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Crítica de “Cactus Pears”, película del indio Rohan Parashuram Kanawade (Competencia Internacional) - #BAFICI2025
Esta ópera prima de un director de origen muy humilde y formación autodidacta propone una bella historia de amor en un país como la India donde el arte queer sigue siendo una rareza y una expresión contracultural.
Cactus Pears (Sabar bonda, India, Reino Unido, Canadá/2025). Guión y dirección: Rohan Parashuram Kanawade. Elenco: Bhushaan Manoj, Suraaj Suman y Jayshri Jagtap. Fotografía: Vikas Urs. Edición: Anadi Athaley. Duración: 112 minutos. En Competencia Internacional.
He formado parte de varios jurados y luego de discutir los premios llega la hora de escribir un párrafo que “justifique” la decisión. Es un trámite más bien burocrático, que nos suelen dejar a quienes tenemos cierta facilidad para redactar. Pero al leer la argumentación de Ava Cahen, Wanuri Kahiu y Daniel Kaluuya, quienes hace pocas semanas le otorgaron a Cactus Pears el Gran Premio de la competencia World Cinema de Sundance, me pareció tan atinada que la suscribo y la comparto: “Esta es la gran historia de amor moderna. Decir que es un honor premiar esta tierna película es quedarse corto. Lloramos, reímos y deseamos ser amados de la misma manera. Es justo lo que el mundo necesita ahora mismo. Esta perspectiva auténtica abre la puerta a un lenguaje íntimo que todos entendemos. Sentimos el latido vibrante de la vida interior del protagonista y, cuando estalla, nos envuelve con su dulzura”.
Rohan Parashuram Kanawade es hijo de un chofer y una ama de casa, quienes lo criaron en un barrio pobre de la inmensa Mumbai (Bombai). Autodidacta, el director filmó algunos cortos y este, su primer largometraje, está inspirado en experiencias autobiográficas. Que narre con sutileza una historia de amor gay podría parecer a esta altura algo común, pero tengamos en cuenta que recién en 2018 la Corte Suprema de la India despenalizó las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo y en el conservador ámbito rural el imperativo de casarse (muchas veces con matrimonios arreglados por los padres) y formar una familia es un mandato que impide que hombres y mujeres manifiesten y exploren su identidad con libertad.
Hablada en Marathi -tercera lengua más usada en la India después del hindi y el telugu-, Cactus Pears narra las vivencias de Anand (Bhushaan Manoj), un treintañero que trabaja en un call center y vive en un diminuto departamento de Mumbai. Cuando su padre fallece, viaja con su madre a su pueblo rural de origen en el estado de Maharashtra para participar de un ritual de despedida que dura 10 días. Allí se reencontrará con un amigo de la infancia llamado Balya (Suraaj Suman), quien también se ha resistido a casarse (lo que en muchos casos en ese contexto significa que es gay, aunque nadie acepta esa opción).
Las diferencias entre Anand, quien llega con su impronta urbana, y Balya, un campesino que se gana la vida ordeñando vacas y pastando cabras que ni siquiera son suyas, son evidentes, pero también la ternura y el cariño que se profesan.
Cactus Pears, quedó dicho, es una historia de amor con contextos familiares muy disímiles (van de la aceptación parcial al rechazo absoluto) en la que aparecen cuestiones como el alcoholismo o obsesión por el dinero, pero el director se concentra sobre todo en cómo surfear y gambetear los condicionamientos y presiones, mientras aborda las diferencias generacionales (los diálogos con su madre, la visita a un abuelo), entre ciudad y campo, entre tradición y modernidad.
Cactus Pears, que por momentos tiene algo de All We Imagine as Light, de Payal Kapadia (en versión masculina, claro), es una película de largos planos, largos tiempos, largas charlas, pero eso no significa en absoluto que sea una historia aburrida (bueno, si el disfrute habitual pasa por un producto lleno de efectismo y de estímulos a-la-Netflix probablemente lo sea). Es un film que exige paciencia, pero regala intimidad, sensibilidad, humanismo y belleza. Parafraseando a los jurados de Sundance, “justo lo que el mundo necesita ahora mismo”.
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