Columnistas

Festival de Cannes 2022: Remedios y consuelos contra la acidez

Por Víctor Esquirol
Nuestro columnista catalán propone un balance (bastante desencantado) sobre la 75ª edición de la principal muestra del planeta cinéfilo.

Publicada el 03/06/2022




Un gran festival de cine es, por definición, una conjunción sideral de decisiones en la que, por pura estadística, es normal que por lo menos haya un buen puñado que escape a nuestra comprensión. De verdad, es normal que con la poca información desde la que normalmente partimos (la poca que se nos da desde la organización, la que sea) no alcancemos a entender la configuración de los horarios, o el funcionamiento del sistema de reserva de entradas o, por supuesto, la selección o no-inclusión de determinados títulos en la programación final de películas. Luego, hilando más fino, cabe preguntarse por qué a esa directora se la relegó a ese espacio o, en la misma línea, por qué ese director gozó del beneplácito de la primera línea.

Esto pasa en todas las ediciones de todos los certámenes porque, al fin y al cabo, lo vivimos y lo pasamos todo por el filtro de nuestros gustos y preferencias y, claro, es imposible que lo que ahí se nos propone, encaje completamente con lo que nosotros le pedimos al mundo. Dicho esto, a veces la alineación de sucesos paranormales cabe ser interpretada como señal que trasciende la mera mala suerte. Hablo, para ya entrar en materia, del día en que la 75ª edición del Festival de Cine de Cannes me dejó clarísimas sus intenciones; aquel en que de regreso al departamento, y antes de desplomarme en el sofá-cama, me di cuenta de que en la misma jornada había visto Holy Spider, nueva película de Ali Abbasi, compitiendo por la Palma de Oro, y Magdala, último trabajo de Damien Manivel, en la sección ACID.

Uno estaba allí, en primerísima línea de la celebración cinéfila más importante del planeta, y el otro en un rincón más apartado, que para llegar a verlo, era necesario salir de excursión mucho más allá del radio de influencia del Palais, imponente centro neurálgico del equipo de Thierry Frémaux. Lejos de querer entrar en una discusión sobre los méritos acumulados con los que cada cineasta llegaba a la cita (pues me parece innegable el aura de autor de culto que tanto el primero como el segundo se habían ganado), sí que me parece un momento definitorio a tener en cuenta; a analizar. Una alineación de circunstancias reforzada días después por parte de un jurado que tuvo el -doloroso- acierto de captar la verdadera esencia de la cosecha cannoise de este año.



Holy Spider, regreso de Abbasi a Irán, su nación de origen, desde la comodidad de Dinamarca, uno de sus países de adopción, se llevó el Premio a la Mejor Actriz gracias al trabajo interpretativo de Zar Amir-Ebrahimi, coprotagonista femenina de un thriller basado en atrocidades reales, y cuya comitiva, poco antes del pase de gala, desplegó en las míticas escaleras de acceso al Grand Théâtre Lumière, una lista kilométrica donde figuraban muchos de los nombres de las víctimas de los abusos perpetrados por la misoginia de una sociedad monstruosamente patriarcal. Mujeres menospreciadas, agredidas o directamente asesinadas, que recibieron su correspondiente homenaje cinematográfico a base de felaciones filmadas en tomas cercanas, y de primeros planos de unos últimos momentos de vida marcados por la aberrante indignidad de las circunstancias.

Rostros desencajados y dientes podridos dibujaban, sin ningún pudor, y con fijación morbosa, una injusticia que, para colmo de males, pretendía arrastrar al espectador al infernal espiral de la lógica retributiva. Ojo morado por ojo morado, hasta alcanzar la ceguera; el punto de no-retorno de una Palma de Oro que, por desgracia, también tuvo todo el sentido del mundo. Triangle of Sadness, de Ruben Östlund, hizo entrar al autor sueco en el selecto club de la doble corona cannoise, gracias al cinismo marca de la casa, usado ahora para abordar una de las mayores fuentes de conflictos sociales de nuestros tiempos. Esto es, la distancia creciente (¿insalvable?) entre privilegiados y desfavorecidos; entre los amos y el servicio. A ojos del autor de The Square, la tesitura perfecta para hundir a ricos y pobres en la misma miseria moral.



