Críticas
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Críticas de “Drive My Car” y otras tres películas para (re)descubrir el cine del japonés Ryûsuke Hamaguchi
Fue la gran sorpresa de las nominaciones a los premios Oscar con las cuatro candidaturas de Drive My Car para nada menos que Mejor Película, Dirección, Guion Adaptado (transposición de cuentos de Haruki Murakami) y Film Internacional. Sin embargo, a los 43 años este cineasta japonés ya es desde hace bastante tiempo uno de los grandes autores del panorama mundial con una filmografía que incluye 15 cortos y largometrajes tanto documentales como de ficción. En este especial recuperamos las críticas de sus últimos cuatro trabajos: Happy Hour (2015), Asako I & II (2018), que MUBI lanzará el 5 de abril; La rueda de la fortuna y la fantasía (también de 2021 y con fecha de estreno en cines argentinos para el 31 de marzo) y la citada Drive My Car, que MUBI está presentando en la Sala Lugones y desde el 1º de abril estará en su plataforma.
-Drive My Car (Doraibu mai kâ, Japón/2021) Dirección: Ryûsuke Hamaguchi. Elenco: Hidetoshi Nishijima, Toko Miura, Masaki Okada, Reika Kirishima, Park Yurim, Jin Daeyeon. Guion: Ryusuke Hamaguchi y Takamasa, basado en cuentos del libro Hombres sin mujeres, de Haruki Murakami. Música: Eiko Ishibashi. Fotografía: Hidetoshi Shinomiya. Edición: Azusa Yamazaki. Duración: 179 minutos. En la Sala Lugones del Teatro San Martín desde el 17/3 y en MUBI desde el 1º de abril. ★★★★★
La lógica festivalera nos recuerda, una y otra vez, que en este apretado mundillo, como se dice en el fútbol, “juegan Cannes y 10 más”. Ahí está el Team Croisette, en primerísima línea, siempre presto a quedarse con los títulos más cotizados. Y después van los otros. Por supuesto, hay excepciones que confirman la regla, pero lo normal es que Thierry Frémaux y su equipo se queden con lo mejor de cada cosecha.
Saco esto a colación a razón de la entrada en escena de Drive My Car. Su autor, Ryûsuke Hamaguchi, es ahora mismo uno de los nombres más deseados de la cinematografía japonesa, sobre todo desde 2015, año de su eclosión definitiva en Locarno gracias a la monumental Happy Hour. Desde entonces, cualquier proyecto que lleve su nombre, es carne de gran festival. En la última edición de Venecia pudimos ver Wife of a Spy, de Kiyoshi Kurosawa, escrita por el propio Hamaguchi.
Meses después, la Berlinale se anotaba el tanto de tener su brillante Wheel of Fortune and Fantasy compitiendo por el Oso de Oro (terminó ganando el Gran Premio del Jurado). Parecía que por esta temporada ya habríamos tenido suficiente ración de Hamaguchi, pero aún quedaba Drive My Car, la elección de Cannes, o sea, presumiblemente su mejor trabajo. Esto, dicho de una terna de títulos ya impresionante en sus dos primeras entregas. Pues bien, el razonamiento era correcto: tan incontestable como una suma aritmética.
Drive My Car, lo digo ya, es la obra maestra que Hamaguchi aún nos tenía reservada. Una película impecable, o sea, prácticamente perfecta. Pero, al mismo tiempo, es una pieza tan educada, tan respetuosa (hacia sus personajes, hacia la audiencia a la que se dirige), que en ningún momento se activa el complejo de inferioridad en su presencia. No apabulla, da gusto. Tanto, como esas películas de Frederick Wiseman en las que se radiografía, durante horas, los mecanismos de esas instituciones que salvaguardan la excelencia de la humanidad.
Pero esto de ahora no es un documental. Es una ficción fílmica basada en una ficción literaria (escrita por Haruki Murakami)… que al mismo tiempo se apoya constantemente en una ficción teatral (firmada por Anton Chejov, ni más ni menos). Pero, antes de que se ponga el foco sobre este último punto de referencia, hemos visto a una pareja hacer el amor en su dormitorio. Afuera está anocheciendo y, por supuesto, la luz escasea: tanto ella como él han quedado reducidos a la condición de sombras. Finas siluetas que dialogan.
