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Competencia Internacional / Críticas de “Les faux tatouages” y “A Tiger in Winter” - #BAFICI
Las películas del canadiense Pascal Plante y del coreano Lee Kwang-kuk coinciden en su tono melancólico, su descarnada mirada a las relaciones afectivas y la solidez de sus intérpretes.
-Les faux tatouages (Canadá, 87'), de Pascal Plante.
Ganadora del premio a Mejor Película Canadiense en el Festival de Montreal 2017 y exhibida también en Slamdance y en la sección Generation de la Berlinale, la ópera prima de Pascal Plante probablemente no se ubique entre lo más audaz y provocador de la selección oficial del BAFICI, pero pocas historias de toda la programación regalarán la ternura y la sensibilidad de esta historia de amor entre dos freaks irresistibles.
Theo (Anthony Therrien), un muchacho melenudo que parece una versión joven de Slash (el guitarrista de Guns N' Roses) es un fan de la música potente (le vemos en la primera escena en un recital de death metal y usa remeras de Dead Kennedys, The Clash y Black Flag) y está a punto de cumplir 18 años. Este joven solitario e introvertido conoce durante un verano que les otorga mucho tiempo libre a Mag (Rose-Marie Perreault), bastante más entusiasta, impulsiva y divertida que él, y pronto inician una relación afectiva y sexual con fecha de vencimiento. Es que en dos meses él tendrá que dejar Montreal para radicarse en un lejano pueblo de provincia.
El personaje de Theo es el dueño del punto de vista, pero también el único varón en un mundo de mujeres (y padres ausentes): él vive con su madre (con quien no tiene una relación precisamente comunicativa) y se reencuentra con su hermana mayor (Lysandre Nadeau); mientras que Mag vive también con su madre y su pequeña hermana. En ese universo de familias un poco disfuncionales, pero jamás sórdido ni ominoso (la película apuesta siempre por un espíritu lúdico y luminoso), se desarrolla el film hasta que llega la inevitable despedida y el espíritu más melancólica se potencia.
Algunos verán a Les faux tatouages como demasiado inocente (aunque hay algo oscuro del pasado de él que es mejor no adelantar), pero en la pureza de la narración, en lo cristalino de los conflictos y en lo diáfano y despojado de las actuaciones reside el encanto, la capacidad de empatía y seducción de este primer largometraje de Plante que ratifica el buen momento que atraviesa el cine de Quebec
-A Tiger in Winter (Corea del Sur), de Lee Kwang-kuk.
Tras su paso por los festivales de Busan y Rotterdam, llega la nueva película del realizador de Romance Joe (2011) y A Matter of Interpretation (2014). Otro dato importante es que Lee Kwang-kuk fue asistente de dirección de Hong Sang-soo en films como Tale of Cinema y Hahaha porque A Tiger in Winter tiene algo del cine del gran maestro coreano en su mirada a las relaciones torturadas, la predilección por el alcohol y las crisis creativas de escritores (o aspirantes a serlo).
El antihéroe perfecto de A Tiger in Winter (el título se debe a que un tigre se ha escapado del zoológico de Seúl y se dice que vagabundea por las calles de la ciudad) es Gyeong-yu (Lee Jin-wook), un joven que ha escrito una novela que permanece inédita y vive de trabajos temporales y poco estimulantes. Su novia le dice que debe irse del departamento que comparten por el fin de semana, ya que los padres de ella están por llegar y prefiere que no sepan de la relación. El protagonista pide refugio en la casa de un amigo que no parece tener demasiado interés en verlo y, cuando regresa a la casa para reencontrarse con su pareja, descubre que ella se ha ido, le ha dejado el lugar a otra inquilina y ha cambiado hasta de número de celular. Abatido, deberá volver a solicitar asilo en lo de su cada vez más irritado amigo, mientras reaparece en su vida una ex novia (Go Hyun-jung, la misma actriz de Woman on the Beach), que está presionada por una editorial para entregar su segundo libro, pero no llega a escribir una frase sin que decida romper la hoja.
A Tiger in Winter describe una serie de eventos desafortunados (a Gyeong-yu tampoco le va demasiado bien como chofer, ya que termina sufriendo los desplantes, excesos y miserias de diversos clientes), pero por suerte el director Lee Kwang-kuk no se regodea en las desventuras de su protagonista y, más allá de la tristeza y la melancolía que por momentos invaden el relato, hasta se permite unos cuantos pasajes de humor absurdo sin perder jamás la elegancia narrativa ni la solvencia interpretativa. El cine coreano en todo (su habitual) esplendor.
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