autoflagelación devota del papa Joseph Ratzinger-; y, por el otro, un musulmán postrado en una silla de ruedas. Entre estos dos hijos de Dios, Seidl pone en escena una tragicómica batalla matrimonial (una versión desglamourizada de ¿Quién le teme a Virginia Woolf?) en la que la intransigencia se manifiesta como la mejor aliada de una desesperante soledad. Basada en una de las historias que componían su documental Jesus, Du Weisst, de 2003, Paradise: Faith vuelve a poner contra la espada y la pared a aquellos que preferimos a los cineastas que quieren a sus personajes: con Seidl, cuesta discernir si está arropando o ridiculizando a sus angustiadas criaturas. MANU YAÑEZ MURILLO


-Paradise: Hope (Austria / Alemania / Francia 91', 2013).

Las tres películas de la trilogía siguen a tres personajes en sus respectivas “vacaciones”; en este caso, es una adolescente que va a un “Diet Camp”, un campamento para perder peso. Allí pasa lo que parecen ser varias semanas haciendo ejercicios físicos, charlando con sus amigas en su cuarto (que casi parece una celda de prisión) y empezando a mantener una relación cada vez más intrigante con un doctor del campamento, un hombre de más de 50 años al que trata de seducir y con el que empieza a mantener juegos eróticos. Más breve que las dos primeras películas, Paradise Hope encuentra su mejor parte en las conversaciones bastante procaces de las chicas (que deben tener 13 o 14 años) y en algunas escenas entre la protagonista y el doctor en cuestión. El problema, como me pasa con muchas otros films de Seidl, es hasta qué punto uno se queda con la impresión de que el director se mofa de sus personajes. Uno podría decir que en esta trilogía hay un grado de compasión y entendimiento por el sufrimiento de los protagonistas, pero a la vez es inevitable sentir que la cámara los humilla y degrada cada vez que puede. Cuando una canción bastante ridícula que cantan los chicos vuelve con los créditos, el espectador no puede evitar sentir que, en el fondo, más que empatía hay algo parecido a la manipulación. DIEGO LERER


COMENTARIOS

  • 6/02/2016 16:03

    Con director Ulrich Seid, todo ácrata se siente en el deleite de avivar "la destrucción de la familia" que pregona David Cooper y Lerner.

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