Aunque, a decir verdad, solo habla ella y él escucha. De lo que se trata aquí es de contar una historia. Otra ficción, un relato que atrapa desde el principio; que no suelta en ningún momento. Y, a todo esto, nada perturba el transcurso de ese acto sexual. Al revés, es como si se nutriera, en gran medida, de la fábula que está flotando en el ambiente. Hasta que se alcanza el orgasmo y, claro, el mundo se detiene. Un suspiro, otro suspiro, y luego... “¿Quieres saber cómo termina?”
Y sí, por supuesto que sí. Sherezade lo sabía; Hamaguchi también. Sigue la película, pero la acción nos ha transportado a la mañana siguiente y al rato nos ha ha hecho saltar un par de años, y después, cuando ya debemos llevar tres cuartos de hora de metraje, aparecen los títulos de crédito iniciales. Drive My Car, salta a la vista, va fluyendo, no se sabe muy bien hacia dónde. La historia capta nuestra atención, en parte, por el sentido de la imprevisibilidad que la lleva entre bambalinas.
No hay necesidad de buscar conflictos (aunque los haya), mucho menos de alimentarlos artificialmente. Quien conduce este coche lo hace sin que sus pasajeros se den cuenta de cuándo ha cambiado una marcha, de cuándo acelera o frena. Y, claro, es imposible no dejarse llevar por él. El camino a recorrer, por cierto, lo marca la preparación y los ensayos de una función teatral. De una obra a la que dará vida un elenco de actores y actrices que hablan japonés, pero también mandarín, y coreano, y su correspondiente lenguaje de signos.
Un equipo panasiático, por encima de las fronteras nacionales. Cada cual se expresa como mejor sabe; todos están hermanados bajo el templo universal del arte. Allí donde la gente puede conectar sin la necesidad de entender (racionalmente) a quien tiene delante. El director de Asaki I & II (que compitió en Cannes 2018) habla sobre el amor, sobre la fidelidad y sobre la sanación, pero sobre todo sobre las bondades de hablar y escuchar: del contacto y el intercambio con los demás. Lo hace, esto sí, sin forzar ni apresurar las situaciones; respetando el tempo que cada una de ellas exige.
Este trayecto, por cierto, dura casi tres horas: un abrir y de cerrar de ojos para el hombre que aguanta la mirada a los procesos que no parecen importantes, pero que en realidad, sí lo son. Lo sabe él y, al final, nosotros también. Su puesta en escena, espectacular sin la necesidad de proclamarlo, deslumbra por su preciosa caligrafía, por su precisa y pulcra sobriedad. Es cine de verdad. Cine que emociona con la verdad humana que encierra. Con relatos de ficción que nos hablan mirándonos a la cara. Somos esto: las historias que contamos, aquellas con las que dejamos poso a quienes nos escuchan. A Ryûsuke Hamaguchi le recordaremos, en parte, por todas las que componen Drive My Car. VÍCTOR ESQUIROL
-La rueda de la fortuna y la fantasía (Wheel of Fortune and Fantasy - Guzen to sozo, Japón/2021), de Ryûsuke Hamaguchi, con Kotone Furukawa, Kiyohiko Shibukawa y Fusako Urabe. Duración: 121 minutos. Ya adquirida por Mirada Distribution para su estreno en cines de Argentina el jueves 31 de marzo. ★★★★✩
Luego de sorprender al mundillo cinéfilo con Happy Hour (estreno mundial en Locarno 2015) y Asako I & II (Competencia Oficial de Cannes 2018), Ryûsuke Hamaguchi presentó en la Berlinale este tríptico sobre el amor, las casualidades, los (des)encuentros siempre con protagonistas femeninas, una de las constantes del realizador japonés. Son tres mediometrajes titulados Magic (or Something Less Assuring), Door Wide Open y Once Again que narran un triángulo amoroso; un juego de seducción de una estudiante a un profesor y escritor premiado; y el encuentro fortuito entre dos mujeres que se supone fueron compañeras de clase 20 años atrás.
