Críticas
Estreno en cines
Crítica de “El desertor”, película del israelí Dani Rosenberg
El penúltimo largometraje del realizador de The Death of Cinema and My Father Too (2020) y Of Dogs and Men (2024) narra las desventuras de un soldado que abandona su batallón en una tragicomedia que tuvo su estreno mundial en la Competencia Internacional del Festival de Locarno 2023.
El desertor (The Vanishing Soldier, Israel/2024). Dirección: Dani Rosenberg. Elenco: Ido Tako, Mika Reiss, Efrat Ben Zur, Tiki Dayan y Shmulik Cohen. Guion: Dani Rosenberg y Amir Kliger. Fotografía: David Stragmeister. Edición: Nili Feller. Música: Yuval Semo. Distribuidora: Mirada. Duración: 96 minutos. Apta para mayores de 13 años. Salas: 8 (Cinépolis Recoleta, Multiplex Belgrano, Cine Arte Cacodelphia, Atlas Patio Bullrich, Cinépolis Pilar, Showcase Norte, Cines del Centro de Rosario y Cine América de Santa Fe).
Dani Rosenberg contó en una entrevista que parte de los hechos que narra en su segundo largometraje son de carácter autobiográfico y que las principales referencia para la película fueron Buster Keaton, los films paranoicos de la década de 1970 de directores como Samuel Fuller y Brian De Palma; Sin aliento y la saga de Antoine Doinel construida por François Truffaut junto al actor Jean-Pierre Léaud.
Más allá de esa mezcla de slapstick, paranoia y espíritu de la Nouvelle Vague (sumaría el vértigo, la adrenalina, el azar y el malestar existencial de Después de hora, de Martin Scorsese), lo que hace singular a El desertor (La traducción literal del título sería El soldado desaparecido) es la forma en que se acerca a la realidad de un país que convive con (y provoca) desde hace décadas un estado de guerra. La mirada es indudablemente crítica, pero Rosenberg evita la bajada de línea para que sea el absurdo y ridículo de muchas de las situaciones (y reacciones) las que evidencien el clima de tensión y descomposición.
Shlomi (Ido Tako) es un pibe de 18 años que cumple el servicio militar y está asignado a uno de los tantos combates que el ejército de su país mantiene con sus países vecinos (las referencias concretas al conflicto en Gaza llegarán más adelante). Sin mediar explicación, el protagonista abandona el lugar y regresa a Tel Aviv para visitar a sus familiares (hay una hermosa escena en la que baila con su abuela mientras Mercedes Sosa suena desde la televisión con el tema Canción de las simples cosas) y a su novia.
Mientras su padre se recupera de un infarto en un hospital y su madre tiene una reacción inesperada cuando él le explica su decisión de desertar, los superiores creen que Shlomi ha sido secuestrado por el enemigo y se muestran pesimistas respecto de las posibilidades de encontrarlo con vida y liberarlo.
Intensa, con una narración concentrada en el tiempo (transcurre en el lapso de 24 horas), El desertor maneja un tono extraño, desconcertante, hasta podría decirse que incómodo por momentos, porque rehuye tanto del drama aleccionador como de la sátira más negra. Más allá de lo que cuenta (el desconcierto social, la forma en que la sociedad tramita una cotidianeidad en apariencia “normal” pero con una violencia que irrumpe de la manera más insólita) y de cómo lo cuenta (apelando a un humor asordinado), hay algo de una sensibilidad coming of age, de una película sobre la identidad y los rituales de paso de una adolescencia más inocente a una adultez que se presenta tan amenazante como desgarradora.
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