Todo esto, por cierto, en el festival que más contribuye a la canibalización de la prensa cinematográfica (los últimos monos del sector), incidiendo silenciosamente, ahora que la pandemia ha eliminado las colas por grupos, en ese infranqueable sistema de castas que también es puro sello Croisette, o sea, que nos recuerda el sitio que nos corresponde en este mundo cruel. Todo esto, con otro aderezo innecesario en la Oficial: Leila’s Brothers, premio FIPRESCI de la crítica internacional a la mejor película, nuevo envite de Saeed Roustayi a unas clases populares castigadas a razón de la retórica determinista. Porque los últimos serán siempre los últimos.

Las únicas buenas vibraciones a las que podríamos aspirar parecían pertenecer a un Hirokazu Kore-eda que, esto sí, en Broker, su aventura surcoreana, se puso el mono de trabajo para defender la causa pro-vida. En realidad, la luz, la bondad y la empatía pertenecieron, cómo no, a Kelly Reichardt. El problema es que nadie pareció reparar en Showing Up (el jurado, desde luego, no). A lo mejor porque la organización le dedicó el último hueco de la parrilla (es decir, ese momento agónico en que se llega a la línea de meta con la reserva de combustible bajo mínimos); a lo mejor porque un cine tan delicado y considerado nunca podría tenerse en consideración en una plaza como esta.



Y ahí estaba Mia Hansen-Løve, apartada de nuevo de la carrera por la Palma de Oro (por mucho que su Un beau matin implicara reencontrarse con su versión más reconocible); y ahí mismo, o sea, en la Quincena de los Realizadores, estaba también Thomas Salvador, el súper-héroe silencioso que corroboró dicho estatus con La montagne, su esperado segundo largometraje, una película que al igual que Vincent, su memorable ópera prima, lució la sobrehumana capacidad de saber encontrar unos espacios que, a priori, parecía que no existieran. Mientras, la Sección Oficial, incapaz de conjurar grandes títulos (¿será que 2022, tal y como apuntaron los pobres bagajes de Sundance y Berlín, no va a darnos demasiadas alegrías?), se presentaba como un horizonte inalcanzable… y visto lo visto, no demasiado apetecible.

Damien Manivel seguía esperando en ACID. Su Magdala, micro-épica intimista dedicada a los últimos días de la vida de Maria Magdalena, obró el milagro de transformar el dolor por la pérdida de ese ser querido, en un acto de amor puro hacia todo ser vivo. Aunque como en el caso de Thomas Salvador, lo más increíble consistió en encontrar un hueco dentro del concurrido ecosistema de Cannes, cuyo relato oficial seguía empecinado en aglutinar apuntes sobre lo mal que está el mundo… y argumentos para que así de mal sigamos.


Más información:

Toda nuestra cobertura de Cannes 2022

COMENTARIOS

  • SIN COMENTARIOS

DEJÁ TU COMENTARIO


COLUMNISTAS ANTERIORES


Festival de Guadalajara 2025: Una celebración del riesgo, la identidad y el cuerpo
Diego Faraone, desde Guadalajara

La más reciente edición del FICG confirmó su lugar como uno de los epicentros cinematográficos más vibrantes de América Latina. En un contexto que sigue exigiendo nuevos lenguajes, miradas críticas y relatos personales que desafíen los discursos establecidos, el evento ofreció una selección que cruzó territorios, géneros, estilos y pulsiones.

LEER MÁS
Videocrítica de "Sirat", de Oliver Laxe
Diego Batlle y Manu Yáñez

Desde Cannes, Diego Batlle y Manu Yáñez analizan y discuten la nueva película de Laxe, que luego de ganar el Premio del Jurado en la Competencia Oficial del Festival de Cannes se convirtió en un éxito de público en los cines de España (más de un millón de euros de recaudación en los primeros 10 días en cartel).

LEER MÁS
Videocrítica de "Grand Tour", de Miguel Gomes
Diego Batlle y Manu Yáñez

Diego Batlle y Manu Yáñez analizan la nueva película del director de Aquel querido mes de agosto y Tabú, que luego de su estreno mundial en el Festival de Cannes 2024 (Premio a Mejor Dirección) y de un breve paso por las salas argentinas ya está disponible en la plataforma de streaming MUBI.

LEER MÁS
Videocrítica de "Misericordia" de Alain Guiraudie
Diego Batlle y Manu Yáñez

Análisis de la nueva película del director de No Rest for the Braves / Pas de repos pour les braves (2003), The King of Escape / Le roi de l'evasion (2009), El desconocido del lago / L'inconnu du lac (2013), Rester vertical (2016) y Viens je t'emmène (2021). Lanzamiento en Argentina: Festival de Cine Francés (Abril 2025) y en salas comerciales (Mayo 2025).

LEER MÁS