Más allá de que se tratan de historias independientes, hay estructuras e ideas recurrentes: no solo porque son las mujeres las que están en el centro de la escena como fuerza de atracción y por momentos también de manipulación sino porque en todas se exponen las consecuencias de las elecciones más íntimas, la incidencia del azar y las formas de lidiar con las contradicciones, las tentaciones, los deseos y la culpa.
Dúctil, elegante y delicado tanto en la puesta en escena como en la dirección de actores (y sobre todo de actrices), Hamaguchi -que ganó el Gran Premio del Jurado de Berlín por este film- trabaja en los confines muchas veces riesgosos de la (in)corrección política. En el segundo episodio, la tensión sexual entre profesor y alumna es evidente, pero mientras ella intenta cerrar varias veces la puerta del despacho; él se encargará de mantenerla abierta, para que quienes pasen por el pasillo vean siempre lo que ocurre en el interior. Un dierctor cada vez más convencido de su estilo, sus obsesiones y sus reconocibles universos cinematográficos. DIEGO BATLLE
-Asako I & II, (Japón-Francia/2018), de Ryûsuke Hamaguchi. Duración: 119 minutos. Disponible en MUBI desde el 5 de abril ★★★½
Hamaguchi llamó mucho la atención con Happy Hour, película de más de cinco horas que fue una de las revelaciones de Locarno 2015. El director japonés llegó a la sección principal de Cannes con un film mucho más pequeño en duración y ambiciones, aunque con algunas búsquedas bastante sorprendentes dentro del género de la tragicomedia romántica.
La antiheroína del film es Asako (Erika Karata), una joven a la que seguiremos durante casi una década. Ella tendrá primero una apasionada relación con un muchacho (Masahiro Higashi) con tendencia a desaparecer de las formas más absurdas hasta que finalmente la deja. Varios años más tarde -ya lejos de su bucólico pueblo y radicada en Tokio- comenzará un nuevo romance, aparentemente más tranquilo y estable con otro joven que luce... ¡igual que el anterior!
Nunca quedará del todo claro si se tratan de vidas paralelas, de diferentes dimensiones, pero el tema del doble y de la proyección están presentes en este film intrigante, ligero y fluido sobre los dilemas, las contradicciones y tentaciones del universo femenino, que escapa al estilo de películas ambiciosas, solemnes y sobre temas “importantes” que suelen abundar en la Selección Oficial de Cannes. DIEGO BATLLE
-Happy Hour (Japón/2015), de Ryusuke Hamaguchi. Duración: 317 minutos. ★★★½
“La película japonesa de cinco horas”. Así se conocía en el marco del Festival de Locarno 2015 a este nuevo trabajo del Hamaguchi, quien ya había competido en Locarno en 2011 con Sound of Waves. El director no es nuevo en esto de las extensiones desmesuradas (Intimacies, por ejemplo, duraba 244 minutos) y es difícil asegurar -con el cansancio acumulado tras 9 días de festival (fue el último título en exhibirse)- si semejante ambición está del todo justificada o no.
Lo que sí queda claro es que se trata de una película valiosa en su descripción de la relación entre cuatro amigas que están a punto de llegar a los 40 años (dos casadas, una separada y otra en pleno proceso de divorcio). No es difícil adivinar que se trata de un implacable cuestionamiento al machismo, a la estructura patriarcal que domina a la sociedad nipona y cómo las protagonistas (que van desde una médica a una ama de casa) irán desafiando como pueden las tradiciones e imposiciones que vienen desde tiempos ancestrales.
El realizador se toma todo el tiempo del mundo (una escena de un workshop sobre “cómo conectar con el cuerpo”, por ejemplo, dura más de media hora, hay varios viajes grupales, una secuencia de juicio, accidentes, infidelidades y un largo etcétera) y en ese proceso de exploración pendula entre algunos pasajes convencionales a la hora de retratar las contradicciones entre tres generaciones de nipones y otros momentos en los que alcanza gran intimidad e intensidad. DIEGO BATLLE
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Andreol, vaya derechito al Top 10 de Netflix, allí donde Ud. pertenece. Lamento su incapacidad para apreciar una obra de arte.
Es un plomazo DRIVE MY CAR, no pude pasar de la primera hora, no sé que quieren inventar con esta película, lenta, aburrida, actores sin expresiones