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FICUNAM 2018: Joyas de Nobuhiro Suwa y el nuevo cine latinoamericano
Por Josefina Sartora, desde Ciudad de México
La retrospectiva dedicada al notable director japonés fue uno de los hitos de la octava edición del festival de la UNAM.
Una de las retrospectivas de este 8º FICUNAM estuvo dedicada a la filmografía de Nobuhiro Suwa. He visto todo el cine de Suwa, un director que vuelve una y otra vez a actualizar su pasión por el cine. En su última película, El león duerme esta noche (con título original derivado de una canción, El león muere esta noche), vuelve a poner en abismo el tema del cine. Como idea principal, la presencia de Jean-Pierre Léaud, quien podría estar haciendo de sí mismo: un actor que ve interrumpido el rodaje en un pueblo de la costa Sur de Francia. Su personaje va a morir en escena, de manera que Jean está muy preocupado por cómo interpretar la muerte, cómo llegar a ese gran encuentro. Con tiempo libre, va a la casa de quien fuera su amada en su juventud, y allí, en una mansión abandonada, encuentra su espectro. Y no solo a ella: también aparece una banda de chicos que quieren filmar en el lugar una historia de fantasmas.
Con el pasar de las décadas, Léaud ha pasado de buen actor juvenil a ser hoy uno de los más apreciados intérpretes en la senectud. Preguntado Suwa si la película de Albert Serra La muerte de Luis XIV lo había influenciado –dado que también en ella Léaud va hacia ese encuentro final- Suwa manifestó no haberla visto (como tanto directores que no reconocen influencias). Aunque en un pasaje aparece una suerte de homenaje, con el torso de ese rey. A diferencia de aquella película tan genial como tenebrosa, esta es luminosa, vital, que plasma el placer de hacer películas. Actuada por un grupo de alumnos de un taller para niños que Suwa dirigió en el sur de Francia, combina elementos realistas con otros fantásticos, ancianos con infantes, profesionales y amateurs, y reinventa este segundo film dentro del film como manera de negar el fallecimiento, aunque el protagonista exprese que todas las historias terminan igual: la muerte.
La Competencia Internacional presentó películas con fuerte color local. Cocote, de Nelson Carlo de los Santos Arias, se exhibió en Mar del Plata y no pude verla en esa ocasión. Se trata de un interesante cuadro de la religiosidad dominicana,mostrada a partir del asesinato de un hombre en una población marítima. El hijo se debate entre su convicción religiosa y el reclamo de las mujeres que piden venganza. Tras una muerte, la costumbre es una novena de rezos del sincretismo religioso, en los que el nombre de Jesús es invocado al son de tambores africanos, el canto y llanto de las mujeres que acaban entrando en trance. Esto se repite durante nueve días, cinco horas cada vez. El film muestra en planos muy cercanos -el espacio de los rezos es muy pequeño- la agitación de esas ceremonias, la presión que ejercen en el protagonista, agudizada por el constante clamor de venganza. Prefiere mostrar el agobio físico y moral en vez de las explicaciones psicológicas. Cocote es un atisbo a otra cultura, otras creencias y mandatos, y como tal debemos verla. El título significa el cogote o pescuezo de un animal, y la presencia de la muerte –la pasada pero también otras posibles, y o sólo de animales- es constante. La variedad de recursos empleados -uso arbitrario del blanco y negro y color, variedad de anchos de pantalla, etc- son decisiones muy personales y no funcionales tomadas con el fin de apartarse de los clichés hegemónicos que indican cómo contar una historia.
Baronesa también incursiona en un ámbito muy particular: la vida de las mujeres jóvenes en una favela brasileña. Opera prima de la joven y radical Juliana Antunes, muestra una madurez y un talento poco usual. La cotidianidad de esas mujeres -maridos presos, multitud de hijos con problemas de todo tipo, droga, y la guerra entre bandas que las rodea- siempre amenazante, no las amilana. Entre ficción y documental, está filmada en esos espacios precarios y cerrados, con planos muy cortos en esas calles angostas de la favela donde -en una suerte de matriarcado ante la ausencia de hombres- se encuentran las amigas para charlar, o criar a sus hijos, tomar cerveza o pintarse las uñas. La muerte está presente en el fuera de campo, porque este es un retrato de la vida, y del placer que puede encontrarse en esas condiciones. Baronesa es el espacio ideal, donde la protagonista desea trasladarse y construir su casa con sus propias manos, en una nueva vida. Un film de un feminismo combativo, crítico del sistema, que fue recibido al grito de "Fora Temer!".
Más de la cobertura del 8º FICUNAM:
-Primer informe
-Segundo informe: Lav Diaz
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